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Liderando el turismo responsable

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Liderando el turismo responsable
Frank Rainieri es el presidente del Grupo Puntacana. | Fotografo: José Justo Feliz

Como una bocanada de aire fresco habría que calificar la reciente intervención del empresario Frank Rainieri ante la membresía de la Cámara Americana de Comercio. Por vez primera en la historia de nuestro sector turístico aflora, en el discurso de sus líderes empresariales, una contundente convocatoria para que el empresariado mejore su contribución al progreso social y ambiental. Y por primera vez ese liderazgo prescinde del cansado reclamo por más promoción turística para esbozar una fresca y más equilibrada visión de los retos sectoriales de desarrollo.

Aunque con retórica elegante y muy a tono con su clase, la clarinada social de Rainieri parecería provenir del fervor revolucionario prevaleciente en la década de los sesenta. “El escenario político ha cambiado, y la economía tiene otro dinamismo. Pero para el empresariado, el reto es el mismo. Porque ayer como hoy, lo que tenemos que decidir es si nos quedamos en nuestros negocios, y olvidamos el entorno social y político en que ellos existen, o si actuamos como entes comprometidos y proactivos, para mejorar nuestra sociedad y su entorno.”

No es casual que Rainieri haya llegado a estas conclusiones. Su preocupación por el devenir del desarrollo nacional es de larga data y ahí está para probarlo el “Grupo de los Jueves”, una tertulia de amigos con más de cuatro décadas de vida. Esa tertulia fue pionera, al introducir encuentros informales con líderes de opinión para edificar a su membresía sobre los problemas nacionales. Hubo desde entonces en él una inquietud verdadera por mejorar los destinos nacionales, aun cuando fuese exclusivamente desde las gradas del sector privado.

Rainieri dibuja ahora un rol para el empresariado que exuda congruencia con los tiempos. “El empresariado es un generador de riquezas y debe ser agente de cambio social y ambiental, que sin renunciar a los beneficios legítimos de sus negocios, contribuye a mejorar las condiciones de vida de la sociedad. Debe impulsar el crecimiento institucional, ser proactivo en las organizaciones y estar atento al devenir político y al diseño y seguimiento de las políticas públicas. Ser pro-activo sin esperar que el Estado lo resuelva todo, pero al mismo tiempo, exigirle el cumplimiento de sus deberes y compromisos. En pocas palabras: Ser empresarios del siglo XXI.”

Pero más impactante que el pedido de solidaridad es la admisión de que el mismo es una cuestión de auto preservación para el empresariado. “En realidad, no hay elección. Podemos decidir cómo hacerlo, porque no hacerlo, no es una opción. Y es así, porque el progreso que necesitan nuestras empresas para crecer, sólo es posible si asumimos nuestra responsabilidad como agentes de cambio social y medio ambiental.” Tal estirpe de conciencia social se asemeja a la que ha propuesto el billonario Warren Buffet para Estados Unidos, cuando ha reclamado que los ricos paguen más impuestos.

En el quehacer turístico específicamente, Rainieri tiene en su haber un viejo rol de consejero y asesor de notables figuras. El presidente Balaguer acudió a él en varias ocasiones para consultar decisiones sectoriales y a él han acudido las principales cabezas de las cadenas hoteleras internacionales que operan en el país para auscultar su parecer. No sorprende entonces que haya ocupado la presidencia de la ASONAHORES y de la Asociación de Proyectos Turísticos de la Zona Este. Ese rol de liderazgo sectorial continúa proyectándose en las frecuentes declaraciones que hace a la prensa.

Naturalmente, el mayor logro de su carrera ha sido el vigoroso impulso que ha dado a su grupo empresarial. Batiéndose con numerosos obstáculos para viabilizar el desarrollo turístico de su región, Rainieri ha honrado su presidencia del Grupo Puntacana con notables triunfos. Si bien los hoteles de Club Med y de la cadena hotelera Barceló fueron los primeros que operaron en el polo de Bávaro-Punta Cana, Rainieri construyó antes que ellos unas pequeñas cabañas de veraneo, que fueron los pioneros de la hotelería del Este. De ahí en adelante, el polo y su aeropuerto han seguido creciendo en contra de todas las adversidades.

