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Arquitectura latinoamericana, desde la perspectiva panameña

El crecimiento arquitectónico se ha concentrado en la larguísima franja costera, que genera nuevas centralidades con subcentros concatenados. Los altos edificios forman parte de un espacio altamente privilegiado, que va desde el aeropuerto hasta el Canal de Panamá.

En los últimos cinco años la ciudad de Panamá se ha reinventado a sí misma. No obstante su reducida población de apenas unos 1.6 millones de habitantes, se ha convertido en un paraíso para la inversión inmobiliaria globalizada y en un centro internacional de consumo.

La opinión es del arquitecto panameño Eduardo Tejeda, estudioso de la arquitectura y restaurador calificado, quien sin embargo sostiene que tras los rutilantes rascacielos, centros comerciales y sitios históricos privilegiados, Panamá esconde una ciudad fragmentada y de marcada segregación, con una pobre visión de conjunto y un crecimiento altamente desigual.

Tejeda ofreció estas consideraciones al participar como conferencista en el programa "Dos Semanas de Arquitectura", una actividad preparatoria del Seminario de Arquitectura Latinoamericana -SAL XVI-, que se celebrará en Santo Domingo el próximo año, organizado por la UNPHU junto a la Universidad Iberoamericana, Pontificia Universidad Madre y Maestra y Universidad Central del Este.

El profesional de la arquitectura sostuvo que los rascacielos de la ciudad de Panamá son la envidia de muchos países, porque representan progreso y riquezas, pero "sin embargo son edificios que se levantaron con poca planificación y no tienen nada que ver uno con los otros, cada uno es un producto de un inversionista particular, y trata de llamar la atención individualmente como obra arquitectónica".

Entre estos rascacielos señaló como uno de los más sobresalientes la torre Ocean One, "que supuestamente es la más alta de América Latina, con un formalismo exagerado y el interés marcado de llamar absolutamente la atención, con una forma rebuscada".

Panamá es también conocido por ser un paraíso del confort, explicó Tejeda, por el despliegue de edificios altos, de hoteles, centros comerciales y casinos, que son una característica de ciudad, a lo que se le agregan unos que otros sitios históricos que están muy bien conservados.

Como áreas de viviendas han surgido nuevos espacios, dijo, los cuales están completamente cercados, por lo que las residencias no se ven desde fuera y tampoco se tiene acceso a ellas si no se pertenece al complejo habitacional. Alrededor de sus muros se ha producido un nuevo tipo de espacio público.

Una prolija franja costera

El experto en restauración destacó que el crecimiento arquitectónico se ha concentrado en la larguísima franja costera, que genera nuevas centralidades con subcentros concatenados. Los altos edificios forman parte de un espacio altamente privilegiado, que va desde el aeropuerto hasta el Canal de Panamá.

"La ciudad de panamá es increíblemente larga, parece una hiena acostada; de un extremo a otro tiene como 75 kilómetros, que es muchísimo para una población de 1.6 millones de habitantes. Aquí como en otras partes se observa un acusado fenómeno de exclusión, típicamente latinoamericano", aseguró Tejeda.

Sostuvo que la arquitectura de moda es más o menos minimalista y retro, en el sentido del modernismo de la postguerra, y que refleja claramente el gusto de un grupo selecto internacional. "El proyecto arquitectónico entregado al formalismo se centra en sí mismo y no dialoga con su entorno".

En vista de esta condición, precisa el arquitecto, en toda la ciudad los espacios públicos son escasos o están mal aprovechados, y destaca la crasa diferencia entre los espacios semipúblicos, bien mantenidos y exclusivos, con los espacios caóticos y fragmentados de la otra ciudad, opuesta al ideal de la modernidad.

"Aquí hay que hacer notar que esta nueva ciudad cuenta con la aprobación de la mayoría de los arquitectos y su clientela, y se ve claramente en los premios que da la Sociedad Panameña de Ingeniero y Arquitectos, que en general tiene muy poco espacio para críticas. Ellos generalmente le dan los premios a las cosas más vistosas", aclara.

¿Cuál es la contraparte de esto?, se pregunta, para luego responder que Panamá está lleno de espacios de pésima calidad urbanística, de pésima calidad visual, sitios donde no sucede nada, pero que la mayoría de la gente es indiferente a ellos, pese a que sucede a escasos 100 metros de la franja costera.

Una nueva visión

Considera que ante una situación así, en principio habría mucho espacio para ser grandes propuestas arquitectónicas, pero dadas las condiciones de Panamá, no son tantas las alternativas, sobre todo porque las universidades privadas, en su mayoría, no tienen interés de hacer críticas.

Pero por suerte, dijo, en la Universidad de Panamá, en el último año, un buen número de arquitectos jóvenes están siendo contratados como profesores de diseño y ellos están tratando de generar un foro de discusión, que sería el primero después del movimiento moderno en los 40.

