Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
general

El ángel del tránsito de la Máximo Gómez

Expandir imagen
El ángel del tránsito de la Máximo Gómez

En medio de los tapones y del hartazgo de la vida, ver a este hombre hacer su trabajo con tanta alegría te pone a pensar...

Mi ruta por la mañana es larga, sinuosa y plagada de semáforos, por lo que se da por descontado que antes de llegar a una calle principal he vaciado una gaveta de insultos, juzgado de mala manera a la madre del Amet de turno y pensado tres veces en mudarme a cualquier lugar del mundo donde no hayan motoristas, carros públicos, guaguas ni gente...

Pero todo cambia cuando tomo la Pedro Henríquez Ureña para cruzar la avenida Máximo Gómez tempranito en la mañana. Si ha vivido en la capital, o le han contado, lo que más se parece a los atrios del infierno es la Gómez en hora pico. Porque además de motoristas, carros públicos, guaguas y gente... se suman las patanas, cabezotes, vehículos de giros amplios, volteos y demás especies pesadas intentando llegar al Malecón a cualquier costo, para sumarle horas al tapón.

Y así, de la nada, en medio del caos, de las bocinas y los improperios mentales te sale al paso una sonrisa angelical. Frenas de golpe porque no lo crees. Como por arte de magia la mañana cambia y el pesado tránsito deja de ser el objeto de atención. ¡Hay un ángel bailando en la Gómez!

Con un trabajo que nadie quiere y encima, desacreditado gracias al pobre desempeño diario de los AMET, este caballero dirige el tránsito como si flotara. Te regala unos pasitos de baile, giros de ballet incluidos y con energía, con prisa, pero sin pausa, gobierna el caos. Y todos, todos, lo respetan.

De estatura baja, uniforme gris y casco blanco tipo “cabeza e’ clavo e’ zinc”, es de los pocos policías de tránsito que quedan en las calles. Detiene, da paso, saluda y si le pasa una dama por el frente lo he visto quitarse el casco para piropearla a la antigua usanza... todo lo anterior sin perder la sonrisa y sin demostrar que el sol le pica o que la cacofonía de las bocinas le molesta como a mí.

No conozco su nombre, pero me he detenido algunas veces a saludarlo y darle las gracias. Es un hombre que honra su trabajo, lo dignifica y, con su actitud de sana alegría, me mueve a momentos de reflexión. Tantas veces nos quejamos de nuestros trabajos con aire acondicionado, sillas ergonómicas y computadoras de última generación, tanto nos quejamos de todo y no agradecemos a las personas que sacrifican su vida para facilitar la nuestra.

No dudo que más de una vez al día lo bañan de insultos a pesar de su buena disposición, o que haya pensado en renunciar mil veces visto el poco aprecio o respeto que tienen por su trabajo, pero no me queda duda de que ese señor, a quien no me he presentado formalmente todavía, se levanta todos los días a dar lo mejor de sí a pesar del clima, de su sueldo cebolla, de sus propios problemas y de la mala educación de los choferes a quienes pone en cintura.

No lo conozco todavía, pero quiero honrarlo con estas líneas de la misma manera que él honra su trabajo. Y es que una sonrisa puede cambiar el flujo del tránsito y hacer tu mañana más llevadera.

Por cierto... ¿ya sonreíste hoy?

Ilustración: Ramón L. Sandoval