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Pobres corresponsales

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Pobres corresponsales

Banca internacional. Los grandes bancos están recortando clientes, y retirándose de los mercados por temor a ofender a los reguladores. 

"Se trata de un recogimiento preventivo ante las regulaciones estadounidenses", dice un alto ejecutivo de un gran banco. Su empresa, junto con la mayoría de sus pares, está sacrificando relaciones bancarias y retirándose de los mercados, países y líneas de negocios que podrían atraer la ira de los reguladores o de los fiscales. La práctica está tan generalizada que ya se tiene un término aceptado para esta: "derisking" (eliminando riesgos). Está desgastando la red de relaciones que vinculan el sistema financiero mundial, haciendo subir los costos de financiamiento de los países y personas pobres.

Una de las principales víctimas del recogimiento es la institución de la banca corresponsal. Esta es la red informal de acuerdos que le permite a un cliente de un banco en un país enviar dinero a alguien en otro país, aun si el banco en cuestión no tiene una sucursal allí. El sistema es tan viejo como las finanzas internacionales mismas, que datan de los primeros pagarés y cartas de crédito emitidas por bancos en la época clásica. Sin embargo ahora está amenazada por una interpretación demasiado entusiasta e implementación de reglas dirigidas a prevenir el lavado de dinero y para cerrar el acceso a fondos a los terroristas.

El número de vínculos entre bancos ha declinado en años recientes, en gran medida debido a que la industria se ha estado consolidando (ver gráfico). Sin embargo ahora son los grandes bancos internacionales los que están haciendo los recortes. El tamaño exacto de los recortes es difícil de medir debido a la escasez de datos mundiales recientes, pero ejecutivos de dichas empresas dicen que están recortando tanto como una tercera parte de sus corresponsales. Una gran empresa dice que está recortando o reduciendo cerca de 1,000 vínculos; otra, 1,800. Tal inexorabilidad tendrá impactos dramáticos porque esas instituciones son los centros principales a través de los cuales la banca mundial se vincula entre sí. Por ejemplo, los cuatro bancos corresponsales más grandes para las transacciones en euros representan 81% del total.

La chispa que encendió esta fogata de las relaciones bancarias fue una serie de enjuiciamientos a grandes bancos internacionales en los Estados Unidos por fallas en sus controles relacionados a lavado de dinero, sanciones y el financiamiento del terrorismo. Estos incluyeron una multa de $1.9 mil millones pagados por HSBC y multas sustanciales aplicadas a Standard Chartered, ING y a Barclays. BNP Paribas, el banco más grande de Francia, se dice que enfrenta una multa tan grande como $10 mil millones en relación a incumplimiento de sanciones estadounidenses contra Cuba, Irán y Sudán.

Los banqueros han aprendido dos lecciones de esto. La primera es que los fiscales y los reguladores estadounidenses parecen estar aplicando de manera unilateral un estándar más rígido de lo acordado por el Grupo de Trabajo de Acción Financiera (FATF), un órgano intergubernamental que desde el 2001 ha supervisado la implementación de las reglas internacionales sobre el lavado de dinero y la financiación a terroristas. En esencia, estas sensatamente requieren que los bancos conozcan a sus clientes y qué piensan hacer con su dinero.

Por el contrario los reguladores estadounidenses parecen estar exigiendo que los bancos conozcan quienes son los clientes de sus clientes. Los peor afectados son los bancos en países que son considerados de alto riesgo por el FATF, incluyendo a Etiopía, Indonesia, Myanmar y Pakistán. El año pasado JPMorgan Chase rompió sus relaciones con Al-Rajhi Bank, el banco más grande que cotiza en bolsa de Arabia Saudita. Solo un banco occidental grande todavía mantiene operaciones de banca minorista en Pakistán.

En la mayoría de los casos los bancos no están rompiendo sus relaciones porque tengan evidencias de malversación. Lo están haciendo sencillamente porque los costos y el fastidio de verificar a sus corresponsales exceden las pocas ganancias que generan. La ambigüedad de las reglas no ayuda. Los banqueros senior dicen que los objetivos son cambiados constantemente, si es que son discernibles. Por ejemplo, las relaciones con Cuba parecen menos complicadas que las de Irán.

Por supuesto, la ejecución de reglas más estrictas está generando algunos resultados positivos. Muchos bancos en países pobres están adoptando controles del mundo rico sobre el lavado de dinero para evitar ser eliminados de las finanzas mundiales. Pero esto tiene un alto precio. El costo de hacer negocios ha subido fuertemente para los exportadores en Indonesia y los agricultores de algodón en Mali, entre otros. El ejemplo más dramático son las remesas al África. El costo de estas había disminuido de cerca de €8 ($11) por transacción hace un par de años a tan poco como €1. Ahora los honorarios han regresado a sus niveles anteriores en muchos mercados ya que las pequeñas empresas locales de remesas que habían introducido la competencia y hecho bajar los precios han perdido el acceso a los servicios bancarios en el mundo rico.

Las consecuencias de esta severidad no solo se están sintiendo en lugares distantes y abatidos. En Gran Bretaña los estudiantes de Irán, Sudán y Siria no pueden abrir cuentas bancarias. En los Estados Unidos, los diplomáticos extranjeros y las embajadas se quejan de que también se les está negando el acceso a la banca.

Los bienhechores también están cayendo en la red. Organizaciones caritativas tales como Save the Children, la Cruz Roja y Christian Aid han luchado para transferir fondos a lugares como Siria debido a las sanciones. Aun después de haber obtenido aprobación explícita de los reguladores estadounidenses algunos han encontrado dificultades para convencer a los bancos a remitir el dinero.

La tecnología podría ofrecer una solución parcial. Sistemas de dinero móvil tales como el M-PESA de Kenia, proveen un registro claro de cuándo el dinero fue recibido y dónde fue gastado. En Afganistán se emplea para pagarles a los policías sus salarios directamente, lo que reduce la corrupción.

Sin embargo, lo más necesario es que los políticos sopesen no solo los beneficios sino también los costos de sus regulaciones. De no ser controlado, el proceso de eliminar los riesgos podría dejar a algunos países sin absolutamente ningún acceso a las finanzas internacionales, se preocupa un conocedor de la industria. Eso, a su vez, es probable que exacerbe las condiciones de pobreza y exclusión que alimenta el terrorismo y el crimen que estas reglas están supuestas a prevenir.

© 2014 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved. De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com