Sin miedo a morir

Se llama Antonio Lozano. Tiene un bigote gris que, cuando se ríe, se ríe con él.

–Tú eres dominicano –me dijo la primera vez.

–No luces –agregó.

–¿No luzco qué?

–Dominicano –respondió quien sería mi nuevo amigo.

–¿Cómo son los dominicanos?

–Los que conozco son más oscuros.

–Yo soy jabao –le dije riendo–, abuelos corsos tuvieron la culpa.

–Yo soy africano –me dijo él.

–Tampoco pareces.

–Nací en Marruecos y vivo en las Canarias.

De ese momento en adelante nos caímos bien. Antonio es escritor, lleva varias novelas escritas y en este festival se estrena una obra suya, “Me llamo Soleiman”, desgarradora historia de un emigrante que aplaudimos de pie.

Cada vez que nos encontrábamos nos unía la simpatía. Él me contaba, yo le contaba; la amistad crecía.

–Si alguna vez vienes a mi isla te quedas en mi casa –me dijo–. Quiero que mi mujer y mis hijos te conozcan.

–Lo mismo te digo si vienes al Caribe, te prometo que vas a descubrir el paraíso.

Coincidimos en el cáncer.

–¿Tú tuviste cáncer? –le pregunté. ¡Qué coincidencia, yo también!

–Yo tengo cáncer –me dijo sin desdibujar su sonrisa–, metástasis en el hígado.

Todo esto dicho sin dramatismo, como quien dice que tiene un jardín.

–Pues Freddy, lo llevo –y dicho esto me mostró todas las heridas que tenía en su abdomen–. Ya me han hecho de todo.

–¿Tienes miedo?

–No –contestó con sorpresiva paz.

–He hablado con mis hijos, que aún son muy niños, y preparado a mi mujer. En cualquier momento todo puede empeorar; mientras, vivo lo que puedo y celebro como tú la vida.

Imposible no darle un abrazo.

–Antonio –le dije– contaré tu historia, así es que hay que esperar la muerte, agradeciendo lo vivido.

Ilustración: Ramón L. Sandoval

Freddy Ginebra