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Casa del Río en El Portillo, un homenaje a la Casa de la Cascada

Como a Frank Lloyd Wright, la arquitectura orgánica inspiró al arquitecto dominicano Pedro Borrell

Esta infraestructura diseñada por el arquitecto Pedro José Borrell, en Portillo, sigue la filosofía de la arquitectura orgánica, y es un homenaje a la Casa de la Cascada creada por el arquitecto Frank Lloyd Wright.

 Diseñada y construida hace un par de décadas, esta Casa del Río se convirtió en la residencia de veraneo ideal para un tejano que se enamoró perdidamente del paradisíaco entorno de la playa El Portillo. Siendo este un eterno admirador de la obra arquitectónica de Frank Lloyd Wright, le encargó al arquitecto Pedro José Borrell Bentz la misión de rendirle un tributo tropical a la Casa de la Cascada (uno de los trabajos más importantes de Lloyd y uno de los principales hitos arquitectónicos del siglo XX), situada en Pensilvania, Estados Unidos.

Con este reto en mente, el arquitecto Borrell localizó un lugar donde hubiese un río con la idea de represarlo, y cuando lo encontró procedió a construir la Casa del Río, para que esta “flotase” sobre él. Años después, el norteño propietario decidió vender esta residencia a alguien que la valorase en su justa dimensión, y fue de esa manera cuando pasó a manos de una familia dominicana. 

 En comunión con lo verde 

La zona circundante a la casa presenta un terreno ligeramente accidentado, un manglar que se mantiene prácticamente virgen, la playa de El Portillo y el arroyo sobre el cual se ubica Casa del Río. 

Es notable que la puerta principal de esta infraestructura de cuatro módulos se encuentra prácticamente oculta en la parte posterior. Es en esa cara norte, la opuesta a la que está frente al mar, donde se “esconde” un espectacular manglar, pueden encontrarse decenas de ninfeas, eneas y papiros, entre otras especies. En este espacio, el arquitecto Pedro José Borrell dejó bien claro el respeto por la naturaleza con el que diseñó este hogar.

Otra particularidad del ecosistema que rodea a esta estructura es que, dependiendo de la estación del año, tanto la vida animal del río como la vegetal -dentro y fuera de este- cambia drásticamente. Las plantas de jicacos (endémicas), las uvas del playa, las almendras; los cangrejos, las anguilas y las jaibas... son algunas de estas especies temporales. 

Al ingresar a esta residencia de veraneo, los altos techos, los grandes ventanales y la ausencia de paredes a lo interno de la terraza conducen la vista al mar; mientras que, el sonido del río se hace omnipresente, aunque su afluente es invisible en la mayoría de los interiores de la casa. 

Bajo el primer y único nivel, se observa un terreno con abundancia de rocas en el suelo, sobre las que está cimentado el edificio. La fachada está revestida de madera y contrasta con el verde entorno protagonizado por una vegetación exuberante, y por el azul vibrante que presenta el horizonte a través del mar. En el interior, la madera también dice presente, tanto en el piso y en el techo, como en las paredes, y se fusiona por doquier con la decoración interior y con el verdor circundante. 

 Otro elemento particular de esta construcción tipo cluster es que las áreas sociales y las habitaciones están totalmente separadas; sin embargo, todas circundan alrededor de una terraza, desde donde se puede ver claramente el arroyo que pasa por debajo. Esta amplia estancia central, que se constituye en el núcleo de Casa del Río, se extiende frente al dormitorio principal y está visualmente integrada al paisaje. 

En el interior de Casa del Río hay tres habitaciones (con sus respectivos baños) que son singulares por su distribución, ubicación y acabados. Entre estas habitaciones, hay una desde donde se obtiene una vista espléndida hacia el manglar que flanquea la vivienda por el ala norte; allí se aprecia este tesoro natural y hasta se puede avistar alguno que otro cuaco (un ave endémica) que suele hacerse presente en la zona. 

 A estos dormitorios se añade el de los anfitriones, que cuenta con un cuarto de baño y un extenso espacio que se extiende en voladizo en dirección sur. Tiene, además, una excelente vista a la playa, y exhibe una innumerable cantidad de detalles ornamentales, junto al  predominio del blanco en plena sintonía con la madera.

Las paredes de la terraza central, al igual que las del resto de la casa, son iguales a las de afuera, y están revestidas de una madera canadiense, resistente a los embates del tiempo. El suelo está igualmente enmaderado y el techo (a dos aguas en el área social y a un agua en las habitaciones) está recubierto por este material natural. Según se entra al comedor, a mano izquierda, se percibe un mobiliario de ocho sillas, donde la familia suele cenar aprovechando la frescura que se siente de noche en el área. A su derecha, está la sala, y a ambos lados de estas estancias hay varias puertas que conducen a la terraza central, donde se integran un comedor y un estar exterior. 

El diseño interior parece salir de la propia casa, junto a los elementos decorativos -preferiblemente basados en la naturaleza del entorno-, que le otorgan un aire de paz y tranquilidad a la vivienda. La Casa del Río no solo es un paradigma arquitectónico que promueve la armonía entre el hábitat humano y el mundo natural, es un destino de ensueño convertido en hogar.