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A menos de dos semanas del referéndum a ser celebrado en Escocia respecto de si ésta opta por su independencia o permanece como parte del Reino Unido, la posibilidad de que triunfe la primera opción es causa de gran preocupación entre los que favorecen el rechazo de la propuesta de los independentistas.

Por primera vez desde el inicio de la campaña, una de las principales firmas encuestadoras publicó cifras indicativas de que los partidarios de la independencia superan ligeramente a sus contrarios, 51% a 49%. Ha sido un vuelco inesperado en las preferencias de voto, pues apenas mes y medio atrás los partidarios del no superaban a los del sí por más de 20 puntos. Si se incluyen los indecisos y los que declararon que no votarán, la ventaja a favor de la separación es de 47% a 45%.

El trasfondo económico del referéndum es la creencia de los independentistas de que con los recursos energéticos que posee y el uso alternativo de los impuestos ahora pagados al Reino Unido, Escocia resultaría beneficiada con la independencia. Los que se oponen señalan que depender de los ingresos de los combustibles, cuyos precios están sujetos a variaciones imprevistas, equivaldría a un aumento en la inestabilidad macroeconómica. Apuntan también que el déficit fiscal del gobierno regional escocés no se reduciría con la independencia, y que persiste sin definir el uso de la libra esterlina, que Escocia preferiría seguir utilizando en lugar de emitir su propia moneda, pero sin tener entonces la influencia que ahora puede ejercer sobre el Banco de Inglaterra y sus decisiones. Queda también por confirmar la distribución de la responsabilidad por la deuda pública actual, y la independencia cambiaría la composición del parlamento inglés por la salida de los legisladores escoceses, afectando sobre todo a los laboristas.

A pesar de esa encuesta, los que favorecen el no consideran que la ventaja todavía está de su lado.