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Nicolás Maduro, un chavista incondicional con mano para negociar

Maduro, colaborador histórico y beneficiario de una gran confianza presidencial

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Nicolás Maduro, un chavista incondicional con mano para negociar
Nicolás Maduro. EFE

CARACAS.- El vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, ha sido uno de los incondicionales del presidente, Hugo Chávez, junto al que ha estado en las buenas y en las malas durante los últimos 20 años y a quien prometió lealtad hasta más allá de la muerte.

Algunos lo tildan de radical y todos coinciden en su indiscutible lealtad al proyecto de Chávez, del que no se separó en los últimos 20 meses mientras el presidente luchaba contra un cáncer que acabó ayer con el deceso del hombre que gobernó Venezuela desde 1999.

A él lo ungió Chávez como su sucesor y a él le correspondió dar la noticia de la muerte del líder de la revolución bolivariana.

Quienes le conocen aseguran que es un hombre de equipo, que sabe apoyarse en los grupos con que trabaja y tiene grandes dotes de negociación aprendidas durante su pasado sindicalista, del que también sacó una profunda y estructurada formación ideológica maoísta.

Exlíder sindical, de 50 años, antes de ser la cara de Venezuela en el exterior fue durante muchos años chófer de autobús, se ha codeado en la alta política internacional sin complejos y sin ocultar con naturalidad que no habla más que español.

Después de convertirse en 2006 en el ministro de Exteriores más joven de la era Chávez, Maduro fue nombrado vicepresidente en octubre pasado, centrando todas las miradas y erigiéndose de facto, y sin demasiadas sorpresas, en el hombre fuerte del chavismo.

Nacido en Caracas en 1962 y criado en la popular barriada de El Valle, Nicolás Maduro es un convencido izquierdista que se inició en grado medio como líder estudiantil.

Sin pasar por la universidad, trabajó como chófer de autobuses del Metro de Caracas llegando a ser un destacado líder sindical en los años 90. Conoció a Chávez mientras éste cumplía condena en prisión por su fallido golpe de Estado de 1992, en un momento en que varios grupos se acercaban al teniente coronel.

En ese contexto también conoció a su pareja, la abogada y actual procuradora general del país, Cilia Flores, (nueve años mayor que él) una de las letradas que asesoraban a Chávez.

De sonrisa amplia bajo su bigote, contribuyó a la fundación del partido que llevó al mandatario al poder, el Movimiento V República (MVR), siendo elegido diputado en 2000 tras haber participado en la redacción de la nueva Constitución Bolivariana de 1999.

En enero de 2006 fue designado presidente del Parlamento, un cargo que le duró escasos siete meses ya que en agosto de ese mismo año recibió el cargo que le daría proyección internacional: el Ministerio de Exteriores.

"Es una persona en el trato personal muy cordial, con buen sentido del humor, pero cuando tiene que apretar aprieta y con el adversario es duro, por supuesto", asegura el periodista y exviceministro de asuntos Exteriores hasta 2007 Vladimir Villegas, quien además fue a la misma escuela que el delfín de Chávez.

Colaborador histórico y beneficiario de una gran confianza presidencial, tomó las riendas del país cuando Chávez estaba en Cuba sin poder contener, en muchas ocasiones, el torrente de lágrimas.

Sus detractores le acusan de haber destrozado la Cancillería sacando a diplomáticos de carrera y colocando a gente que le había acompañado durante su vida laboral y que terminó entrando en el Ministerio de Exteriores junto a él.

Hay quien también recuerda la visita que él y Flores hicieron al al líder espiritual indio Sai Baba en 2005, algo que para algunos evidencia sus extraños hábitos religiosos mientras que otros consideran que demuestra el carácter de Maduro.

"Él es tan curioso y tiene siempre tanta ganas de conocer, que fue a la India y quiso conocer a Sai Baba, y se fue hasta allá. Eso es todo, así es él", dijo a Efe una excolaboradora suya.

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