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El diseño mexicano de Anndra Neen

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El diseño mexicano de Anndra Neen

Una de las carteras más espectaculares que he visto en los últimos dos años, una jaula de metal llamada Cage, que es a la vez minimalista y cautivadora, vino de la firma Anndra Neen. Detrás de la marca están las hermanas mexicanas Phoebe y Annette Stephens, dos diseñadoras del DF, que combinan con gran inteligencia visual la identidad artística de su país con guiños a la arquitectura modernista global y el wabi sabi japonés.

Conversé con ellas hace unos días sobre la inspiración detrás de sus piezas, la importancia de aferrarse a la identidad mexicana y hasta del público dominicano —para mi sorpresa, conocen bien el país—. Tras estudiar sus diseños y el esmerado trabajo detrás de los mismos, seguramente ustedes llegarán a la misma conclusión que yo: las dominicanas desde ya debemos hacer un espacio en nuestros clósets para los exquisitos accesorios de Anndra Neen. Acá les dejo con cinco cosas que aprendí de la marca, tras una conversación con sus creadoras desde su estudio en Manhattan.

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[1] Detrás del nombre Anndra Neen

Del revoltillo de las letras que forman Phoebe Alejandra y Annette salió como resultado Anndra Neen. “Buscábamos algo atemporal, que no necesariamente tuviera nuestros nombres, y que resistiera al paso del tiempo”, explica Phoebe sobre sus inicios en 2009.

De alguna forma, el mismo nombre de Annette también hace alusión a una de las principales inspiraciones detrás de los diseños: la abuela paterna de las hermanas, Annette Nancarrow, era una artista plástica que dejó su natal Nueva York para cruzar la frontera y sumergirse en la vida artística mexicana —así, bien de #squadgoals, tipo que Frida Kahlo era su BFF y la escritora francesa Anaïs Nin le caía en su casa de Acapulco—. “¡Hizo de todo!”, cuenta Phoebe. “Hizo y deshizo, conoció a mil gentes, se casó cuatro veces, fue un personajazo. Crecimos con esa influencia suya. Ella tenía mil cuentitas que coleccionaba, y todo el día estaba creando no sólo en artes y esculturas, sino también con la ropa”.

[2] México Lindo

Hace poco, siguiendo la línea escultural de su joyería y sus accesorios, las hermanas prepararon una colección de vasos licoreros para Vogue, con motivos tradicionales mexicanos sobre el vidrio —por ejemplo, el del pájaro quetzal y su plumaje—. “Desde que empezamos, mucho del enfoque fue poder demostrar que un producto latino puede competir en un mercado internacional”, cuenta Phoebe.

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Ellas están conscientes de que hay muchos ojos en Nueva York, la ciudad donde residen gran parte del año, puestos sobre Latinoamérica —y en especial, en México—. “Tomamos influencias de nuestra abuela y de Frida Kahlo, quienes valoraban el diseño mexicano y no lo buscaban en el exterior”, explica Annette. “Eso es lo que queremos en esta generación”.

De hecho, las Stephens —quienes visten huipiles en Manhattan con orgullo— producen sus piezas con materiales y mano de obra mexicana, utilizando los conocimientos de orfebrería de un puñado de artesanos locales. “Nuestra meta era valorizar lo que tenía México, y demostrar que se podía competir sin irse a China... era demostrar que la producción en México puede estar a ese nivel”, añade Phoebe. “[Para muchos mexicanos], como Estados Unidos está cerca, era medio aspiracional: todo lo que estaba allá era mejor, incluyendo la ropa. Pero ahorita estas cosas están cambiando”.

Si quieren ser testigos de ese cambio, busquen algunas de las recomendaciones de diseño local de Phoebe y Annette, que incluyen nombres como Tristana, Julia y Renata, Man Candy y Hecho en México.

[3] Las manos que crean las piezas

Hacer esa cartera Cage —de hecho, el artículo más vendido de todas las colecciones que han lanzado a la fecha— a la que me refería al principio, le toma casi 16 horas a un artesano, colocando alambre por alambre totalmente a mano. Ese es el tipo de esmero con el que se elaboran, en cobre, latón y niquel, la joyería y las carteras que diseña el dúo... un esmero que también se extiende a la conceptualización. “Desde la primera colección han sido piezas súper fuertes, pero tenían algo muy femenino”, concluye Phoebe. En efecto, cuando les piden describir sus piezas, hablan de un híbrido entre La Dolce Vita y Yohji Yamamoto, o Mad Max y las “ladies who lunch”. Si ven lo delicadamente geométrico de la pulsera Sofiko, la delicadeza casi egipcia del collar Cleo y el minimalismo tribal de la gargantilla Muza, se van a dar cuenta a qué se refieren.

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[4] La importancia de escuchar hacia dentro

“En realidad, diseñamos para nosotras mismas: hacemos piezas que nos apasionan, que nos queremos poner”, añade Annette. “Cuando cambiamos el diseño para complacer al cliente, esas piezas nunca halan. Las piezas exitosas son las que nos encantan a nosotras”. Por eso, las hermanas han aprendido una lección creativa como empresarias: “Si tienes una visión propia muy fuerte, es sólo seguir adelante sin cuestionarte”, resume Phoebe.

[5] Dominicana

Anótenlo: seguramente verán las piezas de Anndra Neen en un trunk show en Santo Domingo próximamente. De por sí, las diseñadoras conocen bien el público local, gracias a un puñado de grandes amigas dominicanas y a vacaciones que han tomado por toda la media isla. “Adoramos el país”, cuenta Annette. “Las dominicanas son sofisticadas en términos de cómo se visten, y están muy avanzadas en comparación con el resto de Latinoamérica en ese sentido”, añade. “A la gente allá le gusta invertir en piezas, y tienen mucho estilo. Nos encantaría que se pusieran nuestros diseños”.

En lo que llega ese trunk show, pueden comprar sus diseños, que van de los US$65 a los US$850, directamente en la tienda online de la marca.

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