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Reinado de facto

La Eurozona acordó en principio ayer extender por cuatro meses sus ayudas a Grecia, sujetas al cumplimiento de un programa de reformas presentado por el ministro griego de finanzas, bastante alejado de las promesas electorales del partido gobernante en ese país, pero más cercano al que Alemania le ha exigido.

Distinguidas de las monarquías absolutas del pasado, las de tipo constitucional que hay en Europa hoy en día dejan el poder político real en manos de parlamentos elegidos por el voto popular. Pero un nuevo reinado ha ido surgiendo, dotado de poder político, aunque no designado como tal por constitución alguna.

Ángela Merkel, la líder de Alemania, ejerce ese reinado de facto. Gobernando desde el 2005, decana entre los dirigentes actuales del continente, su poder descansa sobre la fortaleza de la economía alemana, puntal de la recuperación europea. Pero a pesar de ser el sostén del euro, Alemania no tiene un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no dirige el FMI o el Banco Mundial, y la participación de sus nacionales en organismos internacionales no se compara con la de los franceses, que están por todos lados.

Merkel está transformando el rol que Alemania juega a nivel mundial, complaciendo a quienes le reclamaban ejercer una mayor influencia y dejar de ser una nación centrada en sus propios asuntos, alejada de los conflictos fuera de sus fronteras. Su atención a países pequeños como el nuestro, sin embargo, ha sido muy limitada, prefiriendo cimentar relaciones con naciones de importancia estratégica para Alemania, como ha sido el caso de Rusia, por su relevancia en materia energética.

Henry Kissinger, ex Secretario de Estado de los EE.UU. nacido en Alemania, dijo en una ocasión que el problema de Alemania radicaba en que era demasiado grande para Europa pero demasiado pequeña para el mundo. Ángela Merkel se ha propuesto resolver esa contradicción.

gvolmar@diariolibre.com