Efectos del vuelco

Para nuestro país, y para América Latina en general el cambio en el balance de poder en los Estados Unidos no parece que tendrá mayores consecuencias.

Después de todo, la atención que el gobierno de Obama ha venido dando a la región ha sido muy limitada, una fracción de la que ha estado otorgando a Europa, el Medio Oriente o la zona del Pacífico.

Ha sido en parte debido al vacío provocado por esa falta de interés que el panorama político latinoamericano se ha movido hacia la izquierda.

Internamente en los Estados Unidos, el control republicano del Congreso podría dar lugar a iniciativas legislativas para modificar ciertos aspectos de las políticas de salud y ayudas federales, lo que podría afectar a inmigrantes procedentes de Latinoamérica, tanto a los legales como a los que están allá ilegalmente.

Pero no debe olvidarse que el presidente tiene la potestad de vetar las iniciativas del Congreso, lo que haría necesario el voto de las dos terceras partes de los legisladores para superarlo. Más que las leyes ya en vigencia, por lo tanto, corren peligro otros asuntos pendientes o recurrentes como son la reforma migratoria, medio ambiente, deuda pública, presupuesto e inversiones en carreteras y demás obras de infraestructura dependientes de financiamiento federal.

El nuevo balance de poder es del agrado de los inversionistas en el sector de la energía, cuyo desempeño en los índices bursátiles ha sido el peor en el segmento industrial. Esperan obtener permisos para construcción de oleoductos y para exportación de petróleo y gas. Y el gobierno de Israel, frecuente crítico de la política exterior de Obama, se une a la celebración.

Los sindicatos, por el contrario, se preparan para un ambiente menos receptivo a sus posiciones, dentro de un clima más favorable a los puntos de vista empresariales. Su capacidad de oponerse a la firma de convenios de liberalización comercial será también menor.

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Gustavo Volmar