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¿Tiempos de crisis? Los huertos urbanos pueden ser una solución

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¿Tiempos de crisis? Los huertos urbanos pueden ser una solución
En 2006, eran apenas 2.500 en todo el país y ocupaban menos de 26 hectáreas en 14 ciudades. (SHUTTERSTOCK)

MADRID. “Para mí y para muchos esto es como una terapia, nos olvidamos del paro”, afirma Félix Jumbo mientras trabaja en uno de los miles de huertos urbanos surgidos en España en los años de crisis económica y social.

El de Jumbo, un ecuatoriano de 51 años, se encuentra en el popular barrio madrileño de Adelfas, entre altos edificios de viviendas levantados durante la burbuja inmobiliaria que al estallar en 2008 hundió la economía española.

Cuando llegó a España, hace 15 años, “había trabajo en la construcción y ganaba mucho dinero, hasta 3.000 euros” al mes, recuerda. Pero en 2010 se quedó desocupado y, como millones de personas, no volvió a encontrar empleo.

Fue entonces cuando un grupo de vecinos decidió ocupar un angosto terreno junto a la vía del tren.

Llevando agua con regaderas y una larguísima manguera desde un centro social al otro lado de la calle, el trabajo de decenas de personas logró que esta árida tierra diese fruto. “Así, poco a poco, se ha ido de un bancal a dos, tres, cuatro... y ahora tenemos 16”, dice con una gran sonrisa.

Como éste, “en España, muchos de los huertos están cercanos al ferrocarril, en lugares donde no está clara la propiedad” de la tierra, explica el sociólogo Gregorio Ballesteros, experto de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.

Surgidos en Estados Unidos y el norte de Europa a finales del siglo XIX durante la revolución industrial, “los huertos urbanos están ligados históricamente a fenómenos de crisis” -económica, bélica o social- aunque ahora se vinculan a la soberanía alimentaria y la ecología, recuerda.

En España, “empezamos con cien años de retraso y estamos todavía a años luz de otros países”, subraya.

En 2006, eran apenas 2.500 en todo el país y ocupaban menos de 26 hectáreas en 14 ciudades. Ocho años y una crisis más tarde, “el crecimiento ha sido espectacular”, afirma. Los más de 15.000 huertos en 200 ciudades superan 166 hectáreas.

En Andalucía, por ejemplo, la región con el más alto desempleo -33,6% frente al 23,78% nacional- el gobierno regional impulsó en los últimos años la creación de “huertos sociales” destinados a familias en riesgo de pobreza.

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Infografía
Los más de 15.000 huertos en 200 ciudades superan 166 hectáreas. (SHUTTERSTOCK)

Relaciones y sentimientos

En otros lugares, aparecieron iniciativas privadas como Juan Tomate, dedicado a las personas sin hogar.

“Esto es una salida para volver uno a renacer, porque uno estaba muerto y ha vuelto otra vez” a la vida, afirma con voz temblorosa Victoriano Castellanos, de 59 años, cubierto con un gran sombrero de paja y rodeado de tomates, pepinos, pimientos y calabacines.

Es uno de los cinco indigentes que cultivan este huerto ecológico -mezcla de hortalizas, flores y plantas aromáticas-, creado hace un año por la orden religiosa San Juan de Dios junto a las obras de ampliación de uno de sus albergues en Madrid. Las verduras que producen se consumen en la cocina del centro.

Entre sus residentes, hay “gente que ha estado muy prolongadamente en el calle”, pero también recién llegados, antiguos empresarios o abogados, señala su subdirector, Juan Antonio Diego.

“Sentir que uno es un cadáver para el mercado laboral es muy duro de asumir”, afirma Víctor Noguera, de 62 años, licenciado en sociología en París que vivió en Israel, Buenos Aires, Nueva York y Cambrigde antes de encontrarse desempleado en Madrid. Llegó al albergue hace cuatro días e inmediatamente agarró la azada: “psíquicamente aporta mucho equilibrio”, asegura.

En este apogeo influyó también el gran número de terrenos urbanizables que con el estallido de la burbuja quedaron vacíos.

“¿Qué están haciendo con esas parcelas que estaban destinadas a grandes bloques de viviendas? Están construyendo huertos urbanos”, afirma Ballesteros, citando el ejemplo de Barcelona, que está regularizando terrenos tomados inicialmente de forma ilegal.

“Esto, antes de que lo ocupásemos los vecinos, era un solar abandonado (...) un mar de escombros y jeringuillas” de drogodependientes, explica Candela Martínez, de 34 años, una de los propulsores de Esta Es Una Plaza, un oasis verde en Lavapiés.

En este barrio madrileño, a dos pasos del Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, mezcla de inmigrantes musulmanes y jóvenes profesionales, el proyecto, gestionado como muchos por un grupo de ‘indignados’, más que la alimentación reivindica un espacio de encuentro social.

“Aquí”, dice Candela mientras los niños corretean a su alrededor, “cultivamos relaciones y sentimientos”.

Por Anna Cuenca

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