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El combustible del futuro, desafortunadamente (I de II)

¿Qué más puede uno desear? Es barato y sencillo de extraer, embarcar y quemar. Es abundante: las reservas comprobadas representan 109 años de consumo corriente, considera BP, el gigante británico de energía. Se encuentra mayormente en lugares políticamente estables. Existe una amplia gama de vendedores confiables, tales como BHP Billiton (anglo-australiano), Glencore (anglo-suizo), Peabody Energy y Arch Coal (ambos estadounidenses).

Otros combustibles están acosados por interferencia estatal y carteles, pero en esta industria los consumidores - para calefacción, generación de energía y metalurgia - están firmemente a cargo, manteniendo los precios bajos. Al igual que este asombroso combustible fuera el proveedor de la energía de la revolución industrial, ahora ofrece la mejor oportunidad a los países pobres que desean hacerse ricos.

Tales argumentos son la base de una nueva campaña de relaciones públicas lanzada por Peabody, la empresa privada de carbón más grande del mundo (la que a diferencia de algunos rivales es rentable, gracias a sus minas de bajo costo en Australia). Y de hecho el carbón sería una bendición si no fuese por un pequeño problema: es devastadoramente sucio. La extracción, el transporte, el almacenamiento y su combustión están repletos de suciedad, al igual que de peligro. Las minas profundas son intolerablemente sucias y sus condiciones peligrosas para los mineros. Pero la minería a cielo abierto, ahora la fuente de gran parte del carbón mundial, destruye la capa superficial del suelo y engulle agua. El transportar el carbón implica una serie de problemas ambientales.

El aumento de las emisiones de dióxido de carbono del enorme consumo de carbón amenaza con freír al planeta, como les recordó a todos el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático en un nuevo informe publicado esta semana. El CO2 torna ácidos a los océanos; el quemar carbón también produce dióxido de azufre, que hace que los edificios se desmoronen y los pulmones duelan, y otros químicos tóxicos. Según algunos cálculos las centrales eléctricas de carbón emiten más radioactividad que las nucleares. Estas liberan diminutas partículas letales. Por cada unidad generada, las centrales de carbón ocasionan muchas más muertes que las nucleares, e incluso más que las de petróleo.

Pero la pobreza también mata personas, y un crecimiento lento les cuesta a los políticos sus trabajos. Dos décadas de preocupación por el medio ambiente han resultado en solo una restricción marginal sobre la industria de carbón mundial. Algunos están tratando de salir del negocio: en los Estados Unidos Consol Energy está vendiendo cinco minas en West Virginia para concentrarse en gas de esquisto. Grandes quemadores de carbón tales como American Electric Power y Duke Energy están cerrando sus plantas de carbón. Sin embargo a pesar del auge del gas de esquisto en los Estados Unidos, la Administración de Información de Energía federal considera que para el 2040 el país estará generando el 22% de su electricidad de carbón (comparado con 26% ahora). La Agencia Internacional de Energía hasta predijo que, salvo cambios en las políticas, el carbón podría rivalizar con la importación de petróleo para el 2017. En la medida en que los países se hacen más ricos, tienden a buscar alternativas - China está luchando por frenar su creciente consumo. Pero otros, tales como la India y África están prestos a aprovecharlo (ver gráfico).

El boom del gas de los Estados Unidos ha motivado a sus mineros de carbón a buscar nuevos mercados de exportación, lo que ha hecho desplomar los precios en los mercados mundiales. Siempre que los consumidores no paguen por los horribles efectos secundarios del carbón, esto le hace irresistiblemente barato.

© 2014 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved. De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com

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