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Un songo merenguero, bolerista y sonero

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Un songo merenguero, bolerista y sonero
Francis, cantando con Bonyé.

Considerado con justeza uno de los cantantes más completos, versátiles y experimentados del país, Francis Santana es referencia evocable en la pantalla chica, cuando formaba parte del elenco de La Voz Dominicana como cantante de la Orquesta Angelita. Un moreno buenmozo con rostro bonachón asomaba en la programación de la planta pionera de la televisión dominicana, bien vestido como exigían los rigurosos cánones Petanistas que Santamaría se ocupaba de asegurar. Allí Francis se codeó con lo mejor del arte nacional e internacional, un privilegio que agradeció. Antes, en los años 40, había echado los dientes como integrante del trío encabezado por Carlos Taylor, feliz autor del son Que malas son ("las mujeres/ que malas son/ cuando quieren"). Cabarets de la parte alta de Ciudad Trujillo, tal Copacabana y Victoria, acogieron a este joven prometedor enganchado a cantante. La Orquesta Antillana del maestro Antonio Morel lo reclutó como uno de los suyos, animando presentaciones en clubes sociales, hoteles como el Jaragua -donde le cupo sustituir al emblemático Luis Alberti tras diez años de contrato exclusivo- o el fastuoso Agua y Luz Angelita de la glamorosa Feria de la Paz.

Aparte de La Voz Dominicana, me familiaricé bien temprano con su arte y cordialidad en los rumbosos bailes que amenizaba Morel, especialmente en el Club de la Juventud -aunque igual en la Casa España, el Golfito, el Casino de Güibia y el Centro Sirio. "Yo te estaba dando/ y tú no quisiste/ Yo te estaba dando/ y tú no quisiste/ Pues límpiate el bozo/ y di que comiste", proclamaba Francis a todo pulmón al interpretar el merengue Límpiate el bozo de la autoría de Morel, grabado en 1951 como primerizo del Songo. Soltaba efusivo El Negro Feliz de José Lázaro Sosa: "Me llaman el Negro Feliz/ porque bailo y río al cantar/ y que en el amor soy dichoso/ truquero para enamorar". Con estribillo goloso: "Tres novias tengo yo/ que son todo un primor/ y si me ven bailar/ me dan su corazón". El Cayetano Baila venezolano (Julio Gulías) cobraba nueva vida merengueada: "Cayetano baila bembé/ Aé, baila bembé. Échate pa' llá Mainé/ con esa cara tan ancha/ que viene la negra Pancha/ que quiere bailá bembé".

La bomba fue fabricada en Haití. La recicló Morel y la tiró Francis. En 1956 la orquesta de Morel lanzó en la voz taquillera de Francis Massá Massá, un merengue haitiano que rápidamente se convirtió en un fenómeno de popularidad. Yo lo disfruté como enano suelto en la pista del Casino de la Juventud en los bailes juveniles. El tema llegó a los salones del Palacio Nacional, en ocasión de una fiesta celebrada a tres orquestas, la Súper San José, la de Alberti y la de Morel. Cuentan que el dictador, al notar molesto que empezaba a sonar el merengue de moda, mandó a Moya Alonso a decir al maestro Morel que lo "tumbara". "Qué toquen merengues dominicanos esos músicos pendejos", ordenó autoritario. "Esto parece un baile haitiano y no una fiesta dominicana. Con tan buenos merengues dominicanos", habría exclamado el Jefe. Francis, con esa gracia contagiosa, contaba que fue el merengue más corto que cantó en su vida. El tema fue incluido en el álbum Fiesta Dominicana.

Merengazos tan nuestros como Alevántate de Pedro Reynoso ("Alevántate, alevántate,/alevántate que ya es por la mañana/ Alevántate Mercé, alevántate,/alevántate que ya tu amor te llama". La Maricutana de Reyes Alfau (un favorito de Fefita). Caña Brava de Toño Abreu, Apágame la Vela de Bienvenido Brens, Arroyito Cristalino de Pipí Franco, Fiesta de Alberti, retozaron esplendentes en el galillo vibrante de Francis para deleite de generaciones amantes de su música. Reburujaos los bailadores al redoble de la tambora criolla, percutándoles el alma, moviéndoles los pies y la cintura. Un sonido metálico triunfante, engalanado y auténtico, clamor de tierra adentro urbanizado en los salones citadinos por las grandes orquestas. "Miren a Chanflin con media turista/ mirándolo bien parece un artista/ Miren a Chanflin con media de oro/ mirándolo bien parece un tesoro". "Cara sucia compra jabón/ pa' que laves tu camisón/ A bailar el carabiné/ A bailarlo en la punta el pié". "Las muchachas de Juan Gómez/ son bonitas y bailan bien/ Pero tienen un defecto/ que se ríen de to' el que ven".

En su periplo como candil de la dominicanidad moderna, Francis Santana anduvo por breve tiempo con la orquesta de Napoleón Zayas, que llevó el merengue por el mundo. En el 59, siendo Solano codirector musical de la Orquesta Caribe junto al pianista cubano Agustín Mercier, compartió roles como cantante de planta con Joseito Mateo. En la poderosa Radio Caribe dotada de anfiteatro actuaban también Lope Balaguer, Gloria Mirabal, Fernando Casado, Cuqui Defilló, Niní Cáffaro. El empate de nuestro artista con Rafael Solano duraría para rato. En el exclusivo Embassy Club del Hotel Embajador, donde Solano estampó su huella sonora. En clubes sociales de la más variada gama, night clubs, hoteles, programas de TV. En fiestas bailables en el país y fuera, Francis hizo su aporte a la identidad de esta agrupación de categoría formada por maestros. Una amplia discografía así lo atestigua, muestrario elocuente de la versatilidad de este artista en el dominio de géneros.

