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Las huertas urbanas salpican de verde la capital portuguesa

LISBOA. No es reciente, pero sí creciente el fenómeno de las huertas urbanas en Lisboa, donde cada vez son más los que se animan a seguir esta moda, ya sea para pasar el tiempo o para disfrutar de alimentos frescos a la vuelta de la esquina.

Una de ellas es Carina Ferreira, quien cada día, al salir del trabajo, dedica unos minutos a su pequeña huerta, de menos de dos metros cuadrados, montada verticalmente, sobre estructuras específicas para ello, en uno de los balcones de su casa.

"Todo esto empezó de broma", relata a Efe esta asesora de comunicación, de 35 años, que también se decidió a emprender esta aventura por su hija.

"En el colegio de mi hija enseñan a los alumnos a plantar semillas para que comprendan el proceso de nacimiento de las plantas y ella me preguntó si podíamos hacer lo mismo en casa", explica.

Entre cilantro, tomillo, tomates, lechugas, pimientos o perejil, Carina y su niña, de 7 años, se divierten.

"Es nuestro momento, es algo que hacemos juntas y puedo enseñarle", añade la orgullosa madre, antes de admitir que ella le ha tomado el gusto a este hobby.

Subraya que "no es lo mismo que ir al supermercado" y tiene la gran ventaja de poder llevar a la mesa productos "sin sustancias químicas, frescos y tiernos".

Como ella, muchos de los adeptos a las huertas urbanas tienen en internet un fiel aliado.

Mezclando las nuevas tecnologías con una práctica tan antigua como la de cultivar, los "agricultores de ciudad" se han rendido a algunas de las nuevas aplicaciones para "smartphones" que les sirven de manual de instrucciones.

Las hay que les notifican, por ejemplo, las horas de riego, las mejores fechas para el cultivo o la recogida de ciertos productos, las cantidades más adecuadas de tierra y agua o, simplemente, algunos trucos para obtener mejores resultados

"La gente está desvinculada de los productos que garantizan su supervivencia y de los procesos productivos en general y siente la necesidad de volver a apropiarse de ellos", afirma a Efe el arquitecto Rui Santos, uno de los responsables del proyecto "Una huerta en cada esquina", que recluta voluntarios y les enseña a crear y mantener huertas comunitarias en Lisboa.

El proceso de cultivo, riego y recogida exige "mucho trabajo", por lo que, según Santos, están aumentando las huertas gestionadas colectivamente, en las que se comparten tareas y cada persona ocupa apenas "una hora a la semana para ir a regar".

Además de exigir menos trabajo, las huertas comunitarias tienen otras muchas ventajas, tanto a nivel de conservación ambiental y de sostenibilidad como de bienestar personal.

"La promoción de la convivencia es una dimensión social importantísima", en opinión del arquitecto, que destaca como punto fuerte de esta actividad colectiva el combate a las "enfermedades sociales del desarrollo, como el estrés, el aislamiento, la depresión e incluso la obesidad".

El fenómeno de las huertas urbanas surgió en los países del norte de Europa en la segunda mitad del siglo XIX para combatir la disminución de los espacios verdes provocada por la creciente industrialización y urbanización de los núcleos poblacionales.

Hoy en día, la agricultura urbana es ya una práctica recurrente en todo el mundo que, según Santos, "siempre existió en Lisboa".

El arquitecto recuerda el llamamiento que se hizo en la capital portuguesa para impulsar el cultivo en la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) e incluso durante la dictadura (1926-1974), "cuando había escasez de alimentos".

Actualmente, hay ocho parques hortícolas del Ayuntamiento de Lisboa en funcionamiento, con un total de 31 hectáreas de superficie, y solo en 2013 se inauguraron 287 terrenos para el cultivo en la región de la capital.

La proximidad de la residencia al parque hortícola y la orden de inscripción son los criterios de selección en los concursos públicos organizados por la alcaldía para la atribución de terrenos, de entre 60 y 150 metros cuadrados, en los que se permite cultivar plantas hortícolas, aromáticas, medicinales y ornamentales.

Pagando una renta anual de apenas 1,6 euros por metro cuadrado, los usuarios de esos espacios pueden disfrutar de una toma de agua y un espacio para guardar aperos y herramientas, además de asesoramiento técnico del Ayuntamiento.