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Canción de amor entre olivos: un poeta dominicano en Salamanca

Desde 1988, hace veintisiete años, se realiza en la Catedral de Salamanca un gran acto poético con el que se abren las ceremonias de la Semana Santa en esa ciudad española donde surgió la primera universidad de España y cuyo nombre está ligado a figuras de primer orden en la historia y la cultura universal: Nebrija, Fray Luis de León, Unamuno, Fernando de Rojas y el propio Almirante de la Mar Océana, porque Salamanca pertenece a la comunidad autónoma de Castilla y León ("A Castilla y a León nuevo mundo dio Colón").

Ese mismo año en que dio inicio el proyecto poético que abre la Semana Mayor allí, la UNESCO declaró a Salamanca Patrimonio Cultural de la Humanidad, dueña como es de un patrimonio arquitectónico, religioso y cultural impresionante. Desde entonces, las ceremonias que recuerdan el sacrificio de Jesús en la Cruz, su muerte y resurrección, tienen en la ciudad salmantina un pórtico que señaliza este tiempo anual de reflexión y memoria cristiana: la poesía.

Cada año pues, un poeta ha de crear con sus palabras un ámbito propicio para esta semana tan señera en la liturgia católica. Ante la conmovedora escultura del Cristo Yacente, un poeta desgrana sus versos por la oblación del Hijo de Dios frente a los pecados de la humanidad. Un poeta ante la Cruz del redentor, ante la figura del salvador que yace clavado en el madero, desfigurado, sangrante y coronado con las espinas del INRI burlesco que romanos y judíos han colocado sobre sus sienes adoloridas.

Salamanca tiene dos catedrales: la vieja y la nueva. En esta última es donde tiene lugar esta ofrenda poética ante el Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora. Cada año, un poeta distinto escribe un poemario que lee en aquel formidable escenario, en un acto solemne que, este año, ha contado con la presencia del Coro Francisco Salinas y que según los reportes de la prensa salmantina ha sido un acto de "incalculable belleza".

¿Qué importancia tiene para nosotros esta actividad que ha tenido lugar el pasado domingo 22 de marzo? Pues, este año la ofrenda poética ha estado a cargo de un poeta dominicano, el mocano José Frank Rosario, un ex sacerdote de los carmelitas descalzos que luego de colgar los hábitos se dedicó a la enseñanza en Estados Unidos, donde ha residido por largos años, residiendo hoy en Bruselas, Bélgica. Frank, como lo llamamos todos sus amigos, fue en los años sesenta y setenta un guía literario, espiritual y ético para la juventud de mi ciudad nativa. Dotado desde joven de un empecinado interés por los valores del saber y la cultura, introdujo a muchos -entre los que me encuentro- en el ambiente de la creación poética, en el conocimiento de los valores musicales y en el estudio y práctica de la espiritualidad.

Su selección para ser el poeta que inicia la Semana Mayor en Salamanca debiera ser noticia en el ambiente cultural dominicano. La ceremonia, cuya descripción acabo de leer en los diarios salmantinos, está llena de una solemnidad estremecedora. Una pequeña procesión inicia la actividad desde la capilla de la Virgen de la Verdad hasta rodear el trascoro de la catedral. Un cofrade porta dos campanas (las mismas que inician el desfile procesional del jueves santo) tocando a silencio. Le siguen los ciriales y la cruz alzada. Detrás, dos filas de cofrades, uno de ellos portando un incensario. Y, al final, el Cristo en posición horizontal a hombros de un grupo de fieles, y justo tras ellos el poeta invitado escoltado por la junta de gobierno y los asistentes a la ceremonia poética.

Cuando el Cristo va llegando al lugar del acto, un coro entona un motete, a la vez que el hermano mayor de la cofradía hace la presentación correspondiente, y entonces el poeta del año anterior (en este caso, la poeta Soledad Sánchez Mulas) presenta a la concurrencia al poeta invitado de este año. Hechas las presentaciones de rigor, el poeta comienza a leer su poemario y en cada descanso el coro va entonando una serie de motetes, y así hasta la terminación del acto en que el Cristo Yacente es regresado a la capilla donde se conserva la escultura. "Es un acto íntimo en el que se unen lo cultural, lo religioso, lo monumental y lo artístico", según explica una de las reseñas que leo. El poeta invitado no ha de concluir aquí su compromiso. El miércoles santo en la noche, en un convento próximo a la catedral, se desarrolla la Trilogía de la Pasión en el que nuevamente el poeta lee un nuevo poema ante el Cristo de la Agonía Redentora. Volverá en 2016 para presentar al poeta invitado de ese año.

