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Crecer entre ruinas: paradoja de la arquitectura en la Segunda Guerra Mundial

La guerra "puso a prueba" a los encargados de enmendar el caos

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Crecer entre ruinas: paradoja de la arquitectura en la Segunda Guerra Mundial
El bombardeo de Guernica. Foto Creative Commons
PARÍS. París desvela a través de una exposición cómo la Segunda Guerra Mundial, uno de los periodos más destructivos de la Edad Contemporánea, supuso un avance en tecnología e innovación para la arquitectura, disciplina que jugó un papel fundamental en el desarrollo de la contienda.

La muestra en el Palacio de Chaillot, primera que aúna ambos conceptos desde esta óptica, descansa sobre la paradoja que convirtió la destrucción de todo un continente en el resorte que modernizó el arte de levantar edificios.

El conflicto (1939-1945) movilizó a todos los estamentos de la sociedad y, según el comisario, Jean-Louis Cohen, la arquitectura no solo no fue excluida, sino que "en contra de lo que muchos estudios todavía defienden en la actualidad, atravesó un periodo muy prolífico".

Una etapa que estuvo marcada por "las innovaciones radicales" que llegaron a partir del uso de nuevos materiales y de modernas técnicas de construcción, influidas por la presión y urgencia de la guerra.

Además, el avance de la aeronáutica acercó los estragos del conflicto a los pueblos, lo que multiplicó el trabajo de los constructores, que ya no eran necesarios únicamente en las grandes ciudades, abunda Cohen.

Estos profesionales "participaron también en la elaboración de estrategias de ataque y defensa" al tiempo que construían fábricas que abastecían de productos a la población y al Ejército.

Mientras los arquitectos que trabajaban para las potencias del eje levantaban campos de concentración, los de los países aliados se encargaban de instruir a los militares en la destrucción de los pueblos y ciudades abandonadas ante el avance de las líneas enemigas.

El "lado sombrío" de su trabajo "es la esencia de la exposición", relata el comisario, para quien "se construyó a partir de destruir" y se avanzó gracias a las, "a priori", malas condiciones que se daban para el correcto desempeño de la profesión.

La guerra "puso a prueba" a los encargados de enmendar el caos, los constructores, que supieron sobreponerse y hacer de la adversidad "un camino que desembocó en lo que ahora conocemos como arquitectura moderna".

La necesidad de alojamiento para los civiles devino en construcciones económicas, duraderas y que se servían de materiales reciclados, preceptos que rigen todavía los procesos de urbanización, argumenta el comisario.

Profesor de Historia de la Arquitectura en la Universidad de Nueva York y "niño de posguerra", Cohen busca demostrar que uno de los capítulos más sombríos de la Historia reciente supuso, paradójicamente, el caldo de cultivo perfecto para la "evolución definitiva" de la arquitectura.

Con más de 300 obras originales cedidas por instituciones y museos europeos y estadounidenses, "Arquitectura de uniforme" desvela los diferentes escenarios arquitectónicos que dejó el conflicto en cada uno de los países.

Desde la construcción del Pentágono (1941-43) en Estados Unidos a los refugios y búnkers que proliferaron a lo largo de toda Europa.

La exposición, que podrá disfrutarse hasta el 8 de septiembre, arranca con el bombardeo en 1937 de la Guernica (norte de España) como reflejo de la destrucción de un pueblo, y termina con las últimas incursiones del Ejército aliado en territorio japonés.

El retrato y la biografía de algunos de los arquitectos más célebres que participaron en la guerra inaugura el recorrido.

En un extremo se sitúa el constructor del Reich Albert Speer, condenado en los juicios de Nuremberg en 1946, y en el otro el resistente polaco y también arquitecto Szymon Syrkus, que estuvo detenido en Auschwitz.

Entre estas dos figuras, la del hombre que cumplía con las políticas de exterminio y la de una de sus víctimas, se sitúan, según Cohen, "los cientos de arquitectos que se vieron arrastrados a la guerra" para cambiar la Historia de la arquitectura.