Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Actualidad

Piezas del museo de Tostado

Las mecedoras María Teresa, elaboradas por la fábrica de muebles de Grand Rapids, en Michigan, forman parte de las piezas que se pueden apreciar.

Doña Graciela García Godoy viuda Chottin, donó una urna de porcelana de Meissen que perteneció a Napoleón Bonaparte. Esta información fue confirmada por el antiguo director del museo del Louvre, señor Hubert Landais.

El motivo central de la pintura en su frente es el rapto de Europa, tema de la mitología griega: Zeus se enamora de la semidiosa Europa, y la rapta, convertido en toro. La escena interpretada por un artista de primer orden, ostenta en el paisaje celeste dos elementos de gran simbolismo: a la izquierda, un águila emerge de entre las nubes. A la derecha surgen unas palmeras en el cielo nuboso. El colocar símbolos en las escenas de un cuadro no era raro en la pintura europea. El águila era el símbolo del imperio napoleónico. El rapto de Europa hace alusión a la conquista de ese continente por las tropas del emperador y las palmeras se refieren a la conquista de Egipto.

El gobierno francés obsequió la urna a Ulises Hereaux y a la muerte del dictador, pasó a manos del poeta Fabio Fiallo, éste, a su vez, la vendió a don Augusto Chottin. Hoy en día el pueblo dominicano puede contemplar esta bella obra de arte, gracias a la donación de doña Graciela.

Las mecedoras María Teresa forman ya parte de nuestra tradición. Las asociamos a nuestro romántico pasado y las miramos como algo propio. Son sentimentalmente tan nuestras como la calle El Conde, las retretas en el parque, el dulce de leche, las habichuelas con dulce, los coches de caballos, en fin, la amalgama de olores, sensaciones, objetos, sabores y afectos que componen nuestros recuerdos.

En realidad el origen de estos muebles es norteamericano. Fueron realizados en las fábricas de muebles de Grand Rapids, Michigan, cuando en la segunda mitad del siglo XlX, la expansión hacia el oeste provocó una demanda de muebles baratos, ligeros, desarmables y fáciles de transportar. Eran muebles hechos en serie con maderas baratas: pino rojo, olmo o roble, con el asiento y el respaldo de pajilla, el respaldo curvado y decorado en su parte superior e inferior, calado, con balaustres y la pajilla en el centro. El asiento con borde de madera. En el frente el faldellín terminado en curva.

Tanto las mecedoras como las sillas tienen doble travesaño en las patas con torneados en el frente. El éxito fue inmediato y la demanda inmensa. Muy pronto Grand Rapids estaba surtiendo de muebles al Medio Oeste y el Oeste en constante expansión. Como si fuera poco, empezaron a atender demandas provenientes de las islas del Caribe y de Sudamérica.

Así fue como los muebles María Teresa se volvieron elementos del diario vivir en miles de hogares a lo largo y ancho del continente.

A pesar de su origen humilde y su fabricación en serie, no dejan e tener gracia y encanto. Indudablemente jamás pueden ser comparados con las piezas fabricadas por los grandes ebanistas europeos, pero son muebles graciosos, de líneas armoniosas, proporcionados, ligeros, frescos y e adaptan perfectamente a este clima tropical. Además, por su línea bien lograda, están destinadas a no pasar de moda, ingresando a la galería de muebles que por su línea bien lograda, sencilla y armoniosa, se adaptan a cualquier decoración, aun en ambientes vanguardistas.