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Buena vida

Una casa con sabor cubano en el Este dominicano

En esta residencia de Casa de Campo el arquitecto Miguel Llodrá implementó los criterios de diseño de las casas coloniales de Camagüey (Cuba), con los arcos de medio punto y las columnas redondas; las amplias galerías de circulación y un espacioso patio interior colmado de enredaderas; y la presencia de plantas frutales y ornamentales.

 “Todo el mundo la conoce como la casa de los arcos”, admiten los propietarios de esta residencia ubicada en Barranca Este, Casa de Campo, cuyo terreno presentaba originalmente una topografía muy accidentada y con un gran desnivel.

Si bien es cierto que el sobrenombre de esta casa parece estar bien fundamentado, a juzgar por la cantidad de arcos existente (39 en total), no se puede negar que esta tendencia se ciñe al estilo arquitectónico utilizado por el arquitecto Miguel Llodrá, responsable de este proyecto, quien utilizó al máximo los arcos de medio punto y las columnas redondas.

Sin embargo, Llodrá no hizo más que interpretar las preferencias de sus clientes, un matrimonio cubano amante de las casas coloniales de Camagüey, cuyos códigos arquitectónicos se caracterizan -entre otras cosas- por el gran impacto visual de sus fachadas, debido a la implementación de un estilo ecléctico con influencia art nouveau. Se observan elementos como el empleo de pilastras a lo largo de la entrada, puertas y ventanas enmarcadas en arcos de medio punto, y puertas de tablero de dos hojas con elementos decorativos de gran riqueza imaginativa.

De ese modo estos cubanos, radicados en el país desde 1985 y con asiento definitivo en Casa de Campo desde hace media década, le encomendaron a Miguel Llodrá la construcción de su vivienda.

Inmediatamente, el arquitecto erigió la entrada principal, levantando el nivel del piso cuatro escalones por encima del de la calle, y la dotó de una decoración que porta, igualmente, elementos propios del estilo ecléctico. En esta área, poseedora deun amplio espacio empleado como garaje, se percibe una escalinata de coralina, que conduce al recibidor de la casa. Se accede a esta pieza a través de un gran portón enmaderado de tablero de dos hojas, que permite avistar al fondo un muro revestido de coralina, de aproximadamente siete metros de altura, mientras un mueble del siglo XIX le antecede y refleja a través de su espejo la imagen de todo el que lo contempla.

Podría decirse que este recibidor, junto a un área social denominada por la anfitriona como el “camino de los elefantes”, forman parte de una logia (un elemento arquitectónico muy utilizado en la arquitectura italiana del siglo XVII) que funciona a modo de galería y que está abierto íntegramente por uno de sus lados, y sostenido por columnas y arcos.

A partir de esa logia, el arquitecto Llodrá desarrolló escalonadamente un proyecto en forma de “U”, que agrupa a su alrededor a los dormitorios, a las áreas sociales, al comedor y a la cocina, buscando visuales siempre hacia el mar, y ubicando a la piscina y al jacuzzi, junto a sus áreas de estar, en el centro de esa “U” y por debajo del nivel de las terrazas y de las estancias que circundan a este espacio. 

 

Entre los materiales utilizados por los arquitectos Miguel Llodrá y Joaquín Galván, y por el ingeniero Juan Novas, a todo lo largo y ancho de estos 850 metros cuadrados de construcción, se evidencian el uso del mosaico hidráulico, de la teja de barro y la doble teja, del pañete exterior que mezcla tierra de la zona con cal y con otros productos para emular la textura y el color de la época colonial, de los pisos de coralina envejecida en áreas exteriores, de la piedra caliza y del saltillo mexicano.

 

El reinado del detalle

El arquitecto Miguel Llodrá y los esposos que habitan este hogar, tienen en común más que una sólida amistad de más de 15 años: los tres sienten una profunda pasión por el detalle.

 

Y es que, desde una lámpara cubana de cristal de Bacará del siglo XIX, que fue armada pieza por pieza por sus propietarios, hasta la colocación ornamental de coralina envejecida en algunas áreas, dentro de la cual se pueden observar pequeños caracoles, son algunos de los detalles que se presentan en cualquier rincón de la vivienda.

Existe también una batería de muebles, dispuestos en todas las áreas, que provienen en su mayoría de Indonesia y que fueron adquiridos, casi en su totalidad en La Romana. Este mobiliario se presenta en madera de teca (una material tan duro, elástico e incorruptible, que hasta se emplea preferentemente en algunas construcciones navales).

 

En el “camino de los elefantes”, por ejemplo, el sofá, los sillones, la mesa central, una escultura... Todo parece cobrar forma de elefante por ser un animal que, a juicio de la anfitriona, trae buena suerte al hogar.

Al lado de esta logia, un salón de estudio plantea una concepción espacial donde se fusiona con el patio central a través de un balcón dotado de un aire mediterráneo. Aquí, el estilo decorativo es ecléctico; la presencia de muebles de teca, de pomos cubanos antiguos, y de pinturas de artistas cubanos y dominicanos, permite apreciar el carácter familiar que tiene lugar entre estos muros.

Tres habitaciones (la de los anfitriones y las de sus dos hijos) son una franca invitación al deleite visual. Objetos de valor histórico y artesanal, como una cama perteneciente a la época de cuando Indonesia era colonia de Holanda, o como algunas reliquias, son algunos de los artículos que se pueden apreciar en el entorno.

 

En la habitación matrimonial, una amplia estancia abierta a un patio de luz y al área de la piscina, se sitúan: una pequeña área de estar, un espacio reservado para un escritorio y una imponente cama indonesia inspirada en un mueble de la Colonia inglesa. En tanto, la ropa de cama es italiana, las mantillas decorativas imperan por doquier.

 

Por su parte, tres espaciosos cuartos de baño, donde dos de ellos (los de los hijos) son tan atrevidos que permiten ducharse “al aire libre”, presentan baldosas hidráulicas que acentúan la expresión artística cubana a través de sus colores y diseños.

 

En el otro extremo de la “U” es toda una experiencia adentrarse al comedor y, justo al lado, insertarse en la amplia cocina, con su meseta de mármol, una isla central y todo un arsenal de elementos decorativos alusivos a la figura del gallo, donde se sigue la tradición francesa de incluir la figura de esta ave para atraer a la buena suerte.

 

Ya en el exterior, la terraza ofrece una refrescante vista hacia un jardín que evoca una sensación de reposo y de frescor, donde coloridas plantas frutales y ornamentales trepan sobre rústicos pergolados, muros y portones. Y son, justamente, estos elementos arquitectónicos tan rústicos como el estilo que guió a este matrimonio para hacer de su vivienda una réplica de aquellas residencias coloniales de Camagüey, que gracias al arquitecto Miguel Llodrá parecen haber cobrado vida a través de esta “casa de los arcos”.

@olgaagustin