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Una semana de besos en el Museo Coca-Cola

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Una semana de besos en el Museo Coca-Cola
Foto: Emilio Rodgar

Cuando recibí la invitación para visitar en primicia el Museo Arte de la Botella Coca-Cola, no tenía idea de qué esperar. ¿Una colección de arte inspirada en la bebida gaseosa? ¿Objetos históricos? ¿La historia de la botella Contour, que en 2015 cumple 100 años? Al entrar al museo a través de una humareda efervescente pude ver que dentro hay todo eso y más.

Ese humo efervescente que da la bienvenida al Museo tiene un secreto: ¡Huele a Coca-Cola! En ese salón, donde tiene lugar la primera parte de la visita, se usan los cinco sentidos: el olfato con el olor ya archiconocido de la bebida, el tacto con una cadena de botellas Contour que giran al tocarse, el oído con el sonido de las burbujas, la vista con unos “espejos” que reflejan al visitante en estado efervescente y el gusto, con una Coca-Cola servida a temperatura perfecta.

A partir de ahí, los también efervescentes guías comparten datos graciosos sobre la botella: por ejemplo, hace poco más de 100 años la compañía ganadora del concurso para diseñarla se equivocó, pensando que la bebida contenía chocolate, y se inspiró en la forma redondeada y los surcos del cacao para hacer el contenedor. ¡Qué error que salió bonito!

Luego de esto, se puede volver a la infancia poniendo mano: en el Museo hay una máquina que te permite diseñar tu propia botella —yo me llevé del gusto e hice dos diferentes—, una cabina fotográfica donde puedes dar un beso a lo Coca-Cola y una escultura de las partes de una botella gigantesca que solo se unen cuando se ven a través de un agujero especial.

Y para quienes gustan del arte moderno y contemporáneo, en el salón principal del Museo hay unas 20 joyas, entre lienzos, esculturas e instalaciones: ahí pueden ver clásicos como la serigrafía cocacolera de Andy Warhol que adornó la carátula de un álbum de The Velvet Underground o piezas más recientes, como la tapa gigantesca de un pequeño Picasso pintando la botella, obra del artista Pakpoom Silaphan.

La exposición tiene un toque local en su tramo final, con objetos seleccionados de las colecciones de dos fanáticos de la Coca-Cola de Santo Domingo y La Vega: ahí van a encontrar objetos dominicanos —como el chupi de 1984 que fue el punto de inicio para el coleccionista verano y los vasos especiales de provincias dominicanas que lanzó la marca cuando yo era niña — e internacionales, todos con su historia debidamente detallada.

Al salir del Museo llamé a muchísimos amigos, especialmente a los que tienen niños, para exhortarles a que definitivamente vivan esta experiencia para no perderse. Lo mismo le digo a ustedes: hasta este domingo 29 de noviembre en el tercer piso de Sambil van a tener la oportunidad de vivir una experiencia multisensorial, artística, juguetona, graciosa y muy bien organizada, a cambio de dos tapitas de Coca-Cola como entrada. ¡No dejen de visitarlo!

P.D. No se pierdan, en la entrada, la instalación de tapitas recicladas de Marcelo Ferder y los murales de Poteleche y Los Plebeyos.

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