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Retraso conveniente

La propuesta es tentadora. Un acuerdo comercial entre países, cuyo PIB conjunto es el 40% del total mundial, haría aumentar en 0.4% la producción global de bienes y servicios, fomentaría las inversiones intercontinentales, consolidaría las relaciones con naciones claves, y de paso contendría el avance de un peligroso y poderoso rival.

Tales fueron las virtudes del Acuerdo Transpacífico planteadas al Congreso estadounidense por el presidente Obama, al pedirle autorización de poderes para negociar con 11 países del área del Pacífico a fin de crear una zona de libre comercio entre ellos y aislar a China.

Y para facilitar aún más su solicitud, la vinculó a una ley de protección y ayuda para los trabajadores afectados por los tratados comerciales, a sabiendas de que éste era un tópico políticamente atractivo.

Los congresistas miembros de la Cámara de Representantes no opinaron igual, sin embargo. Rechazaron la ley y por ende la autorización quedó en suspenso, la cual habría impedido que el Congreso interviniese en los pormenores del acuerdo, quedando sus prerrogativas limitadas a aprobarlo o no aprobarlo. Más bochornoso para el presidente, quien se había involucrado personalmente a cabildear la aprobación, es que fueron los demócratas de su propio partido los que lideraron el rechazo.

A los que pierden sus trabajos por la competencia de productos importados, o por el traslado al extranjero de las fábricas en que laboraban, no les convencen las promesas de beneficios macroeconómicos. Lo que les interesa son sus empleos, no las ganancias de las compañías o los inversionistas, o que se creen otros trabajos para los que no están calificados, y los demócratas, más cercanos a los sindicatos que sus oponentes republicanos, lo saben.

A la República Dominicana tampoco le convencen las promesas del acuerdo. Nos preocupa su efecto sobre nuestras exportaciones y creemos que su retraso nos conviene.

gvolmar@diariolibre.com