Censura a la riqueza

Se acepta comúnmente que la acumulación de capital es uno de los pilares del progreso de las naciones.

Representado por naves industriales, maquinarias, vehículos de transporte, equipos de oficina, invernaderos, redes de energía, presas hidroeléctricas, carreteras, canales de riego, instalaciones portuarias, factorías, viviendas, acueductos, hoteles y una amplia variedad de otros activos, el capital tiene tanta importancia que para evitar que a la educación y la salud se les ponga en un segundo plano se le da el nombre de capital humano a la disponibilidad de personas hábiles calificadas a todos los niveles del espectro laboral.

Menos preciso es el concepto de la riqueza, fruto de la interacción del capital con los otros factores productivos, medida con frecuencia por el valor neto estimado del acervo de bienes de una nación o los derechos de propiedad sobre ellos. Ayer el Papa Francisco dio su opinión sobre ella.

Según reportes de prensa del Vaticano, el Papa declaró, al celebrar una misa en su residencia, que los cristianos no deben buscar acumular riquezas, sino ponerlas al servicio de los necesitados, “por el bien común y con generosidad”.

Su homilía se basó en la lectura de un pasaje de la Biblia, contenido en los Hechos de los Apóstoles, que describe la forma en que vivían las primeras comunidades de cristianos.

Señaló a ese respecto que las comunidades que renacen son las que ponen en primer plano a la armonía entre sus miembros y al bien común de la colectividad. Añadió que ninguna de las personas en esas comunidades consideraba de su propiedad exclusiva aquello que le pertenecía. Y dijo que aunque algunos de ellos eran ricos, su riqueza estaba al servicio de todos.

Es improbable, sin embargo, que el mensaje del Papa, admirador de la pobreza de San Francisco de Asís, haga cambiar el criterio individualista que domina al mundo luego del desplome de los principios del socialismo.

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Gustavo Volmar