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Brasil atascado en el lodazal

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Brasil atascado en el lodazal
Dilma Rousseff

La decepcionante economía de Brasil. El débil crecimiento ha obligado un cambio de rumbo. Pero el espacio del gobierno para maniobrar es más limitado de lo que era. 

El no satisfacer las bajas expectativas de la economía brasileña se está convirtiendo en un hábito. Las cifras publicadas el 29 de mayo mostraron que en el primer trimestre de este año solo creció en 0.6% (2.4% anualizado), muy por debajo de la recuperación que los analistas esperaban. Por primera vez en años el país tiene un déficit comercial. Su principal superávit fiscal (es decir, antes del pago de intereses) se está reduciendo y la deuda gubernamental está creciendo. Otras economías emergentes también están recortando los pronósticos de crecimiento, en la medida que China se desacelera y la eurozona se deprime. Pero los problemas de Brasil empezaron antes que la mayoría de ellos y parece ser de cosecha propia. La inflación cercana a 6.5% a pesar del bajo crecimiento sugiere que las rigideces internas son el principal problema, en lugar de una demanda extranjera débil.

Después de asumir la presidencia en el 2011, Dilma Rousseff trató de estimular el crecimiento elevando el gasto público y el salario mínimo, y obligando a los bancos estatales a prestar más. La inflación resultante fue atajada no mediante el aumento de los intereses sino mediante la reducción del impuesto a las ventas y manteniendo el control de los precios de artículos de alto impacto en el índice de inflación, incluyendo alimentos, gasolina y tarifas de los autobuses. Hasta hace poco los votantes reaccionaron favorablemente, aunque no la economía. Las encuestas en marzo le dieron a Rousseff un rating de aprobación récord de 79%, lo que la hace la favorita para ganar las elecciones presidenciales del próximo año y le permite posponer los ajustes económicos hasta un segundo período.

El rápido deterioro de los datos económicos y el sentimiento público parece han obligado al gobierno a actuar. A pesar de las débiles cifras de crecimiento, el Banco Central sorprendió los mercados al elevar la tasa básica de interés de 7.5% a 8%, lo que hace a Brasil la única economía grande que actualmente está endureciendo la política monetaria. El gobernador del banco central, Alexandre Tombini, dijo que la movida contaba con el "apoyo completo" de Rousseff. Ayudó en algo a restaurar las credenciales de la institución en su lucha contra la inflación, muy perjudicada por la determinación de la presidente de empujar hacia abajo las tasas aun cuando la inflación subió. Pero el estancamiento del crecimiento está ahora afectando el bolsillo de los brasileños. Después de aumentos sucesivos de salarios, el salario de este año apenas si supera la inflación. Ya endeudados, los hogares están restringiendo el gasto.

La confianza de los consumidores está disminuyendo y más personas dicen que el aumento de los precios es su mayor preocupación económica.

El banco tendrá que subir las tasas de nuevo para hacer que la inflación se acerque al objetivo de 4.5%. El 4 de junio el gobierno descartó un impuesto a las compras de bonos extranjeros a fin de estimular la entrada de divisas y frenar el debilitamiento del real, que ha alimentado la inflación al hacer las importaciones más costosas. El ministro de finanzas será observado para detectar señales de regreso a la rectitud, después de utilizar contabilidad creativa para lograr su meta de superávit primario el año pasado. A los analistas les preocupa la salida de Nelson Barbosa, un funcionario de alto nivel que se dice se opuso a las supercherías fiscales.

Muy esperada es la evidencia de que el gobierno se toma en serio su promesa de dejar de estimular el consumo y en su lugar estimular la inversión, que actualmente es de solo 18.4% del PIB. Durante el primer trimestre la inversión aumentó, pero mayormente debido a una recuperación en la venta de vehículos de carga pesada, que el año pasado fueron menores a causa de reglas estrictas sobre las emisiones.

Rousseff ha exhortado a los negocios a invertir más. Pero las acciones mismas del gobierno son una de las razones por las que no han respondido a su llamado. El mantener bajos los precios de la gasolina para frenar el aumento de la inflación debilitó el estado de situación de Petrobras, el gigante petrolero controlado por el Estado, y causó estragos en la industria del etanol de caña de azúcar, que compite directamente con la gasolina. Una demora en la introducción de la nueva ley de minería y una disputa sobre cómo compartir los royalties del petróleo han detenido la exploración y el desarrollo de ambas industrias.

En agosto el gobierno anunció que a principios del 2013 empezaría a subastar en el sector privado concesiones para carreteras y rieles de ferrocarriles. Pero su renuencia a permitir un rendimiento competitivo espantó a los inversionistas, y las subastas fueron demoradas. Intervenciones torpes en las industrias de la electricidad y la banca completaron el cuadro de un gobierno de mano dura contra los negocios.

Prebendas y persuasión

El crear un auge en la inversión significará romper por lo menos algunos de estos atascos. Una subasta exitosa el mes pasado para derechos de perforación y planes de vender nuevos campos en la costa de Río de Janeiro en octubre han elevado las esperanzas de que la inversión en la industria petrolera mejore dentro de poco. Y en las últimas semanas el gobierno aceptó que debe ofrecer retornos más jugosos para atraer licitadores para sus concesiones de carreteras y rieles de ferrocarriles. Una serie de ventas exitosas contribuirían mucho a estimular la confianza de los negocios y la inversión del sector privado - y en proveer las mejoras a la obsoleta infraestructura de Brasil para lograr un mayor crecimiento.

Pero de la misma manera que el margen para las maniobras económicas está disminuyendo, el panorama político se está haciendo más difícil de navegar. A pesar de que la coalición de gobierno controla el 80% del congreso, sus miembros incluyen a todo el mundo desde comunistas a cristianos evangélicos y a muchos buscadores de poder sin principios. Rousseff, una ex-burócrata sin experiencia previa en cargos elegidos, ha demostrado poca habilidad para la diplomacia que se requiere para persuadir a sus supuestos aliados a respaldar sus planes. Brusca e impaciente, en raras ocasiones conversa con los congresistas. Ellos consideran a sus emisarios como arrogantes y en ocasiones incompetentes.

El mes pasado un truculento congreso casi bloqueó una muy necesaria ley que aumentará la competencia y la inversión privada en los anticuados y hacinados puertos del país. La aprobación del proyecto de ley necesitó de sesiones de toda la noche en la cámara baja, forcejeo en el senado, y la promesa de mil millones de reales ($500 millones) en prebendas. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño, el socio más grande de la coalición de Rousseff, ahora amenaza con dar su apoyo al partido de Eduardo Campos, un potencial rival presidencial, el próximo año en algunas elecciones estatales y proponer sus propios candidatos en otras. Es probable que esto solo sea una táctica de negociación. Pero sugiere que Rousseff tendrá que pagar un alto precio para lograr que sus planes de infraestructura se materialicen.

© 2013 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved. De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com