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Estado de emergencia

Para la economía dominicana, las interminables vicisitudes de la economía griega parecen irrelevantes.

No debería importarnos lo que pueda pasar en un país con el que nuestro comercio es insignificante, los vínculos son escasos y la información que de él tenemos pertenece más bien a la antigüedad, respecto a Esparta, el Partenón, las olimpíadas, Alejandro Magno, Platón, los dioses del Olimpo y cosas de ese tipo.

En realidad nos sorprende que haya tantos países, sobre todo los europeos, que se preocupen por lo que ocurra en Grecia, país pequeño cuya economía representa sólo una minúscula porción del PIB de la Unión Europea.

Diríamos simplemente que si los griegos no pueden mantenerse dentro de la zona del euro, pues que se salgan y vuelvan a la dracma o la moneda que mejor les parezca.

Después de todo, añadiríamos, ellos se lo buscaron, abusando del endeudamiento barato que el uso del euro les permitía, dilapidando esos recursos en nóminas y contratos teñidos de corrupción, evitando pagar impuestos y, como última triquiñuela, falseando las estadísticas oficiales para engañar a sus socios de la eurozona. Si se rehúsan a recortar gastos y subir impuestos, que buen viento se los lleve.

En la economía globalizada de hoy, sin embargo, las cosas no funcionan así. Los bancos e inversionistas que financiaron los excesos griegos son parte de las economías de otras naciones.

Las multinacionales con propiedades y otros activos en Grecia sufrirían pérdidas si bajan de valor. Hay contratos, comercio y patrimonios en juego.

A otras naciones no les caería bien una oleada de inmigrantes griegos. No hay un protocolo legal para dejar la eurozona. Y las bolsas de valores serían perjudicadas.

Como reconoció ayer el comisionado alemán en la Unión Europea, habría que prepararse para lo que sería un estado de emergencia, si el gobierno griego no obtempera, y deja de pagar sus deudas a finales de este mes.

gvolmar@diariolibre.com