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Ecoturismo y su virginal pureza

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Ecoturismo y su virginal pureza
El Estado dominicano debe priorizar el desarrollo del ecoturismo, explotando las bellezas naturales del país.
Aunque está creciendo rápidamente a nivel mundial, el ecoturismo representa un segmento del mercado no mayor de 20%, por lo que cualquier estrategia de apoyo, será también de diversificación del producto turístico.

Para los neófitos, la palabra "ecoturismo" provoca un melodioso tintineo. Al asociársele con lo prístino, lo natural y lo auténtico, ninguna otra modalidad de turismo genera más simpatía. En nuestro país, sin embargo, el halo ecuménico del término está salpicado por confusiones y malentendidos. Los que lo abrazan sin reservas quisieran verlo florecer y lo recetan sin conocer los enormes problemas que implica su desarrollo. Y los que le menosprecian no entienden las razones por las cuales debe ser el tipo de turismo más prioritario para el Estado.

Para mejor evaluarlo hay que definirlo bien. Debido a su creciente popularidad, sin embargo, no existe una definición que sea universalmente aceptada. Un referente autorizado es la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la cual lo define como: "Aquella modalidad turística ambientalmente responsable consistente en viajar o visitar áreas naturales con el fin de disfrutar y apreciar la naturaleza (así como cualquier manifestación cultural del presente y del pasado), que promueve la conservación, tiene bajo impacto de visitación y propicia un involucramiento activo y socioeconómicamente benéfico de las poblaciones locales."

Pero aun esta definición puede prestarse a confusión. El turismo de "sol y playa" como el que se practica en los resorts de playa no califica como ecoturismo. Tampoco el "alternativo" en sus vertientes de "turismo de naturaleza" y de "aventura". Aunque todos estos dependen de los recursos naturales (y culturales) existentes en el destino turístico, no necesariamente cumplen los otros requisitos que establece la definición de la UICN. Es decir, no necesariamente tienen bajo impacto ambiental/cultural, promueven la conservación o benefician las comunidades locales. El ecoturismo propiamente dicho cumple esos últimos requisitos.

Esto significa que los ecoturistas son consumidores especiales. Se diferencian de las masas de los turistas de playa, por ejemplo, porque no tienen al descanso como la principal meta de su viaje. Es la observación de la naturaleza y/o de las manifestaciones culturales asociadas lo que los motiva, con frecuencia buscando aprender cosas nuevas, vivir experiencias auténticas y experimentar una comunión con la naturaleza. Se caracterizan por tener altos niveles educativos y, por lo general, altos ingresos. Por ende, son clientes exigentes que esperan servicios de guía e interpretación de alta calidad y que satisfagan su aguda curiosidad.

De estas características se desprende la primera gran limitación del ecoturismo como opción de desarrollo. Aunque está creciendo rápidamente a nivel mundial, este representa un segmento del mercado no mayor de un 20%. Eso significa que los destinos que quieran atraerlo deberán no solo focalizar sus esfuerzos promocionales para pescar en ese segmento, sino también que la masa de donde se extrae la clientela es menor. En consecuencia, la competencia es más intensa entre los destinos competidores. Y los intermediarios del comercio de los viajes para este segmento también son menos.

Aquellos destinos cuyo producto turístico exhiba grandes atractivos naturales y/o culturales serán los que dominen el mercado del ecoturismo. En vista de que la RD no puede compararse --en su vecindario y en relación a riquezas naturales-- con destinos tales como Panamá, Venezuela, México, Costa Rica y otros países de Centroamérica, nuestras posibilidades de atraer grandes contingentes de ecoturistas son limitadas. Se debe aceptar que las riquezas naturales dominicanas son extraordinarias, pero palidecen ante la oferta de los países citados. La RD no clasifica como una potencia regional en materia de ecoturismo, a menos que se trate de los aspectos culturales.

Otras dos características del ecoturismo tornan problemática su explotación. Por un lado está el requisito de que los guías deben ser muy bien entrenados y conocer a fondo lo que enseñan. De lo contrario se corre el riesgo de que los ecoturistas se sientan desilusionados porque no le es posible interpretar adecuadamente el ambiente explorado. Lo segundo se refiere a la escala de operaciones: los ecoturistas andan en pequeños grupos (de hasta 30 personas) y exigen alojamientos que son relativamente pequeños. Los enormes hoteles de playa con que contamos, en cambio, manejan grandes cantidades de turistas y, por tanto, generan una mayor demanda de bienes y servicios locales.

¿Por qué entonces conviene que el Estado priorice el desarrollo del ecoturismo? La razón principal es de equidad del desarrollo: el ecoturismo tiene una mayor "derrama" económica y sus beneficios llegan a los estratos más pobres de la población. Esto así porque los empresarios prestadores de bienes y servicios ecoturisticos, al ser relativamente pequeños, son más numerosos que los propietarios de los hoteles grandes del turismo de sol y playa. También porque la actividad beneficia a comunidades apartadas que casi siempre están abrumadas por la pobreza.

Para los objetivos de la política pública, el mayor impacto distributivo del ecoturismo es su "virginal pureza". De ahí que se requiera que el MITUR monte un esfuerzo especial para auxiliar a entidades tales como la Red Dominicana de Turismo Rural (REDOTUR) y la Red Enriquillo de Ecoturismo Comunitario (REDEC), dos centrales ecoturisticas que agrupan a más de un centenar de proyectos (mipymes) distribuidos por la geografía nacional. Pero MITUR no debe limitarse a proveer fondos de desarrollo, sino que debe abordar el más engorroso reto de conectar los proyectos con los touroperadores y los clientes potenciales. Las 28 oficinas de promoción turística que tenemos en el exterior deberían tener esta tarea, facilitada por los medios electrónicos, como una primera prioridad en su trabajo en el exterior.

Al final, cualquier estrategia de apoyo al ecoturismo será también de diversificación del producto turístico. Al enriquecerlo, la estrategia proveerá el necesario complemento a los grandes hoteles de playa. Deseable sería que los hoteleros y touroperadores también apoyaran el desarrollo ecoturístico, aun cuando no responda directamente a sus propios intereses. Un primer gran reto que ellos podrían ayudar a conquistar es la aparición de paquetes que combinen una estadía en la playa con unos días en algún sitio o atractivo ecoturístico. Eso diversificaría nuestra oferta y ayudaría a que la derrama económica del turismo fuera mayor.