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Defectos de fábrica

Difícilmente pasan varios meses sin que haya anuncios informando a propietarios de vehículos de motor que deben llevarlos a los talleres autorizados para repararles defectos de fábrica. La ignición, los frenos, la transmisión, las válvulas, el acelerador y otros dispositivos han estado en la lista de componentes en los que se han detectado fallos.

Por ejemplo, General Motors llamó el viernes al taller a medio millón de Cadillacs y Saabs. Y Honda, Mazda y Nissan habían advertido que bolsas de aire suplidas por un proveedor común podían explotar, siguiendo a otro anuncio similar efectuado por Toyota.

Expertos en la industria automotriz señalan que la frecuencia de los llamados al taller no obedece sólo a debilidades en los controles de calidad, como algunos reguladores han afirmado, sino que se debe también a dos características del proceso de producción.

Una de ellas es el incremento en la complejidad técnica de los vehículos. El número de partes y sistemas componentes ha venido aumentando a medida que los consumidores demandan más y más funciones. Seguridad, acceso, recreación, protección, contaminación, peso, costo y otras consideraciones tienen que ser tomadas en cuenta, compitiendo por espacio y haciendo necesario compactar las piezas, revisar los diseños y sustituir dispositivos mecánicos por tarjetas electrónicas. Cada sistema adicional aumenta el riesgo de que desperfectos puedan afectar el vehículo, impidiendo incluso su operación por causas aparentemente intrascendentes.

La otra característica de la industria es su dispersión geográfica y la gran complejidad de su estructura de suministros, al punto de que un determinado modelo fabricado en tal o cual país contiene tantas partes procedentes de otros lugares que el ensamblado final no es ya un indicativo fehaciente de su origen real. En esas condiciones, ejercer un control de calidad efectivo se hace más difícil.