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¿Se ha descompuesto la máquina de las ideas? (II DE V)

Pesimismo ante la innovación. La idea de que la innovación y las nuevas tecnologías han dejado de impulsar el crecimiento está recibiendo cada vez mayor atención. Pero no está bien fundada 

Esto no es inusual. Durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, el crecimiento de la producción y el bienestar económico general ha sido lento y titubeante. En los dos últimos siglos, despegó primero en Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos, luego en el resto del mundo. En el siglo XIX el crecimiento de la producción por persona - una medida general útil de la productividad de una economía, y una buena guía del crecimiento del ingreso - sostuvo aceleración constante en Gran Bretaña. Para 1906 era de más de 1% al año. Para mediados del siglo XX, la producción real por persona en los Estados Unidos crecía a un increíble 2.5% por año, un ritmo al cual la productividad y el ingreso se duplican una vez por generación (ver gráfico 2). Más de un siglo de máquinas cada vez más sofisticadas y poderosas, obviamente fueron parte de esa historia, al igual que lo fue la creciente cantidad de la energía de combustible fósil disponible para alimentarlas.

Pero en los Estados Unidos, en los años de 1970, el crecimiento en producción real por persona disminuyó de su pico después de la segunda guerra mundial de un poco más de 3% al año a sólo un poco más de 2% al año. En los años del 2000 disminuyó a menos de 1%. La producción por trabajador por hora muestra un patrón similar, según Robert Gordon, un economista de la Universidad Northwestern: fue muy buena durante la mayor parte del siglo 20, luego se desplomó en los años de 1970. Se recuperó entre 1996 y el 2004, pero desde el 2004 la tasa anual ha caído a 1.33%, que es tan bajo como lo fue de 1972 a 1996. Reflexiona Gordon que el crecimiento económico de los pasados dos siglos podría ser solo "una gran ola" de cambios dramáticos en lugar de una nueva era de progreso ininterrumpido, y que el mundo está regresando a un régimen en el cual el crecimiento es mayormente del tipo extensivo (ver gráfico 3).

Gordon considera la posibilidad de que sólo hubo unas cuantas innovaciones verdaderamente fundamentales - la habilidad de utilizar energía en gran escala, para mantener los hogares confortables a pesar de la temperatura exterior, trasladarse de cualquier punto A a cualquier punto B, hablar con cualquiera que necesitara hacerlo - y que la mayoría ya se han hecho. Habrá más innovaciones - pero no cambiará la forma en que el mundo trabaja de la manera en que lo hicieron la electricidad, las máquinas de combustión interna, la plomería, los petroquímicos y el teléfono. Cowen está más dispuesto a imaginar grandes logros tecnológicos en el futuro, pero piensa que ya no hay más mangos bajitos. El convertir terabytes de conocimiento genómico en beneficios médicos es mucho más difícil que descubrir y producir antibióticos masivamente.

El segundo argumento de los pesimistas está basado en qué tanta invención está surgiendo. Entre apelaciones poco convincentes acerca del número de patentes solicitadas y datos de "innovaciones" compilados de manera bastante subjetiva, Cowen cita un trabajo interesante de Charles Jones, un economista de la Universidad de Stanford. En el informe del 2002 Jones analiza la contribución de diferentes factores de crecimiento de los ingresos per cápita en los Estados Unidos durante el período 1950-93. Su trabajo indica que alrededor del 80% del crecimiento del ingreso se debió al aumento del nivel educativo y mayor "intensidad de la investigación" (la participación de la fuerza laboral en las industrias de generación de ideas). Debido a que ninguno de estos factores puede continuar creciendo sin cesar, en ausencia de nuevos factores es probable que el crecimiento se desacelere.

El crecimiento del número de personas que trabajan en investigación y desarrollo podría parecer que contradice este panorama de una economía menos inventiva: la participación de la economía estadounidense entregada a I&D se ha expandido en una tercera parte desde el 1975, a casi 3%. Pero Pierre Azoulay, de MIT, y Benjamin Jones, de Northwestern University, determinaron que, a pesar de haber más personas en investigación, están haciendo menos. Conjeturan que en el 1950 un trabajador promedio de I&D en los Estados Unidos contribuía cerca de siete veces más al "factor total de productividad" - esencialmente, la contribución de tecnología e innovación al crecimiento - que lo que hizo un trabajador de I&D en el 2000. Un factor de esto podría ser la "carga del conocimiento": en la medida que las ideas se acumulan, toma mucho más tiempo para los nuevos pensadores ponerse al día con la frontera de su especialidad científica o técnica. Dice Jones que, sólo desde 1985 hasta 1997, la edad típica de la "primera innovación" subió en cerca de un año.

© 2013 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com