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La carga delante, el burro detrás

El refranero hispánico tiene en su repertorio frases de contenido aleccionador. Sencillas, ganaderas, equinas o pastoriles. Apropiadas para la vida del corral, o de la movilidad urbana de corceles y jumentos otrora dedicados al transporte mercantil, pero paradójicamente aplicables a la urbanística local, impregnada -o embarrada- de la improvisación populista y de la corrupción retributiva del activismo clientelar. Construir apresuradamente, cueste lo que cueste, repartir tajadas a los incondicionales o a los comprados en las parcelas aledañas y cortar cintas inaugurales. En una febril improvisación: metros y elevados, y ahora, planteles escolares. Sin consulta ciudadana, sin aviso ni consenso, sin sopesar diseños, sin transparencia, con misterio y, eso sí, con alto endeudamiento externo.

Característica propia de una sociedad de políticos decadentes donde al esbozo de estrategias se le llama públicamente "armar el muñeco", a los procesos de reajuste de eventualidades, se les denomina "aparejar la carga por el camino", y a la solución negociada de las improvisaciones fallidas "se les busca un bajadero".

Unas autoridades que piden a sus planificadores (aunque algunos corifeos y sicofantes se ofrecen a hacerlo "graciosamente"- que justifiquen -a posteriori) con argumentos adulatorios, los méritos cuestionados, que resuelvan los entuertos, aten cabos sueltos y limpien un poco los detritos que salpican la "dinámicas urbanas" mal concebidas y peor habidas. Veamos nuevamente dos casos de antítesis aberrantes en el Gran Santo Domingo: el Metro de Santo Domingo y la "Nueva Circunvalación".

El Metro tiene inconclusiones, incongruencias, estaciones cuasi desiertas, ha duplicado su tarifa, es deficitario y, lo peor, su incidencia en aliviar la congestión del tráfico de superficie es irrelevante. Su volumen de pasajeros no se incrementa, no posee rutas alimentadoras ni una intermodalidad efectiva. Sus estaciones pretenden un efectismo arquitectónico megadívico -en lugar de una discreta eficiencia, como los de Londres, París, Berlín. La municipalidad inconsulta y poco proactiva, no planificó medidas previas para aprovecharlo. No evaluó el impacto potencial, ni la recalificación del suelo circundante a las estaciones, no diseñó medidas de incentivo -todo ello propuesto en su Plan Estratégico- pero cuya ejecución soslayó. Ahora se aboca a hacerlo al ver su evidente imprevisión. El Metro delante, la planificación urbana detrás.


La mal llamada "Circunvalación" es el otro deplorable caso. Inaugurado el primer tramo, es entonces cuando claman a las municipalidades -mal capacitadas para hacerlo- que definan unos usos de suelos y una planificación territorial para un entorno que ya se comienza a arrabalizar con la rápida invasión de casuchas y la creación de accesos improvisados al torrente vial. Mal podrían, solo porque la vía atraviesa su demarcación, tomar estos municipios, decisiones que inciden en todo el conglomerado urbano, y más aún, que implican el transporte inter regional de carga. Servirá la vía por un tiempo para llegar más rápido -no más eficientemente- a algunos destinos, pero por poco tiempo porque el efecto del tráfico inducido terminará por congestionarla y llenarla de tarantines y comercios. Recuérdese del arco Majluta-DeGaulle o la Hermanas Mirabal. Contratas prometidas primero, ordenamiento territorial detrás.

Un régimen que coloca arquitectos en puestos diplomáticos y consulares y reduce a los planificadores y urbanistas a escritorios irrelevantes o a los pizarrones académicos, no puede esperar o producir resultados diferentes. La fiesta sigue, se inicia en "La Privada" un "túnel a cielo abierto" eufónica y estúpida denominación de una obra vial; sigue el Metro con puentes ferroviarios y túneles jugosos, pero sin intermodalidad ni integración tarifaria. El honorable fundador de la Orden de los Predicadores Mendicantes -de protogermánico patronímico- estará avergonzado de que este amasijo urbano lleve su nombre.