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Una infraestructura con las puertas abiertas a Natura

A partir de la intervención de la diseñadora María del Mar Moré y de los arquitectos Gustavo Luis Moré y César Leroux, esta casa capitaleña al estilo de los años 70 y 80, mantuvo su identidad de volúmenes diagonales, cubiertas inclinadas de un solo plano, tonos blancos y maderas oscuras, pero acoplada a una nueva arquitectura con una paleta contemporánea, chic e informal.

Tras el paso de más de dos décadas de abandono en Arroyo Hondo Viejo, la responsabilidad de remodelar esta infraestructura recayó en hombros del arquitecto Gustavo Luis (Cuquito) Moré a fines de 2010. Al principio, este profesional dominico-italiano procedió a clausurar la entrada desde la Avenida República de Argentina y a realizar algunos cierres en las habitaciones del segundo piso, pero la verdadera intervención de la obra estaba por venir: la ampliación de las áreas sociales, la reformulación de las cinco habitaciones y de igual número de baños, el enriquecimiento de las áreas de servicio y el remozamiento del paisajismo, serían algunos de los detalles a tomar en cuenta.

Constituida en un verdadero mirador hacia el Parque Botánico Nacional de Santo Domingo, esta residencia de tres niveles y 1, 425 metros cuadrados contribuyó a que Cuquito Moré, María del Mar Moré y César Leroux se empleasen a fondo para superar los descuadres estructurales del diseño original y la falta de mantenimiento por añejamiento.

A partir de ahí, procedió a crear una nueva crujía en la que dispuso una marquesina cubierta para cuatro vehículos, el umbral de acceso a la casa, y un jacuzzi tipo infinity (de cara al Botánico) junto a una terraza de apoyo. Este espacio entre los muros de carga fue definido gracias a dos vigas de hormigón sobre unas columnatas paralelas, articuladas por otras vigas diagonales que resuelven tanto la tensión triangular del esquema y los árboles existentes, como la interconexión con la difícil y aguda estructura de la casa original.

Un camino articulado por medio de una losa plana, perforada con círculos sobre una jardinera, dirige los pasos del visitante hacia el nuevo volumen de la sala que fue anexada al proyecto original. Paralela al parque botánico se situó una gran estructura para el espacio social, que fue trabajada en hormigón armado con una cubierta de madera y tejas. Esta área se vincula con la sala-comedor existente, y también permite las vistas desde la habitación principal del segundo nivel hacia el gran jardín citadino.

En los interiores se incluyó el hormigón armado; la coralina y el mármol travertino en los pisos; la madera en los techos nuevos y en los elementos verticales que funcionan como calados; las claraboyas náuticas originales y el mármol blanco cristal y Cesar White, en los baños. De su lado, las puertas, ventanas, cocinas, barandas y otros elementos fueron modificados, sustituidos o diseñados ex profeso. 

 

“Nos interesaba explorar la domesticidad del gris del hormigón visto, la belleza de la madera sutilmente teñida y la frescura y eternidad del travertino en los pavimentos, entre otros detalles”, explica el arquitecto Moré, quien también contempló el desarrollo de varias piezas de diseño original, como lámparas de piedra coralina y bancos construidos en acero y en antiguos cuartones de ferrocarril.

De la decoración y el interiorismo se encargó la anfitriona. Dispuso piezas mobiliarias y ornamentales provistas de modernidad y frescura en todas las áreas. Los estampados contemporáneos en las telas de los muebles y en los entelados de pared, con claves y símbolos (en su mayoría, blancos, grises y amarillos), y la presencia de elementos plateados en diversos detalles y terminaciones, se constituyen en el hilo conductor a lo largo y ancho de esta residencia.

 

De ese modo, esta infraestructura que abre sus puertas a Natura logró el perfecto equilibrio arquitectónico e interiorista, que refleja la sofisticación e informalidad, junto a la representatividad y el confort… Cualidades inherentes a sus propietarios.