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Cumbre de novela

En Asia los gobernantes de naciones como China, Vietnam, Japón, Corea del Sur y Australia se reúnen y firman acuerdos de inversión en factorías, explotaciones mineras, facilidades portuarias, carreteras, centros de investigación y fuentes de energía, acompañados de sus esquemas de financiamiento y cronogramas de ejecución. En Latinoamérica, por el contrario, predominan en las reuniones los aspectos políticos, las ideologías y las declaraciones retóricas, y las personalidades de los dignatarios reciben más atención que los contratos a ser firmados.

No es casual, por lo tanto, que Latinoamérica, que hace apenas treinta años tenía un nivel de desarrollo varias veces superior al de Singapur o Corea del Sur, se haya quedado atrás y esté ahora muy por debajo de ellos. Ni es fortuito tampoco que en nuestro continente se hayan suscrito decenas de convenios útiles sólo para mantener burocracias improductivas.

La Cumbre de las Américas fue celebrada en Panamá en medio de una crisis de liderazgos regionales. Los países más grandes o más desarrollados, como son Brasil, Argentina, México, Perú, Venezuela y Chile, llamados a servir de líderes, tienen gobiernos asediados por la corrupción, la violencia o el deterioro económico. Los EE.UU., cuyo gobierno había mostrado hasta ahora muy poco interés en la región, acudió representado por un presidente ansioso por rescatar su legado de la mediocridad vía sus nuevas relaciones con Cuba e Irán, luego de sus tropiezos internos y sus reveses con Rusia, el norte de África, el Medio Oriente y China.

Los apretones de mano, sonrisas y expresiones faciales fueron material noticioso de primera plana, enlazados con los anuncios de una nueva etapa en las relaciones continentales. Fue todo un espectáculo al estilo de las telenovelas tan acordes con nuestro temperamento, proclive a los dramas en los que hay rivalidades, celos, desengaños y reconciliaciones.

gvolmar@diariolibre.com