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Ingeniería urbana, urbanismo y corrupción

Llama la atención -lo hemos señalado anteriormente- que los jefes de las finanzas y organización de los tres partidos tradicionales sean ingenieros, y muy ricos. La política clientelista ve en las grandes ciudades una oportunidad para deslumbrar al habitante urbano, a fuerza de megaobras impresionantes, que sumado a la vorágine por la publicidad inducida, las alaba y las cree útiles, sin evaluar su sostenibilidad económica o su incidencia en el pesado y creciente endeudamiento externo.

Y los políticos corruptos ven en las grandes obras una oportunidad, fácil y rápida, para drenar los recursos de la nación, al sobrevaluar una obra, sobre diseñarla, construirla en modo atropellante, y luego inaugurarla fastuosamente, a veces sin terminar. Una sensación de progreso y prosperidad contagia al ciudadano ignorante, que llega hasta exclamar: ¡Estos roban, pero por lo menos nos dejan grandes obras! Penosa aceptación de la pesada cuota que imponen desde el poder estos ingenieros que deciden, se otorgan y construyen infraestructuras urbanas obsoletas, actualmente superadas en el primer mundo al que pretenden imitar.

Afectan las ciudades, marcándolas para siempre, con obras seudofuncionales que deforman una trama urbana, resultado de un tejido de subsistemas sedimentados en el tiempo y que ellos desconocen. Proponen "modificaciones geométricas" -eufemismo original- llamadas a descongestionar el tráfico, dos autopistas urbanas atraviesan a Santo Domingo y una desierta circunvalación rodea a Santiago. Cualquiera puede apreciar -no hay que ser un estudioso de la movilidad urbana- que hoy día, el congestionamiento vehicular de ambas ciudades es más grave que hace diez años, cuando se pusieron en servicio las primeras megaobras viales.

No son mejores nuestras ciudades a fuerza de esas infraestructuras inaugurables y de torres acristaladas en Naco-Piantini, contrastante con una periferia de caótica apariencia, que exhibe una inequidad social acumulada. Discurso gastado de la izquierda "setentera" podrá pensarse, pero vigente y real, irresoluto aún.

Los urbanistas del régimen, arquitectos -algunos muy buenos- callan, desde hace tiempo y contemplan inermes una transformación que ellos debieron dirigir, pero los ingenieros del poder, creyéndose conocedores universales, han copiado soluciones que de lejos, y sin estudiarlas, han visto en las ciudades desarrolladas. Circunvalaciones, transporte masivo, conceptos todos superados por el urbanismo del tercer milenio que apunta a transformaciones en los comportamientos ciudadanos, en los patrones de consumo y hábitos, que se apoya en la info-comunicación entendiendo las nuevas tendencias que signan la cultura urbana.

Una ciudad multidestinos no requiere ya de un transporte masivo sino personalizado -aun sea en motoconcho-; una ciudadanía volcada al negocio informal o al teletrabajo, que lee breve en pantalla, no largo y sobre papel, que no se sienta en parques -salvo a "textear", que se divierte y se informa -y ahora se fortalece como ciudadanía- en las redes sociales.

Se necesitan estudiosos de las tendencias de futuro en una civilización "terciomundizada" donde los modos, sexos y géneros inciden en un todo hipercomunicado. Y estos ingenieros solamente tienen óptica, dinero y neuronas para unas próximas elecciones o para enfrentar procesos de corrupción que se les vienen encima, porque su régimen centralizante e imperialoide, construido sobre la arena suelta del clientelismo, se les está desmoronando.