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Una vida dedicada al vidrio en la "ciudad de los muertos"

EL CAIRO. En la "ciudad de los muertos", un barrio popular de El Cairo levantado sobre un cementerio centenario, Jaled se empeña, al igual que lo hicieron su padre y su abuelo, en mantener con vida la tradición del soplo del vidrio, dando forma a lámparas, jarrones, copas y diferentes adornos.

El taller, creado en 1973, se encuentra cerca de la histórica mezquita de Qaitbey, construida por la dinastía de los mamelucos en el año 1435 y considerada una obra maestra de la arquitectura islámica.

En su pequeña fábrica de vidrio, Jaled Ahmed, de unos 50 años de edad, se muestra muy orgulloso de su trabajo, gracias al cual asistirá este mes, como ya hizo el pasado octubre, a una exposición cofinanciada por la Unión Europea junto a artistas contemporáneos europeos y egipcios, y artesanos de El Cairo.

Jaled, que habla con pausada tranquilidad, explica con entusiasmo su trabajo, más como si fuera una afición que lo mantiene atrapado, que como un trabajo al que está atado de por vida.

Durante su conversación, no deja de enseñar folletos de exposiciones en las que ha participado o revistas locales en las que se recogen fotos suyas y de su negocio.

La mayor parte de la producción del taller, explica, se vende en las tiendas del cercano barrio de Jan el Jalili, donde se levanta el zoco del mismo nombre que fue fundado en el año 1382 por los mamelucos.

El local es estrecho, antiguo y repleto de restos de vidrio roto de diferentes colores, y de piezas recién fabricadas.

Entre un intenso calor provocado por el horno donde se funde el vidrio se mueven, con total normalidad, Jaled, su hijo Ahmed y un empleado.

Jaled recuerda que, tras la muerte de su padre, reformó el taller, donde produce una media de cuarenta piezas diarias en vidrios de diferentes colores, y comenzó a enseñar la profesión a sus hijos para evitar que se extinga.

Cuenta que su apego a esta laboriosa actividad se debe, por un lado, a que ya la desempeñaba su abuelo y, por otro lado, a su excepcionalidad, ya que, según asegura, existen muy pocos talleres de este tipo en todo El Cairo, una megalópolis de unos veinte millones de habitantes.

"Cuando viene un turista para hablar conmigo, ver como trabajo y pedir algo de mi producto, pues claro, me siento feliz porque me siento único", dijo a Efe.

La industria tradicional del vidrio es un antiguo oficio en Egipto cuya conservación se ha mantenido pasando de generación en generación. Su materia prima es la arena o los residuos de vidrio que se vuelven a reciclar.

Jaled y sus compañeros funden en un horno de gas residuos de vidrio recopilados en diferentes barrios de El Cairo, a una temperatura que supera los 1000°C.

Cuando se enfrían, se transforman en una masa vidriosa, semilíquida y flexible, a la que se añaden ciertos óxidos para darle el color deseado.

Después se sopla a través de un tubo de un metro de longitud, y el aire transforma el líquido en una burbuja de vidrio maleable, a la que el maestro le da forma ejerciendo diferentes presiones con sus herramientas de metal.

"Continuaré con esta profesión porque es un patrimonio y un trabajo artístico", explicó a Efe Ahmed, de 28 años de edad, que habla como si llevara toda la vida soplando el vidrio.

El futuro heredero del negocio asegura orgulloso, al igual que su padre, que "hay gente que viene del extranjero con diseños dibujados en papel, para que nosotros los produzcamos".

Sin embargo, confiesa con cierta preocupación, que en los últimos años las ventas han experimentado una importante caída, debido al menor número de turistas que visita Egipto por la convulsa transición política en la que está inmerso el país.

Junto al taller, Jaled tiene dos tiendas pequeñas donde expone cuidadosamente sus productos: desde platos, hasta lámparas con lágrimas de cristal, pasando por jarras para el agua, vasos o todo tipo de adornos. Los hay transparentes, azules, verdes, rojos y marrones.

Para darles el color deseado a las obras, mezcla el vidrio transparente líquido con óxidos de cobre, de cobalto y de manganeso, o funde vidrios usados de un mismo color.

Para el director del Centro "Habi" para los Derechos Medioambientales, Mohamed Nagui, profesiones como las que ejerce Jaled y su hijo enraízan en una milenaria tradición de reciclaje.

"El reciclaje es una conducta egipcia antigua, que se remonta miles de años atrás. En Egipto nada se tira", asegura Nagui, antes de apuntar que este comportamiento empezó a abandonarse con la irrupción del sistema capitalista.

Nagui elogió el taller de Jaled que, a su juicio, "nos recuerda la importancia de reciclar como base para garantizar un medio ambiente y unos recursos sostenibles".

No obstante, lamentó que la reutilización de objetos usados se haya convertido en un fenómeno aislado y que "los intentos del Gobierno en este sector aún sean débiles", cuando debería ser una política pública.