Para el arquitecto Tejeda, dentro de ese mundo hay uno que otro proyecto que destaca, y señaló la ampliación del Malecón como uno de ellos, porque se ha constituido en una manera de darle un poquito más de ambiente humano al telón de fondo que forman los rascacielos, que son completamente impersonales.

Explicó que en los años 90 se tuvo la idea de convertir la avenida Balboa en una vía de peaje y privatizarla, pero hubo una polémica pública muy marcada y la idea fue abandonada, entonces se optó por conservar su carácter de avenida, pero con 11 carriles y una franja verde multiusos en el centro. "Tras muchos rediseño la primera etapa se inauguró en el 2009, y por lo menos existe ahora un área bastante utilizada por la gente".

En total se han realizado tres intervenciones en la avenida Balboa, en la última se construyó la cinta costera tres, que le da la vuelta al casco antiguo por el mar, lo cual, según Tejeda, ha sido fuente de muchas críticas internacionales porque encierra el casco antiguo, que fue proclamado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

"Pero al menos la cinta costera integró a la autopista zonas peatonales, zonas verdes y para ciclistas, así como áreas de observación, y se contrató al arquitecto español Juan Herreros para que diseñara el litoral del rompeolas, el cual es el único espacio público de importancia hecho en la ciudad de Panamá en los últimos 50 años", aseguró .

La ciudad del saber

Consideró como una excepción arquitectónica el proyecto Ciudad del Saber, levantado dentro del recinto donde funcionó la base militar Clayton, la más grande de los Estados Unidos en Panamá, la cual fue la última en cerrar, el 31 de diciembre del 1999.

Sostuvo que la base militar era más grande que la ciudad de Panamá en el año 1940, por lo que al cerrar, el terreno fue dividido entre diferentes instituciones, una de ellas fue la Fundación Ciudad del Saber, a la cual le adjudicaron 120 hectáreas y 300 edificios, para fundar allí un centro académico de investigación y cultura, donde también funcionan agencias internacionales y dotaciones diplomáticas.

Para Tejeda lo más interesante es que es un lugar abierto, donde no hay garitas ni muralla, todo el mundo puede circular, además de que está bien cuidado y cuenta con muchas ofertas culturales y académicas. "Pero sólo un grupo minúsculo de la sociedad panameña lo aprovecha, y aunque hay todo tipo de propaganda para que las personas vayan, el panameño siente que eso no es de ellos, que es espacio de Estados Unidos, que no pertenecen ahí".

Ha habido una serie de cambios arquitectónicos en los edificios existentes, y en el año 2010 se hizo un concurso a nivel de América Latina para la construcción de una plaza comercial y un dormitorio estudiantil, construcciones que debían mantener algún tipo de armonía con la arquitectura hecha por los Estados Unidos, además de cumplir con la certificación Leed, que se les otorga a los edificios sostenibles.

Los proyectos fueron elaborados en el 2013, y hubo 256 propuestas, indica el arquitecto, "y debo insistir que este fue uno de los pocos ejemplos de concursos reales y no amañados en Panamá". Opinó que la arquitectura de los proyectos ganadores es eminentemente contemporánea, aunque no protagónica, intenta dialogar con el pasado de la base de Clayton sin ser una copia.

La plaza comercial del arquitecto colombiano Leonardo Álvarez Yepes ocupa un solar triangular y tiene una apariencia más o menos retro, casi como la arquitectura de la zona del canal del 1950. Hace un uso muy mínimo de aire refrigerado e integra áreas de vegetación y cuerpos de agua para crear un ambiente totalmente opuesto al consumismo.

El dormitorio estudiantil lo diseñó el arquitecto brasileño Eduardo Crafy, y está compuesto por cuatro módulos de tres niveles, conectados por un corredor; cada modulo tiene 24 habitaciones y se caracteriza por su eficiencia en el manejo de aguas, filtración del 90 por ciento de las aguas pluviales y arborización con plantas nativas.

Frank Ghery y el Museo de la Biodiversidad

El Museo de la Biodiversidad, que se inauguró recientemente en Panamá, es obra de Frank Ghery, una de las grandes estrellas de la arquitectura internacional. Cuando el proyecto se concibió en el 1999, la idea era repetir el efecto Bilbao en Panamá, donde este afamado arquitecto diseñó el muy visitado Museo Guggenheim.

Según explicó el arquitecto Tejada, el edificio empezó a construirse en el 2006, y cuenta con cuatro mil metros cuadrados de superficie, y costó 100 millones de dólares, "que es una suma estratosférica".

"Ghery, que está casado con una panameña, dijo en algún momento que no quería construir en Panamá porque no hay clientes iluminados, pero al final se le convenció de hacer ese proyecto", aseguró Tejada, quien también indicó que hubo muchos problemas de ejecución, porque las empresas constructoras panameñas no querían seguir las especificaciones del arquitecto.

"La pregunta que uno se hace es qué aporte hace algo así al ambiente de panamá; veo esto como un exabrupto que alguien decidió hacer, y poner hoy en el centro de la ciudad, en un lugar muy vistoso", concluyó el conferencista.