Revisiones de cifras

Una realidad que a veces se olvida es que los datos macroeconómicos son el resultado de estimaciones basadas en supuestos. Por la dimensión y dispersión de los elementos que inciden en los resultados, se parte de supuestos para poder combinar las cifras recogidas de encuestas, registros de transacciones, reportes tributarios, transferencias de fondos o cualquier otra fuente utilizada.

Pero aún cuando esos supuestos son definidos correctamente, ellos suelen ir perdiendo validez con el paso del tiempo, por causa de los cambios que van teniendo lugar en la economía, las actitudes, los medios de pago, las instituciones, los estilos de vida, la tecnología, los procesos productivos, el comercio y demás factores relevantes para las magnitudes que se intenta calcular.

Un caso ilustrativo es la estimación del PIB de un país, la cual parte de supuestos sobre la importancia relativa de cada sector dentro de la economía. Igual a como sucede con el costo de la vida, que es afectado por la composición de la canasta de bienes consumidos, el cálculo del PIB es afectado por la incidencia de los diferentes segmentos que conforman la actividad económica. Y como esa incidencia es cambiante, es necesario modificar periódicamente la ponderación de las cifras para incorporar los cambios ocurridos.

Cada vez que eso sucede las series estadísticas son afectadas y los analistas se ven obligados a reinterpretar tendencias y comportamientos. En casos extremos, hasta los efectos de las políticas seguidas pueden ser objeto de revisión.

Los analistas lamentan estos sobresaltos, pero es poco lo que pueden hacer al respecto. Aún si dudaran de la precisión de las nuevas cifras, en ausencia de mediciones alternativas tendrían que limitarse a señalar inconsistencias con otros datos, que también podrían ser cuestionados. Al final, tendrán que trabajar con los números que hay disponibles y ajustar a ellos sus conclusiones.

Gustavo Volmar