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Dinero ecológico

Las normas que se aplican a los préstamos bancarios establecen una serie de criterios de calificación, a fin de que el banco que otorga el préstamo cuente con las provisiones adecuadas a cada caso. Se busca que mientras más riesgos de diferentes clases la operación conlleve, mayor sea el requisito de segregar recursos para poder enfrentar una eventual causa de pérdida.

¿Qué tal si uno de esos criterios fuera la contaminación ambiental que la actividad financiada provoca? Si se hiciera caso a los planteamientos de ecologistas en la reunión de las Naciones Unidas esta semana, ésa sería una de las medidas a ser aplicadas con el propósito de luchar contra el cambio climático.

Algo así implicaría, para tener sentido financiero, que el costo de la contaminación recaiga sobre la empresa que lo provoca, y genere pérdidas previsibles que puedan ser estimadas y tomadas en cuenta para el cálculo de las provisiones de los bancos.

Los ecologistas se han dado cuenta de una dura realidad. Han visto que a pesar de la retórica ambientalista de los políticos, del precio del carbono contemplado en el acuerdo de Kyoto, y de los ya evidentes efectos sobre el clima, el dinero sigue fluyendo hacia las actividades económicas que más contaminan. No sólo los préstamos bancarios, sino también el dinero que se invierte en acciones, bonos corporativos, contratos futuros, derivados y demás instrumentos, continúan prefiriendo esos destinos y no los vinculados a energías limpias y a la conservación de recursos.

Dada esa realidad, la conclusión de los ambientalistas es que se requiere de medidas que varíen la rentabilidad a favor de la ecología. Consideran que las sumas que los gobiernos pueden destinar para mitigar la contaminación no serán suficientes si no se modifica la composición de las inversiones y préstamos privados. Y añaden que de la libre actuación de las fuerzas del mercado no surgirá esa modificación.