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Buena vida

Bajo un palmar en Casa de Campo

De cara a la Isla Saona, Bayahibe y el Mar Caribe, esta villa goza de una excelente ubicación.

De cara al campo de golf Dye Fore, en Casa de Campo, La Romana, esta villa -de estratégica ubicación- nunca “puso en juego” sus privilegiadas vistas (hacia la Isla Saona, Bayahibe y el Mar Caribe), al ser construida. 

Diseñar la estructura de esta villa de Casa de Campo para que permitiese el disfrute de las magníficas vistas que ofrece el horizonte romanense, desde todos los ángulos, precisó del sentido común de su propietario y del uso de una brújula. Este instrumento orientó al ingeniero, que no solo construyó esta propiedad para su descanso y el de su familia, sino que estuvo claro desde el principio de que la aventajada localización de este solar -de 2,500 metros cuadrados- debía ser aprovechada al máximo.

 

Desde la terraza, la sala, el comedor, la cocina y la habitación principal de esta residencia de 800 metros cuadrados de construcción, se perciben incomparables panorámicas y se goza de una temperatura fresca y agradable. A pesar de que la infraestructura se erigió en hormigón –previendo las temporadas ciclónicas-, el diseño arquitectónico a cargo del anfitrión propicia la fluida circulación del aire y la implementación de materiales naturales, que aligeran la construcción y enriquecen visualmente al ambiente. Entre los elementos propios de la naturaleza, que se presentan por doquier en esta residencia, están: la madera, como el roble, el pino, el cedro y la tabla de palma; las lajas y piedras del río; las tejas (colombianas) de barro cocido; el mármol local en los pisos; y el hierro.

 

Y es que, desde la entrada de esta villa, de donde se observan sin interrupciones el módulo central de la casa, la piscina y hasta el campo de golf Dye Fore, se aprecian los revestimientos naturales exhibidos a lo largo y ancho de los paramentos frontales, incluyendo los adyacentes a la marquesina techada y al pasillo -provisto de techos auto portantes repletos de triangulaciones y de vigas enmaderadas transversales y ornamentales-, ambos conducentes al umbral. Estas paredes de la fachada se visten de piedra, aligerando un poco el concreto; algunas están barnizadas y tapizan una cascada artificial, contrastando con las tonalidades de las que no están, embelleciendo así el exterior. 

Para el ingeniero y propietario de esta villa, que aprovechó el terreno llano de la zona, a fin de erigir la infraestructura en un dos por tres: “Lo arduo son los detalles y la ambientación”, según afirma. Mientras el proceso de construcción solo duró un año y seis meses, el de decoración conllevó 45 días y estuvo a cargo de la diseñadora de interiores Miguelina Zimmermann de Martínez.

 

La amplia experiencia acumulada por esta profesional le permitió implementar un diseño “con una mezcla del estilo campestre y citadino; con un ambiente de nitidez, pero con rusticidad”.

Bajo un encumbrado techo a dos aguas, del cual pende una espectacular lámpara -compuesta por 36 cubos- sobre la sala principal, este salón exhibe una mezcla de estilos, donde se combina lo oriental, con piezas clásicas y rústicas, sin dejar de lado la ornamentación contemporánea. En el comedor, al igual que en el resto de las áreas sociales, se hace más que evidente la integración de la naturaleza, a través de curiosos arreglos de plantas y flores; allí, también se observa una lámpara (en consonancia con la de la sala) y la colocación de tres jarrones idénticos, sobre la mesa central para 12 comensales, como toques que le aportan sutilidad y elegancia a la formal estancia.

 

Para Zimmermann, la teoría de decorar con elementos prácticos y sencillos -tal y como califica a los dueños de esta villa- fue puesta en práctica al implementar estos aditamentos en los siete dormitorios de la infraestructura, y en sus respectivos baños, personalizándolos y dándoles pequeños toques diferenciales entre sí.

 

Sin embargo, son el orgullo del anfitrión de esta propiedad: la piscina, que fue llevada hasta el fondo del patio, aprovechando al campo de golf como espacio visual ulterior; el jacuzzi, donde el agua cae en cascada hacia la piscina; y el asadero, que es ampliamente disfrutado junto a sus familiares y amigos. No obstante, son los tesoros más admirados por el dueño y diseñador de esta villa: las vistas de Bayahibe, de la Isla Saona y del Mar Caribe, en el horizonte; y con esto sí que no juega ni aun estando frente a un terreno de juego...

@olgaagustin