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Especial NYFW: Estar frente a Josep Font y que te coman la lengua los ratones

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Especial NYFW: Estar frente a Josep Font y que te coman la lengua los ratones

NUEVA YORK. Hay diseñadores que entienden orgánicamente que uno de los grandes trabajos de la industria de la moda es hacer feliz a quien lleva las piezas, pero también a quien las presencia. Por eso, mucho antes de tener en mi clóset mi primera pieza de Delpozo, sonreía sin darme cuenta cada vez que veía los conjuntos coloridos que creaba Josep Font, el director creativo de la casa española. Font es una de las personas que más admiro creativamente, y desde su llegada a la posición principal del atelier en 2012 había soñado con poder conversar con él sobre su inspiración.

Claro, que del dicho al hecho... lo tuve de ahí a ahí antes de comenzar el show de primavera-verano 2016 en la New York Fashion Week, y casi que me comieron la lengua los ratones.

Cuando mis contactos de MAC me confirmaron que el show de Delpozo estaba entre el listado de pasarelas a las cuales tendría acceso casi completo, no pude aguantar la emoción, y en mi cabeza comencé a hacer el listín de preguntas para Josep: ¿Será que por ser arquitecto es tan bueno con la geometría de los bloques de color? ¿Prêt-à-couture es un híbrido más difícil de lo que parece? Habiendo tenido una marca propia, ¿cuánto lo ata y cuánto lo libera trabajar para un nombre con una tradición de más de cuatro décadas?

Era el último día de trabajo de la semana de la moda, y aun con el cansancio acumulado llegué tres horas antes al desfile, a las ocho de la mañana —no habían llegado ni las modelos—. Ahí pude ver a la artista líder de maquillaje dar instrucciones explícitas y casi científicas sobre la paleta del show —escarcha plateada en el párpado que, a pesar de su brillo, parezca invisible—, y me pareció estar frente a un doctor: con ese nivel de experiencia tan alto, se enfocaba en detalles que yo nunca había imaginado que existían. Poder ver a esos artistas trabajando a lo largo de esta semana despertó en mí un interés que desconocía que tenía por el maquillaje. Ahora, con este conocimiento de productos nuevos, trucos y tendencias, no puedo esperar a aplicar esas lecciones en mí misma.

En ese momento Fernando Santos, mi compañero fotográfico, me avisa por WhatsApp que hay mucha acción del lado de la ropa. Como perro por mi casa entré emocionada, y lo primero que vi fue algo voluptuoso, rosado pálido... perdí un latido del corazón y suspiré ante la calidad de la confección y la elección del color. Sigo caminando y veo un traje verde con azul con un minucioso bordado en la cintura, y no lo pude resistir: saqué el celular para grabar un vídeo del lugar y compartir esto con mis amigos. Estaba en las mismísimas nubes grabando pieza por pieza, ensimismada, cuando de repente a una mano en mi hombro le acompaña un “¿De dónde eres?” en acento español. Al girarme y ver a Josep Font delante de mí, se me apagaron las luces en la cabeza y, en vez de responder por el medio al que representaba, dije “¡De República Dominicana!”. Me quedé sin palabras: EL Josep Font que viste y calza, delante de mí.

Casi una hora después recuperé el habla, y con la ayuda de la garra de Fernando pude gestionar una foto con Josep. Ahí, mientras él fumaba para calmar los nervios, le comenté cuánto le admiraba y lo feliz que me sentía con las piezas que tengo de su anterior colección.

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Infografía

Una de esas piezas es un zapato cian de tacón grueso que dudé en ponerme para el desfile, por si se me hacía incómodo ir tan alta. Las seis jóvenes encargadas de Relaciones Públicas de la marca me hicieron lamentarme: cada una llevaba una variación del zapato, en plataforma, plano, tacón fino y sandalias, vestidas de Delpozo desde la camisa de caída cuadrada hasta los pantaloncitos sin una arruga. Mientras tanto, iban llegando mi lista de compras en vivo: llegó una chica española con un vestido tubo largo diseñado por Josep, combinado con unos zapatos Oxford —no resistí, y comencé a tomarle 500 fotos—; Mira Duma sencillísima pero preciosa, y tan obsesionada como yo con tomar fotos en su celular; Chiara Ferragni como de ocho pies de altura, comprobando en la cámara frontal de su celular lo cansada que le había dejado el trajín de la semana de la moda. Y al poco tiempo comenzaba el desfile, y a Fernando Santos y a mí nos habían dejado pasar a la zona de los fotógrafos. Fernando se entregó a su cámara y yo, para no estorbar, terminé sentada sobre el maletín de accesorios de uno de los fotógrafos también entregados. Y mientras salía un look tras otro, recordaba lo impactante que era haber visto, minutos antes, cómo Josep Font se encargaba de corregir cada milímetro de las piezas, con una maestría que intoxica y un ojo que definitivamente no es humano. Y ahí se me olvidó que estaba sentada encima de un maletín, se me olvidó el cansancio de la semana y todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, y sonreí. Después de todo, ¿no es esa la finalidad de la moda?

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