Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
Redes Sociales
Lecturas

Respondiendo a René

Expandir imagen
Respondiendo a René
René Fortunato

René Fortunato me invita a su oficina, una tarde reciente, con el interés de conversar sobre un tema de su preocupación. Insiste por varios días en la sugerencia del encuentro. Accedo complacido. Junto a los muchos años de amistad y preocupaciones comunes sobre la andadura cultural, he admirado siempre su tenacidad en la investigación histórica que luego ha plasmado en fundamentales documentos audiovisuales, verdadero cine testimonial, que han contribuido a rememorar, afianzar y cuestionar determinados acontecimientos de nuestra historia contemporánea.

Tiene una pequeña pero muy bien situada y ordenada oficina, en las alturas de un condominio desde donde se divisa el paisaje imponente del mar y la belleza del Paseo de los Indios, un nombre que me ha parecido siempre más atractivo que el de Mirador del Sur, como se le denomina habitualmente. Allí, René, que nunca ha barajado pleitos, me suelta de inmediato el motivo de su insistente invitación.

Me expresa preocupación por la situación del cine dominicano. El estuvo en los prolegómenos de la ley de cine y fue quien me orientó en una ocasión para que buscara apoyo en Colombia, cuya legislación para la producción cinematográfica era muy avanzada. Le hice caso, y tratando siempre de cumplir con la encomienda que me había hecho el presidente Leonel Fernández de crear un código cultural (que incluía la ley del libro y bibliotecas, la ley de cine, la ley de archivos, la ley de patrimonio cultural, la ley de fomento de las artes escénicas -danza, teatro y música-, la ley de artesanía y otras que se quedaron en el tintero, pues solo hubo tiempo para dejar funcionando las tres primeras y entregar lista la cuarta), obtuve el apoyo de la embajada de Colombia y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para lograr los servicios del experto consultor Gonzalo Castellanos, que había sido el redactor de la ley de cine colombiana.

René me pide liderar un movimiento que ayude a cambiar la actual situación del cine nuestro, que él estima vacío de contenido, producido solo para generar dinero sin preocupación alguna por la calidad de buenos argumentos, y que podría terminar afectando el desenvolvimiento futuro del cine. Me hace otros señalamientos que ahora no comparto pero con los que estoy totalmente de acuerdo. El desarrollo del cine dominicano, a causa de la ley de cine por la que tanto luchamos y que tanta brega nos dio llevarla hasta el final, tiene muchas aristas casi imbatibles, colmenas llenas de abejas seductoras que irrumpen frenéticas tras la miel de la fama portátil. No me creo en condiciones ni con calidad para dirigir algún proyecto que, como el que ahora se promueve para modificar el letrario (la "lírica") de la música callejera, sirva para orientar a nuestros cineastas en los cambios de fondo que va exigiendo nuestro cine. René conoce de mis intenciones y propuestas en este sentido -hechas desde mucho antes de que se hablara de ley de cine- y por eso su interés en este encuentro. Una de esas propuestas, la principal tal vez, la formulé y llevé a cabo cuando estuve al frente de la política cultural oficial: la de que nuestro cine se sirviera de la literatura dominicana para generar argumentos que, a la vez que enriquecerían la producción cinematográfica nacional, podrían ser perfectamente mercadeables, si valiese el término, a más de que se educaría a la población que acude a nuestras salas de cine en la valoración de la creatividad intelectual del país.

No abomino, le decía a René, de lo que hasta ahora se ha hecho. Los precedentes de Aglisberto Meléndez y de Angel Muñíz fueron óptimos. Y con todos los percances iniciales de la actualidad, en términos de insuficiencia en los guiones, las esperanzas de mejorar las realizaciones se mantienen invariables. Recordé que todos crecimos entre las vaqueradas norteamericanas de indios navajos y sioux perseguidos y aniquilados por los gloriosos jinetes apocalípticos del oeste, ahítos de aguardiente, y los celebrados filmes mexicanos, incluyendo las cantinfladas, de bravos cuates atiborrados de tequila que liquidaban a sus contrarios a diestra y siniestra, y de paso se llevaban consigo a las hermosas mujeres que produjo ese cine primerizo con el que nos bautizamos en el patio de butacas de nuestros calurosos cinematógrafos. Algunas incluso son referentes, pero para especialistas, porque la verdad es que ya no soportamos ver ni una sola de aquellas cintas que nos ofertaron emociones a granel.

