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Capitalismo sin democracia

El “Hecho en Hong Kong” ha sido sustituido por el “Hecho en China” que ahora encontramos por todos lados, sin el calificativo de “República Popular” que antes figuraba en los productos cuya procedencia continental era reconocida. Los ingleses devolvieron Hong Kong a China en el 1997 y las etiquetas cambiaron, pero se mantuvo la separación de los sistemas políticos, comunista en China y capitalista en Hong Kong. Un país y dos sistemas, por 50 años.

Jugó un papel la creencia de que en ese lapso Hong Kong no pasaría a ser comunista, sino que sería China la que llegaría a ser capitalista. La evidencia de los 17 años transcurridos desde entonces parece confirmarlo.

Pero la predicción mencionaba capitalismo y democracia, como si fueran inseparables. Se creía que las inversiones privadas, el comercio internacional, el avance de la clase media y el declive de las ineficientes empresas estatales debilitarían el poder del partido oficial y traerían consigo reformas políticas a favor de las libertades y derechos ciudadanos.

Esa parte de los pronósticos no se ha cumplido.

El partido comunista mantiene su control político y no está dispuesto a perderlo. Reconoce que el crecimiento basado en bajos salarios está llegando a su fin. Admite que debe liberalizar el anquilosado sector bancario, reestructurar las empresas estatales, aumentar la competencia y combatir la corrupción. Pero por el lado político se mueve en dirección opuesta, como lo demuestra el intento por restringir la libertad de Hong Kong de escoger sus propios candidatos.

Están teniendo lugar protestas masivas en Hong Kong contra esa decisión, pero el gobierno chino tiene menos motivos que en 1997 para ser tolerante. Cuando aceptó los 50 años con dos sistemas no anticipó que en pocos años Shanghai y otras zonas podrían hacer lo que Hong Kong hacía. Y el sí en 1997 en Hong Kong significaba el 15.9% del PIB de China, ahora es sólo un 2.6%.