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A propósito de la Circunvalación de Santo Domingo

Antes que un problema de infraestructura, hay uno de cultura en el tránsito de R. Dominicana

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A propósito de la Circunvalación de Santo Domingo
Es posible que la avenida Circunvalación no genere el cambio trascendente que se espera.| Fotógrafo: Nehemías Alvino

SANTO DOMINGO. Hemos visto cientos de veces cómo los transeúntes prefieren exponer sus vidas saltando las barreras que impiden su paso en las autopistas, antes que cruzar un puente peatonal. Observamos a diario como decenas de choferes ignoran el semáforo, se detienen sobre el paso de cebra, mantienen la velocidad ante la señal de "Pare", y se estacionan frente a las indicaciones que lo prohíben.

Las barreras están, las señales y las prohibiciones también. Falta, más que todo, una cultura de orden en las calles dominicanas, que si algún día se logrará establecer, repercutiría en todos los ámbitos de la vida ciudadana, incluyendo la reducción de la delincuencia, el aumento de la seguridad ciudadana y de la limpieza urbana, entre otros logros que a priori parecen desvinculados.

Las experiencias de Medellín y Nueva York, los dos íconos de ciudades inseguras y violentas en los años 80, demuestran que llevar orden al tránsito impacta la vida doméstica de una forma que, a primera impresión, no se nos ocurre.

La cultura Metro de Medellín

Medellín, esa ciudad que en los 80 se hizo infame por albergar las operaciones del narcotraficante Pablo Escobar, es hoy un modelo de urbe, seleccionada como la Ciudad más Innovadora de 2013, por encima de Nueva York y Tokio. ¿Cómo se logró esto? Su pacificación tuvo que darse a tiro limpio, porque el mítico bandido no dejó otra opción. Pero de la paz al orden que hoy existe allí hay una distancia del cielo a la tierra.

Estuve en Medellín en mayo de 2013, y me asombró la limpieza y el orden de sus calles, por no mencionar el increíble don de gente de los paisas (el gentilicio de la región de Antioquia) y la impresionante belleza de sus mujeres. Llamó también mi atención que en la hermosa "Medallo", como le dicen a la ciudad quienes la quieren bien, prácticamente no había vallas comerciales y las torres de ladrillo parecen emerger de la niebla y las montañas.

Durante los tres o cuatro días que estuve en esa urbe, disfruté lo mejor de los dos mundos: la modernidad de la ciudad y lo mejor de la campiña, la arquitectura vanguardista y el encanto de lo antiguo.

Sin embargo, mi mayor curiosidad la despertaron unos discretos letreros que decían: "Medellín, la ciudad más educada" y "La cultura Metro", sobre todo este último, que me salía al paso con mayor frecuencia. Cuando noté su repetición, me dediqué a preguntarles a todos los paisas con quienes hablaba en qué consistía la susodicha cultura.

Me contaron que cuando se iba a construir el Metro de Medellín, en los 90, hubo un gran debate nacional, porque era chocante que allí se hiciera esta vía de transporte antes que en Bogotá, la capital colombiana. También se alegaba que los paisa no estaban educados para comportarse adecuadamente en el Metro.

Como respuesta, las autoridades municipales iniciaron una amplia labor de educación de los ciudadanos sobre el comportamiento que debían adoptar en el tren y en las estaciones, estimulándolos a no lanzar basura en sus instalaciones; ceder los asientos a los envejecientes y las embarazadas; esperar a que los ocupantes abandonen los vagones antes de que entren los nuevos pasajeros; bajar solo cuando el tren se haya detenido completamente; no rayar los vagones ni las paradas, y mantener una distancia prudente con respecto a las vías del tren.

La campaña tuvo tal éxito que no sólo fue efectiva en cuanto a sus objetivos expresos, sino que generó una conducta extensiva a todos los ámbitos de convivencia de la ciudad, al punto de que hoy, 20 años después del primer recorrido del Metro, si alguien en su propia casa tirara un papel en el piso, uno de sus familiares lo reprendería de una forma muy particular: "Hey, ¿qué pasa? ¡La cultura Metro!"

Un nuevo urbanismo y una nueva urbanidad

El Metro ha generado un nuevo urbanismo y una nueva urbanidad en Medellín. Ha contribuido a conectar a los indigentes con el resto de la ciudad, a través de una modalidad que surca el aire como un teleférico, y ha propiciado una nueva cultura de urbanidad y convivencia.

Alrededor de la Cultura Metro han girado componentes de educación, comunicación, orden, normas de cortesía e iniciativas de inclusión social que han logrado cambiar a Medellín de forma integral.

Cuando conocí esa experiencia no pude menos que preguntarme por qué con el Metro de Santo Domingo no había ocurrido lo mismo. Como en aquella ocasión no se promovió un cambio de cultura con anterioridad a su puesta en marcha, "todo cambió para seguir igual", como dice un personaje de El Gatopardo.

Comparando ambas experiencias e infiriendo lecciones, es predecible que la Avenida Circunvalación de Santo Domingo no generará el cambio trascendente que pudiera lograr, si esa "obra maestra del Gobierno" no es acompañada de la promoción de una cultura de orden en el tránsito de la capital dominicana.

Generar una cultura de orden en el tránsito trasciende los metros, las autopistas y las carreteras, que son necesarias, pero no suficientes. Todo eso lo hemos tenido ya, y el tránsito en Santo Domingo continúa caótico, porque antes que un problema de infraestructura, tenemos uno de cultura.

@mpena |Consultor de comunicación