Con el apoyo del siempre recordado Arturo Rodríguez Fernández, convocamos un concurso de guiones de cine basados en novelas de autores dominicanos, con una dotación de cinco millones de pesos, que no se entregaba, conforme lo indicaban las bases, hasta que el ganador no trajese consigo el dinero restante de la producción, que obviamente habría de tener un costo mayor. Colocamos incluso un jurado completamente internacional, para que la decisión fuese lo más transparente posible. El premio lo obtuvo un guión que los tres jueces, encabezados por el peruano Lucho Llosa, consideraron excelente, y cuyo autor era prácticamente un desconocido, Jorge Núñez. La novela que produjo el guión fue "Una rosa en el quinto infierno" del ocoeño William Mejía. Y ese guión, con transformaciones "futuristas", fue el que sirvió para que Juan Basanta produjese su formidable cinta "Biodegradable" que es una de las tres mejores películas que se han originado en nuestro país. (Por cierto, que debió Juan mantener el mismo título de la novela, que a más de ser comercialmente mejor, iba más en consonancia con el espíritu de la narración que, a mi parecer, se mantuvo casi intacta en la obra cinematográfica de Basanta).

Prometí a René remitirle una lista de otras novelas dominicanas que son cantera inigualable para producir buen cine. Se trata de una propuesta que hice en la prensa hace unos veinte años atrás, y que ahora amplío con otras narraciones literarias. He visto varios cortos, sobre todo de los cuentos de Juan Bosch, y uno muy bien elaborado, basado en un cuento de Franklin Gutiérrez ("La muchacha de Columbus Circle"), pero es hora de ir adaptando al cine algunas novelas de nuestros narradores que parecen construidas para ser llevadas a la pantalla. He aquí algunas sugerencias:

• "El crimen verde" y "El grito del tambor", novelas de Emilia Pereyra. La primera es sobre un crimen real ocurrido hace varios años, y la segunda es la narración de los desmanes producidos por Francis Drake cuando saqueó la ciudad de Santo Domingo.

• "La balada de Alfonsina Bairán" y "El violín de la adúltera" de Andrés L. Mateo, esplendentes novelas que cuando las he leído y releído las veo proyectadas en la pantalla grande. El ambiente de la dictadura y los secretos de una dama de barrio son argumentos portentosos para que nuestro cine alcance cotas de alta investidura.

• "Lucinda Palmares" de Diógenes Valdez, una novela que dá incluso para convertirla en un culebrón de primera categoría para la televisión nacional. Es una historia fantástica.

• "He olvidado tu nombre" de Martha Rivera; "Sueños de salitre" de Carmen Imbert Brugal; "Charamicos" de Angela Hernández; "Mariposa de arena" de Ligia Minaya Belliard. Las visiones de cuatro narradoras, donde la mujer es clave de certezas y agobios profundos. El drama llevado al cine dominicano.

• "La biografía difusa de Sombra Castañeda" de Marcio Veloz Maggiolo; "Bienvenida y la noche" de Manuel Rueda; "Un siglo de sombras" de Armando Almánzar Rodríguez; "El canal de las delicias" de Franklin Gutiérrez; "Princesa de Capotillo" de Luis R. Santos; "El reino de Mandinga" de Ricardo Rivera Aybar.

• Tengo otras más: "Tiempo muerto" de Avelino Stanley; "Perdidos en Babilonia" de José Acosta; "Una vez, un hombre" de José Enrique García; "Goeíza" de Manuel Mora Serrano; "Dimensionando a Dios" de Manuel Salvador Gautier, esta última sobre Juan Pablo Duarte, desde una visión más familiar, fiel a la historia.

• Freddy Aguasvivas tenía en planes llevar al cine su formidable novela sobre el secuestro de Donald Crowley, titulada "El olor del olvido", lo cual sería una buena noticia. Pero, nuestro cine puede ayudar a transformarse en una obra de Julia Alvarez, "En el nombre de Salomé", como en una nueva versión de "Carnaval de Sodoma" de Pedro Antonio Valdez, que fue llevada al cine por el famoso director mexicano Arturo Ripstein, no con buen tino. O planificar un remake del "Galíndez" de Manuel Vázquez Montalbán que llevó a la pantalla, hace trece años, el director español Gerardo Herrero, con un guión desabrido que enroscó la historia de este crimen trujillista de modo falso y sin vigor.

• En "Los carpinteros" de Joaquín Balaguer hay buen material para el cine, como en la historia sobre la invasión de Penn y Venables que recientemente ha dado a conocer el historiador Bernardo Vega. En ambas, hay argumentos para hacer buen cine de los mismos.

Esta es mi propuesta, René. He cumplido la primera parte de tu petición. En la segunda y tercera, hemos de necesitar del concurso de los cineastas dispuestos a jugarse un puesto en la historia de nuestro cine, para que Cannes no sea un simple viaje de turismo o una extensión glamorosa de los premios Soberano, sino una oportunidad para mostrar el nuevo cine dominicano que ha de nacer y desarrollarse cuando se ponga la mira y la vocación sobre estos materiales narrativos de la literatura dominicana. Al fin y al cabo, ¿no es justo eso lo que vemos siempre hacer en Hollywood y en otras estancias del mejor cine del mundo?

www. jrlantigua.com