Un merengue clausurado por la dictadura, elogio de Julio Alberto Hernández al caudillo liniero Desiderio Arias -descabezado por un esbirro de Trujillo-, alcanzó tono triunfante por la dupla Solano/Francis: "Desiderio Arias hombre de valor/ a nadie hizo mal/ a nadie mató". Igual suerte Compadre Pedro Juan de Alberti y Baitolina de Kalaff, que jamaquearon la pista con su acento cibaeño. Retomada por el sabroso Bambaraquiti ("quitibámbara") en divertido mambo fonético, para rematar el jolgorio en plena alucinación de danzantes con Báilala hasta las dos. Pero también nuestro artista laboró como el que más para facilitar el queme romántico. Enternecido, puso alas a Confesión de amor, Magia, Está bien, Confundidos, En la oscuridad, Hay noches, de su amigo Fello. Manuel Troncoso le prestó No juegues con el amor: "Cuidado si acaso tú/ jugando al amor estás/ porque ya mi corazón/ no es más que una sola herida". Y le acreditó Sígueme.

Los "clásicos" del bolero dominicano le colmaron su alforja. De Sánchez Acosta se apropió de A primera vista, casi como si fuera suyo, e hizo lo propio con Paraíso soñado y Maribel. Pulsó la Guitarra bohemia de Lockward y pisó suavemente Arenas del desierto de la dupla autoral Colón/Cabral Ortega. Acarició Carita de Ángel de Bullumba. Cuto Estévez le brindó Todo me gusta de ti, mientras los bardos dinámicos Brens y Kalaff le obsequiaron Peregrina sin amor, Al retorno y Amor sin esperanza. Se entusiasmó con Tus cabellos de Horacio Gómez. Para quedar atrapado por la magia de trompeta ensordinada de Evocación y la invocación de Dueña de mí, ambas de Papa Molina. Súplica inútil, del maestro Luis Alberti, le encandiló con su plasticidad y dejo melancólico. Te felicito, de José Manuel Mateo, quedó consagrado en su voz. Con Julito Deschamps cantaba Poema, infaltable en el repertorio de Morel, en una interpretación en la que hacía la segunda.

Junto a Rafael Colón grabó Francis Santana el LP 100 Canciones y un Millón de Recuerdos, un repaso memorable a los temas de la trova de antaño que cantaba el trovador Codina bordoneando con aire de misterio su guitarra. Con el célebre trovero Licinio Valerio se unió en plan de remembranzas sonoras. Del compositor boricua Tato Ardin hizo un álbum completo. Con temas románticos de Radhjillo (Radhamés Trujillo) armó disco de larga duración, destacándose Llorarás por mí. En medio del apogeo del ron Barceló, bajo el liderazgo ejecutivo del publicista Nandy Rivas, se produjo uno de los discos de mejor factura en todos los órdenes: En Son de Felicidad, que reunió a Francis Santana, Víctor Víctor y Jorge Taveras, en un exitoso proyecto de relanzamiento del son cubano y dominicano. Allí figura como un son La triste realidad, un bolero compuesto por Bienvenido Troncoso, uno de los más versátiles bardos de la vieja trova santiaguera (de los Caballeros, no de Cuba).

Favorecido por el sentido del humor que cultivó sin paga entre amigos, participó en los programas de TV de Freddy, en el cuadro del segmento La Escuelota. En el último tramo vital se le hallaba en Punto y Corcho presentado por Carlitos Rivas, en el Botton Bar del Clarion y los sábados, infaltable con esa sonrisa franca -"José, sancarleño come arepa"-, en la peña de Tyrone, que reúne a consagrados bolerómanos desde hace 21 años, que le rindiera homenaje en 2010. Como lo hiciera el Banco de Reservas y un grupo de afectos en el Hotel Jaragua.

En el espacio musical que ha revolucionado el atardecer dominical de la vieja ciudad del Ozama, al impulso del fenómeno del grupo sonero Bonyé -remedo de Chencha y Bonyé, bailadores elegantes. En las alturas de las ruinas de San Francisco, con las bóvedas de ese fabuloso monasterio colonial de fondo, resuena todavía con vibración de trompeta nasal la voz del veterano Songo. El hijo pródigo de Papaé, nacido en 1929 en la celebérrima 5 Esquinas sancarleña. En la cima de la calle Eugenio Perdomo, tan memorable para los que la habitamos, dominada por el teatro Paramount con Rafael "Cara de Piedra" de portero, el dinámico colmado de Amado Pared y la esquina mágica del colmado bar de Mañiñí, con aquella vellonera que nucleó al barrio.

Allí, en las ruinas, pregonó su arte el Songo Santana. Un prodigio del merengue, el son y el bolero. Disparaba a pulmón Convergencia, cubanísima y caribeña. Nos traspasaba el alma con Amor sin esperanza ("ese es el mío"). Nos incitaba a soñar con Anoche soñé de Emilio A. Morel y Julio Alberto Hernández. Llamaba a la Carmela Linda de Isidoro Flores. Nos dejaba con ganas de oír más, como al compartir con este ser entrañable en los hogares amables de la Peña de Tyrone, con Víctor Taveras, Tito Delgado o Solano al piano. Ya él pulsando la guitarra o a pleno galillo. Siempre afinado, querido amigo Songo.