Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Actualidad

Antes que el 4% pierda sus encantos

Expandir imagen
Antes que el 4% pierda sus encantos
Se aboga para que se fortaleza el contenido que los estudiantes aprenden.

¿Qué hacer en el sistema educativo dominicano para romper un sistema que promueve el atraso, antes de que el cuatro por ciento pierda sus encantos?

Un buen sistema educativo no se compra. Ni se gana en lotería. Se construye. Con recursos. Y aspiraciones, visión, voluntad, compromiso, sacrificios, trabajo duro y disciplina.

Muchas de las virtudes que se atribuyen a la educación descansan sobre la capacidad de millares de escuelas para proteger y enseñar. Si no enseñan, difícilmente protegen. Si no enseñan ni protegen, tampoco posibilitarán el desarrollo de conocimientos, actitudes, valores y creencias favorables al progreso humano.

Un estudiante debería aprender en la escuela muchísimas cuestiones fundamentales. Pero el mínimo, el contrato, son aquellos contenidos establecidos en el currículo. Sobre el particular, la participación en evaluaciones internacionales de países con diferentes culturas, sistemas políticos y niveles de desarrollo, sugiere consensos sobre los conocimientos y competencias curriculares que los estudiantes deberían dominar en una sociedad global dinamizada por el conocimiento.

Un buen sistema educativo no se compra. Ni se gana en lotería. Se construye. Con recursos. Y aspiraciones, visión, voluntad, compromiso, sacrificios, trabajo duro y disciplina. Pues a pesar de los avances técnicos, pedagógicos y curriculares, rico o pobre, todavía nadie enseña o aprende bien sin sudar. Y según la experiencia de algunos países, cuando la educación es deficiente y los recursos escasos, para dar el salto, hay que aspirar a la grandeza. Y sudar hasta dejar el cuero.

Atrapado por el abandono y el clientelismo, dentro del sistema educativo dominicano se forjó una cultura que promueve el atraso. Para comenzar, aquí no se aspira a ser bueno entre los buenos. O bueno entre los latinoamericanos. Ni siquiera se aspira salir de la cola. La gobernabilidad es dejar hacer y hacer poco. Son mejores los argumentos para no impartir, que para impartir clases. Mayor la preocupación por lo que falta, que por usar bien lo que se tiene. Y más atención a las compras y contrataciones que las cuestiones académicas. Porque las administraciones se miden y se sostienen por lo que compran y contratan, no por lo que profesores y estudiantes aprenden. De hecho, promoviendo y titulando al margen del conocimiento, el conocimiento no es un tema.

Entre 1992 y el 2012, mientras la población estudiantil se duplicaba, el presupuesto del Ministerio de Educación pasó de US$80 a US$1,300 millones. Continuaron las estrecheces, pero con esos incrementos se diseñó un nuevo currículo; contrató personal; incrementaron salarios; construyeron y rehabilitaron planteles; distribuyeron alimentos, mochilas, textos y materiales; adquirió mobiliario y equipo; y financió la titulación de miles de docentes. A pesar de progresos visibles, en esas dos décadas no aumentó significativamente el número de horas de docencia. Ni el rendimiento académico de los estudiantes. Ni la calidad de los profesores titulados.

Aunque el 4% no es suficiente para financiar un sistema educativo de calidad, en los últimos tres años el presupuesto del Ministerio de Educación (Minerd) casi se triplica. Hoy el gasto público en educación representa el 28% de los ingresos tributarios. Con esos recursos se introdujo la jornada escolar de ocho horas y se revisa el currículo.

Además, en magnitudes sin precedentes, se contrata personal, incrementan salarios, construyen y rehabilitan planteles, distribuyen alimentos, mochilas, textos y materiales, mobiliario y equipo, y se financian actividades de titulación y capacitación para docentes.

En estos últimos tres años, como en las últimas dos décadas, los incrementos presupuestarios han generado progresos visibles. Pero todavía no alcanzan para corregir viejas desviaciones o emprender tareas fundamentales que demandan voluntad, compromiso, sacrificio, trabajo duro y disciplina. Ejemplos. No solo continúan las paralizaciones y las amenazas, sino que la jornada escolar de ocho horas, la iniciativa más trascendente de este gobierno, es degradada a una jornada de medio día, con almuerzo, merienda y costos de día completo. Disponiendo de ideas y recursos, no se ha puesto en marcha un programa para formar y reformar masivamente, y con el rigor y dignidad que esa profesión demanda, una nueva generación de maestros. A pesar de los dolorosísimos recortes hechos a sectores vitales para financiar el 4%, nadie arriesga capital político para exigir a directores, maestros, alumnos y padres, el simple cumplimiento de su deber, para rescatar las tareas misionales de la escuela y desarrollar la institucionalidad de un sistema educativo respetable.

Después de tres años de rápidos incrementos presupuestarios, convendría concentrar dar el frente a tareas académicas e institucionales fundamentales, antes que el 4% pierda sus encantos.