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Invasores de edad (III de III)

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Invasores de edad (III de III)
Las personas mayores compran menos cosas que requieren de una fuerte inversión

Demografía, crecimiento y desigualdad. Una generación de personas mayores está a punto de cambiar la
economía mundial. Todos no lo harán de la misma manera.

Incluye contenido de The Economist INVASORES DE EDAD (III DE III)

En coordinación con sus colegas de IIASA, Elke Loichinger y Daniela Weber, Skirbekk trataron de medir este efecto mediante la creación de una "relación de dependencia cognitiva ajustada". Compararon la habilidad cognitiva de personas de 50 años y más en economías ricas y emergentes mediante un experimento que probaba su habilidad para recordar palabras, y usaron los resultados para medir las tasas de dependencia. Esta relación cognitiva ajustada es más baja en Europa del norte de lo que lo es en China, aun cuando la relación basada en la edad es mucho más alta en Europa, debido a que las personas mayores en Europa tuvieron una calificación mucho más alta en el test de habilidad cognitivas. Ajustada similarmente, la relación de dependencia de los Estados Unidos es mejor que la de la India.

Si las destrezas y la educación determinan por qué tiempo y qué tan bien las personas mayores trabajan, tienen también grandes implicaciones en los ahorros, el tercer canal a través del cual las personas mayores afectan el crecimiento. Un grupo más grande de personas mayores bien educadas ganará una proporción mayor del ingreso general.

En los Estados Unidos la proporción de ingresos de los hombres percibido por las personas entre 60 y 74 años ha subido de 7.3% a 12.7% desde el 2000 en la medida en que los baby-boomers bien educados han cumplido los sesenta años. Algunos de estos ingresos financiarán la jubilación, cuando los afectados finalmente decidan hacerlo; mayor ahorro de las personas en sus años 60 será equiparado por mayor gasto cuando tengan 80. Pero muchas de las personas mayores educadas es probable que acumulen mucho más de lo que gastarán al final de sus vidas. Pruebas circunstanciales sustentan este argumento.

Thomas Piketty, un economista francés, calcula que la riqueza promedio de los franceses de 80 años es 134% de la de los de 50 a 59 años, la mayor brecha de los años de 1930. Por lo menos durante los próximos años, el envejecimiento sesgado por las destrezas es probable que signifique mayor desigualdad y mayor ahorro privado.

Al mismo tiempo los gobiernos en el mundo rico (y particularmente en Europa) están recortando sus promesas de pensiones y recortando sus déficits presupuestarios, ambos les suman al ahorro nacional. Las reformas diseñadas para recortar las pensiones significan que, independientemente de su nivel educativo, aquellas personas cercanas a su jubilación es probable que ahorren más y que los gobiernos gastarán menos por persona mayor. Los últimos pronósticos de la Comisión Europea sugieren que el gasto general en pensiones en la Unión Europea caerá en 0.1% del PIB entre el 2010 y el 2020, antes de que suba en 0.6% en la década subsiguiente. Eso no es insignificante, pero es mucho menos que algunos de los preocupantes comentarios alarmistas sobre la "carga" que el envejecimiento representa.

Conjuntamente, el efecto neto de altos ahorros de los trabajadores mayores educados y pensiones menos generosas es probable que resulten en un inesperado grado de frugalidad en el mundo rico, por lo menos por los próximos años. Si el dinero ahorrado encuentra oportunidades productivas de inversión tiene el potencial de estimular crecimiento a largo plazo. Pero, ¿dónde se encontrarán estas oportunidades? En principio, se destacan dos posibilidades. Una es la rápida innovación en las economías avanzadas. La segunda es el rápido crecimiento de las economías emergentes – especialmente las más jóvenes y pobres. Desafortunadamente, actualmente fluye más capital de las economías emergentes hacia el mundo rico que a la inversa. Las economías emergentes más exitosas han acumulado enormes cantidades de moneda extranjera; muchos recelan de depender demasiado de endeudamiento externo. Aun si eso cambiara, las jóvenes economías del sudeste asiático y África son demasiado pequeñas para absorber enormes flujos de capital de los países que están envejeciendo con demasiada rapidez.

Y en el mundo rico, a pesar de muchas innovaciones obvias, especialmente en tecnología de computación, últimamente tanto la productividad como la inversión han estado tibias. Eso podría ser una resaca de la crisis financiera. Pero podría ser también un cambio estructural. El precio de los bienes de capital, significativamente todo lo que tenga que ver con computadoras, ha disminuido drásticamente; podría ser que la innovación actual es sencillamente menos intensiva de inversiones de lo que fue en la era de la manufactura. Y la población en envejecimiento podría disuadir la inversión. Menos trabajadores, en igualdad de condiciones, significan que la economía necesita un capital social menor, aun si algunos de esos trabajadores son astutos viejos. Y una población mayor gasta de manera diferente. Las personas mayores compran menos cosas que requieren de una fuerte inversión – significativamente viviendas – y más servicios, ya sea en salud o en turismo.

Son buenas noticias, pero ni tan buenas.

Las tendencias demográficas forjarán el futuro, pero no hacen inevitables resultados particulares. La evolución de la economía dependerá de la manera en que los políticos respondan a nuevas situaciones. Pero esas reacciones de política serán también conformadas por las prioridades de las personas mayores en mayor medida de lo que ha sido el caso hasta ahora; constituirán una mayor proporción de la población y en las democracias tienden a votar más que los jóvenes. A ambos lados del Atlántico, decisiones presupuestarias recientes parecen reflejar las prioridades de las personas mayores y afluentes. Las reformas a las anualidades en Gran Bretaña aumentaron la libertad de las personas a gastar sus ahorros de pensiones; la desaparición de la reforma a los impuestos a la propiedad libró a los propietarios de viviendas más viejos en Italia de una nueva carga; el presupuesto de los Estados Unidos redujo el gasto de jóvenes y pobres al tiempo que no redujo el gasto generoso de pensiones y salud de los más adinerados. Muy pocos gobiernos de países ricos han demostrado apetito por inversiones en gran escala, a pesar de las bajas tasas de interés.

Un conjunto de fuerzas que empujan la inversión hacia abajo y el ahorro hacia arriba, sin una respuesta de política compensatoria, hace del impacto del envejecimiento en los próximos años parecerse al mundo descrito por Hansen: uno de crecimiento más lento (aunque no tan lento como hubiese sido si las personas mayores no estuviesen trabajando más), un exceso de ahorro y tasas de interés muy bajas. Será un mundo en el cual el envejecimiento refuerza los cambios en la distribución del ingreso que las nuevas tecnologías han traído consigo: los educados de mayor edad ganarán más, los menos capacitados de todas las edades serán exprimidos. Los jóvenes menos educados y desempleados serán especialmente maltratados, nunca serán lo suficientemente capacitados para permitirles convertirse en productivos trabadores mayores.

Comparado con las calamitosas advertencias acerca de las catastróficas consecuencias de un "tsunami de canas", estas son buenas noticias. Pero ni tan buenas.

© 2014 The Economist Newspaper Linited. All rights reserved. De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com

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