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Un trajín incansable

Las palabras que establecen lazos entre sí por su significado forman una pequeña, o gran, familia. Así sucede con las que usamos coloquialmente para referirnos a una cantidad grande.

Del árabe rákbah proceden nuestras humildes recuas. Animales de carga con los que se trajinaba por caminos y veredas formando una hilera. De ahí que denominemos recua a una gran cantidad de cosas que andan unas detrás de otras.

Lo más engorroso de un viaje es la maleta. Curiosamente se llama viaje a ‘la carga que se lleva de un lugar a otro de una vez’. Y, aunque el DRAE, al que siempre me gusta acudir, solo lo registre para Venezuela, entre los dominicanos también se refiere a una cantidad grande de cosas similares.

Las balsas solían usarse para el transporte; el nombre pasó a denominar el cargamento y, en lenguaje coloquial, una cantidad grande. El troj, pequeño almacén de cereales, prestó su nombre a una carga de caña y ahora se ha puesto en boca de la juventud para nombrar una gran abundancia.

En un Taller de lectura me abordó una señora natural de Sabana de la Mar. Me dijo que en su tierra se usaba la palabra jarcia con este mismo significado. Hermoso viaje el de este sustantivo que empezó significando un conjunto de aparejos marineros o de redes de pesca y fue a usarse, hasta nuestros días, para referirse a un conjunto de muchas cosas.

Hoy las protagonistas han sido cuatro palabras humildes: dos apegadas al terruño y dos navegantes. La lengua no deja nunca de maravillarnos con su trajín incansable de palabras.

Twitter: @Letra_zeta