Con ese aval de realizaciones, Rainieri trazó en su perorata una nueva visión de las prioridades de desarrollo del sector turístico. Comenzó por hacer la atinada advertencia de que no “podemos manejar la industria turística “a la dominicana”, y manipularla con los métodos de la vieja escuela, siempre inclinada a crear controles, reglas proteccionistas o impuestos irracionales, desconociendo que el turismo es una actividad global, y se compite con el mundo, en un mercado internacional que tiene una dinámica fuera de nuestro control.”

Al admitir que la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos traerá aparejada una competencia turística mayor por nuestro principal mercado emisor, Rainieri también advirtió que “no podemos dormirnos en nuestros laureles.” Aunque la eficiencia de la industria turística dominicana supere a la cubana, señaló que “esa posición no es imbatible, y tenemos que seguir superándonos para mantenerla.” Es necesario instalar una “política de Estado” para el sector turístico, fortalecer la seguridad jurídica, y educar a la población para que abrace al turismo. De acuerdo con su visión, Cuba nos supera en esos aspectos, y en materia de seguridad y salubridad.

Rainieri coincide con quien esto escribe, al señalar que la estrategia que imponen las circunstancias debe centrarse en el mejoramiento de nuestro producto turístico. “Ahora debemos desplegar esfuerzos e inversiones en otros aspectos imprescindibles”, como en “hospitales públicos, acueductos, sistemas para recolección y tratamiento de aguas servidas en las zonas turísticas.” Es imperativo que se ponga orden en la casa del transporte, y que afrontemos el problema eléctrico con decisión.

Según el prominente empresario, “necesitamos un pacto con la clase política para crear un nuevo compromiso a escala municipal y nacional, que lleve a soluciones consensuadas y a la erradicación de le improvisación legislativa, y las normativas fuera de contexto. Debemos pasar a la etapa de leyes, regulaciones y una fiscalidad para el turismo, pensadas para el largo plazo.”

En relación con las oportunidades de negocios que están por explotarse, Rainieri nombró las principales. Citó al ecoturismo, al turismo de salud, el turismo inmobiliario y el turismo de compras. También dijo que había que abrir nuevos destinos en nuestro territorio, y abogar porque el “todo incluido” se enriquezca con ingredientes de nuestra cultura y nuestra identidad.

Al finalizar su discurso, Rainieri hizo un resumen con reminiscencias, deliberadas o no, de Thomas Picketty, el economista francés que ha denunciado la creciente desigualdad en el mundo: “Hemos hecho la revolución capitalista. Ahora tenemos que hacer la revolución social que transforme a nuestro país en una sociedad equilibrada, y con un progreso que beneficie a todos.” Es precisamente esta desafiante sentencia la que distingue este discurso de tan prominente líder empresarial en una pieza magistral que no tiene parangón en la historia de nuestro sector turístico.

La clave, por supuesto, radica en cómo se traducirán estas buenas intenciones en realizaciones concretas. No hay dudas de que el desarrollo turístico ha estado beneficiando a todos a través de sus aportes al empleo y a la generación de divisas. También es cierto que las inversiones en nuevos proyectos turísticos apuntalaran aún más esas contribuciones al bienestar colectivo. Pero el gran reto de la responsabilidad social empresarial es el más engorroso y escabroso de todos en este sector.

Si bien el Grupo Punta Cana ha sentado cátedra en esta materia –al crear una Fundación Ecológica con una ejemplar agenda de trabajo, reciclar su basura, y contribuir con una escuela y un dispensario médico para la comunidad de Verón—las cadenas hoteleras internacionales prácticamente han hecho caso omiso a esos buenos ejemplos. Queda claro entonces que el liderazgo de Rainieri todavía no ha logrado persuadir a esos coetáneos para que obtemperen y adopten sus buenas prácticas.