Frank Rosario ha vivido pues en esta Semana Mayor que mañana se inicia formalmente, una experiencia espiritual y cultural extraordinaria, siendo el primer poeta dominicano que ha estado en la catedral de Salamanca invitado para tan solemne acto. Su poemario "Canción de amor entre olivos", que he leído íntegramente semanas antes de este momento religioso de tan alto nivel, es un viaje descriptivo del suceso de la Pasión: el resplandor del iluminado, la noche de la hoguera, los lobos impacientes que acechan, los hosannas del populacho, el cordero camino al sacrificio, la soledad atenazando la garganta de la víctima propiciatoria, el último banquete compartido con los discípulos, los pontífices y jerarcas agazapados tras las sombras a la espera del acto de la traición, el camino del calvario ("Sin compañía va el hombre que tantos hombres a sus pies tuvo"), las manos temblorosas del Pilatos ambivalente, Barrabás, el de la libertad que no ha pedido, el Rey atado a una columna ciega donde el escarnio se desgaja en latigazos y burlas, la cumbre y el abismo ("Subes. Según subes el camino/ bajas en tu humanidad deshecha./ Cada segundo cuando pasa/ acrecienta el peso de tu leño. Y tus hombros/ con sus llagas, cómo arden,/son demonios de fuego... Eres el Todo en esta Nada, Señor,/ anda, sube, empuja, carga").

Y luego, el retablo ante la Cruz: Magdalena, Pedro, Juan, la Madre ("Eres carne de mi carne, pero también luz sobre la tierra./ Has cumplido. He cumplido. Era ese/ nuestro pacto. Sí lo sé, ¿Por qué entonces/este dolor duele tanto?").

Entonces, la agonía redentora que llega, la misericordia del Cristo que yace, el que agota sus últimas horas, "inerte, pero no vencido", el de la resurrección, el del canto de amor y consuelo ("En tres días romperás rocas y armadura./Traerás luz a la luz, de nuevo./Cantarán cielos y tierra, la libertad inaugurada/en un mundo recién hecho, por ti transfigurado...")

Frank Rosario ha hecho historia con una pieza que la crítica ha calificado de "altísimo nivel poético" en esta cita de la poesía mística en la mítica Salamanca, cuna del que fuera su mentor espiritual, el sacerdote salesiano Juan Miguel Vicente Martín. Allí, frente a esos muros milenarios, centro del saber y de la cultura, espacio de religiosidad perenne, el poeta dominicano ha llevado la voz de nuestro país al altar del Cristo Yacente de la catedral salmantina en un acto que a todos -crédulos e incrédulos- debiera llenarnos de orgullo. Cuando los periodistas abordaron a Frank Rosario sobre el valor de la poesía al concluir aquella velada mística, el poeta nuestro resaltó que "la poesía es el alma del mundo, entendiendo por mundo las galaxias más lejanas, el latir del corazón humano...solo la pureza más pura reside en la poesía... ella es la música que mueve la mecánica celeste, los ojos de los astros que no duermen, la plácida ternura de Dios".

El pórtico de la Semana Santa en Salamanca, la abrió este año un poeta nuestro, José Frank Rosario. ¡Enhorabuena para él y para toda la poesía dominicana!


“Eres carne de mi carne, pero también luz sobre la tierra./ Has cumplido.
He cumplido. Era ese/ nuestro pacto. Sí lo sé, ¿Por qué entonces/este dolor duele tanto?”

(Para conocer la poesía de José Frank Rosario recomendamos su libro "Entre el polvo y la ceniza" que reúne su obra completa hasta el 2008, pues posteriormente ha escrito otros libros. Lo publicó Ediciones de la Secretaría de Estado de Cultura, en 2008, con proemio y estudio de José Rafael Lantigua y Bruno Rosario Candelier. Editora Nacional: 504 pp.)

www. jrlantigua.com