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Delicias de la informalidad

Si nos llevamos de lo que se dice respecto de quienes se dedican a actividades económicas informales, concluiríamos que ellos no se dan cuenta de las cosas buenas que se están perdiendo. Son víctimas de usureros por no tener acceso a préstamos bancarios. Carecen de seguros médicos y otros beneficios. Su futuro no está amparado por el sistema de pensiones. No están estructurados legalmente, lo que les dificulta adquirir y vender propiedades, ampliar el negocio o traspasarlo a precios de mercado. Operan con poco capital y tecnología primitiva. Y, al no disponer de contabilidad organizada, no maximizan sus ganancias y pueden estar perdiendo sin percatarse de ello.

Pero si ser informal es tan malo, ¿por qué más de la mitad de los trabajos en el país están en el sector informal y son también informales la mayoría de los nuevos? Es que ser informal tiene sus ventajas, como lo confirma la encuesta del Banco Central, la cual muestra que los trabajadores informales tienen mayores ingresos disponibles que los del sector formal.

Es muchísimo más fácil y rápido empezar una actividad informal que cumplir todos los requisitos para iniciar un negocio formal. Y luego está el asunto de los costos, ya que no hay que asumir cargas sociales, ni conseguir y renovar permisos, ni pagar impuestos, ni, a veces, pagar la electricidad o el agua que se utiliza. Y recordemos que aquí a quienes el gobierno obliga a cumplir las regulaciones es a los ciudadanos y negocios que tiene registrados, mientras los que no lo están y se desenvuelven en la ilegalidad, no son acosados ni perseguidos.

Quisiéramos que todos los negocios fuesen formales y pagaran impuestos, pero para lograrlo no basta ofrecerles préstamos y ayuda técnica, pues el modo como funciona el país hacen que ser informal sea más viable, simple y rentable.

No son delicias gastronómicas, pero sí deliciosas ventajas las de la informalidad.