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El caótico centro de Sao Paulo abre espacio en sus alturas para la meditación

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El caótico centro de Sao Paulo abre espacio en sus alturas para la meditación
Sao Paulo (Brasil).- El caótico centro de Sao Paulo, inmerso en el ruido de los casi 7,5 millones de vehículos que circulan por esta ciudad brasileña, de las sirenas y los gritos de los vendedores ambulantes, abre espacio en las alturas, en la azotea de un rascacielos, a la meditación de un grupo de budistas.

A pocos metros de la histórica Praça da República, el helipuerto del curvilíneo edificio residencial Copan, proyectado en los años 50 por el arquitecto Oscar Niemeyer, recibe el tercer viernes de cada mes a un grupo de monjes budistas que, a 115 metros de altura, escapa del bullicio del corazón de la mayor ciudad brasileña.


A las siete de la mañana y sin importar los bruscos cambios del clima paulista, dos o tres monjes del templo Busshinji, ubicado en el barrio central de Liberdade -habitado en su mayoría por inmigrantes asiáticos- suben al helipuerto acompañados de no más de cinco seguidores, número limitado por cuestiones de seguridad.

"En 2008 comenzamos las actividades de meditación en el tejado del Copan y el objetivo era justamente demostrar todo nuestro sentimiento de aprecio por la ciudad de Sao Paulo", dice a Efe el monje Jisho Handa.

El religioso explica que "no se trata de producir energía espiritual para mejorar Sao Paulo y sí de una sintonía, de un sentimiento de amor por la ciudad y, al tiempo, de compartir el sufrimiento del día a día de la ciudad".

El ritual de meditación en medio de la selva de cemento del centro de Sao Paulo, con imponentes y cincuentones rascacielos, ha llamado la atención de muchas personas en los últimos cinco años.

"Sao Paulo es una ciudad cosmopolita y llena de contrastes sociales y culturales, pero tener a un grupo de monjes budistas en la azotea de uno de los edificios más conocidos no deja de ser algo curioso", comenta el analista financiero Luiz Soares, uno de los casi 2.500 residentes del Copan.

El fuerte viento, que en los días fríos se transforma en un látigo para los huesos, ahoga también las sirenas y los zumbidos de los motores de los automóviles, que desde lo alto parecen pequeños insectos que no perturban los 75 minutos de concentración de los monjes y practicantes del budismo en el helipuerto del Copan.

Ni el ensordecedor ruido de las hélices de los helicópteros sobre Sao Paulo, la segunda ciudad con mayor tráfico de ese tipo de aeronaves después de Nueva York, consigue interrumpir la concentración del grupo.

El cámara de cine Rafael William, practicante de budismo, valora el "crecimiento no sólo espiritual, sino también en las esferas social y familiar".

"Aquí siento una corriente diferente, sin igual, que no se siente en la meditación que hacemos en casa o en los templos que visito", subraya William.

La agitada ciudad, vista desde 37 pisos de altura, permite un espacio para la reflexión, según el monje Luiz Ryusho, ordenado hace un año.

En su opinión, "lo importante de esas sesiones de meditación es vivir una experiencia de cómo son las cosas del mundo y cómo ellas actúan en las personas desde la óptica budista". Después de la sesión, ya en la calle, los dos monjes y un seguidor vuelven al rutinario ritmo paulista y a pesar de ir con sus
 particulares túnicas, que no pasarían desapercibidas en otro lugar, se sumergen en el río humano de personas que, desde abajo, hace palpitar el corazón de la metrópoli. EFE