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Putin empuja a Modi de India hacia Estados Unidos

El primer ministro ha decepcionado en casa, pero ha sido enérgico y asertivo internacionalmente

El mundo parece un lugar diferente cuando se ve por el otro extremo del telescopio. Para los occidentales, la crisis en Ucrania se trata de la amenaza para el orden europeo que plantea el revanchismo de Rusia. Durante mi visita a Nueva Delhi el otro día, se me presentó una perspectiva diferente. Sólo hay un ganador que emergerá de la confrontación del presidente Vladimir Putin con Occidente: Xi Jinping de China.

Narendra Modi de India ha sorprendido durante sus primeros meses en el cargo. El ritmo de la modernización económica no ha estado a la altura de las grandes expectativas. Muchos esperaban un “big bang” y están recibiendo a cambio una serie de avances útiles, pero poco espectaculares. Los inversionistas extranjeros ahora recuerdan las raíces mercantilistas del gobernante partido Bharatiya Janata (BJP). El Sr. Modi está navegando -quizás con demasiada cautela- entre la necesidad de obtener capital y conocimientos técnicos extranjeros, y el nacionalismo defensivo de su propio partido.

Sin embargo, una sorpresa inesperada ha llegado en el ámbito de la política exterior. A pesar de que se le esperaba que fuera un primer ministro más bien enfocado en la política nacional, el Sr. Modi ha sido enérgico y asertivo en la escena internacional. Es todavía el principio, pero todo apunta a que India está pensando como una potencia decidida a dirigir los espacios a su alrededor. El Sr. Modi ha abandonado lo que un aliado llama una perspectiva “de tercer mundo” que emanaba de la larga tradición india de alinearse con el movimiento de los países no alineados. Él también ha eludido el antiamericanismo instintivo del BJP.

Las visitas del Sr. Modi a Tokio y Washington han anunciado una relación extravagantemente estrecha con Shinzo Abe de Japón y un calentamiento notable de las relaciones con EE.UU. La atención para con sus vecinos, incluyendo lugares largamente olvidados como Bhután y Nepal, ha mejorado la deteriorada imagen regional de India. El nuevo gobierno ha abierto la cooperación militar con Vietnam, y llegado a un acuerdo a largo plazo para comprar uranio de Australia. Una amistosa reunión en Nueva York con Benjamin Netanyahu de Israel puede presagiar la primera visita al Estado judío por un primer ministro de India.

Quienes buscan hilos de unión en este frenesí de actividad diplomática encontrarán dos que están entretejidos. El primero se centra en la necesidad de atraer la inversión extranjera y tecnologías avanzadas. El poderío de India depende sobre todo de una tasa de crecimiento económico más rápido. Japón tiene el dinero y los conocimientos que Nueva Delhi necesita para modernizar su infraestructura. Washington tiene el equipo de defensa que requieren sus fuerzas armadas algo abandonadas. Israel tiene una actitud relajada con respecto a la venta de tecnologías militares sensibles.

El segundo hilo es la seguridad. El Sr. Modi lógicamente está estableciendo una cobertura estratégica más concreta contra el aumento del poder económico y militar de China. Beijing ha extendido su influencia regional más allá de una colaboración de muchos años con Pakistán. La llamada estrategia de “collar de perlas” tiene por objeto desarrollar la presencia de China en el Océano Índico.

India ha aprendido a vivir con el peligro siempre presente de otra guerra con un Pakistán nuclear. La humillación de su derrota a manos de los chinos en la guerra fronteriza de 1962 afectó profundamente la psique nacional. La política exterior revisionista del Sr. Xi reaviva esos recuerdos dolorosos. Las tropas chinas escogieron el motivo de la visita del Sr. Xi en septiembre a Nueva Delhi para organizar una incursión transfronteriza en el territorio indio. Beijing es todo, menos sutil.

India no está buscando una confrontación. Tiene mucho por hacer para ponerse al día, económica y militarmente. Quiere ampliar la relación económica con Beijing. Si Japón tiene dinero para invertir, China, potencialmente, tiene más.

Dicho esto, cada una de las incursiones diplomáticas del Sr. Modi -y en particular la cercanía de su relación con el Sr. Abe- hablan de su esfuerzo por equilibrar el creciente poder chino. El Sr. Modi ha sido lo suficientemente seguro en sí mismo como para reprender públicamente a Beijing por calentar los ánimos en el Mar del Sur de China y el Mar de China Oriental y para ofrecer apoyo indio a la marina vietnamita.

Todo esto nos lleva de vuelta a Ucrania. Durante la guerra fría la estrategia India contra China se plasmó en el tratado de amistad indo-soviética. Moscú sigue suministrando equipos de defensa vital, pero la relación se ha ido abajo. Pocos esperan que algo nuevo surja de la visita del Sr. Putin a Nueva Delhi el próximo mes.

En cambio, la crisis de Ucrania ha llevado el presidente ruso a los brazos de China. Con sólo enemigos en Occidente, el Sr. Putin se ha sentido obligado a demostrar que tiene un amigo en oriente. El Sr. Xi no ha tardado en sacarle provecho a esa situación. Según estima India, el acuerdo de suministro de gas de Moscú con Beijing fue a un precio regalado.

También se rumorea en Nueva Delhi que el Sr. Putin ha estado bajo presión para venderle a China tecnología militar rusa más avanzada.

El aventurerismo militar del Sr. Putin en Ucrania ha animado a Nueva Delhi en su búsqueda de amigos en otras partes. Es difícil imaginarse a India forjando algo parecido a una alianza formal con Washington. Pero toda la lógica estratégica apunta ahora a una profundización de la relación de seguridad con EE.UU. Y en esto, Rusia se ha convertido en un cómplice involuntario.

© The Financial Times Limited [2014]. Todos los derechos reservados. Este contenido no debe ser copiado, redistribuido o modificado de manera alguna.