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Buenaventura Báez: un intento de reivindicación

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Buenaventura Báez: un intento de reivindicación
Portada del libro de José Báez Guerrero.

En las últimas décadas, han sido periodistas los que han escrito los relatos de los acontecimientos más relevantes de la historia contemporánea dominicana. Recordemos los exitosos textos de Miguel Guerrero y Miguel Franjul. Y tengamos en cuenta que los mejores reportes de la Era de Trujillo y de la revolución de abril provienen de las plumas de dos experimentados periodistas extranjeros, Bernard Diederich y Tad Szulc.

Cuando no, la evaluación histórica más reciente ha provenido de plumas académicas, de testigos de los acontecimientos o de escritores que no son propiamente historiógrafos. Los historiadores formados, con una que otra excepción (el Juan Daniel Balcácer, por ejemplo, de "Trujillo, el tiranicidio de 1961", 2007) han empleado su mejor tiempo -asunto nada desdeñable- en ocuparse de los sucesos históricos llamémosle clásicos, o sea, los habituales de la historiografía tradicional, sea para ampliar, rebatir, aclarar o recomponer los capítulos que conforman nuestra realidad histórica más lejana.

La experiencia, vamos a llamarle de este modo, se ha detenido en los últimos años, como si acaso no hubiese todavía muchos aspectos que desbrozar en el conocimiento de la vida histórica de los dominicanos, y no solo de la más reciente, sino de la que data desde la fundación misma de la República. José Báez Guerrero, otro periodista metido en la liza, publicó hace seis años un formidable relato sobre el suicidio del presidente Antonio Guzmán, de cuyos pormenores posmorten fue testigo debido a que entonces trabajaba como reportero de El Caribe ("Guzmán, su vida, gobierno y suicidio", 2009). Con ese libro obtuvo el premio nacional de Historia, emulando a su colega Miguel Guerrero que se alzó con más de una presea importante por sus célebres revelaciones sobre el golpe de estado al gobierno de Juan Bosch, la Era de Trujillo, la guerrilla del 14 de junio, entre otros temas de la historia contemporánea nuestra.

Báez Guerrero establece, empero, una diferencia con los periodistas que, desde dentro o fuera, han escrito libros de importancia irrebatible sobre nuestros avatares históricos recientes. Es el único entre ellos que se fue hacia atrás, para insertarse en el grupo de quienes han evaluado aspectos de la historia criolla que proceden del surgimiento de la nación dominicana. Pareció algo osado de su parte cuando salió a la luz a fines del año pasado su libro sobre Buenaventura Báez, una personalidad polémica de nuestra historia cuyo trajín político y gubernativo había sido ya examinado por historiadores de lustre, como Emilio Rodríguez Demorizi, Rufino Martínez, Roberto Cassá y Mu kien Adriana Sang. Más de uno, me consta, pensó que su texto -denso y cargado de minuciosas evaluaciones- no pasaría de ser un encomio o una diatriba sobre un pariente directo del cual deseaba asumir su defensa histórica más de un siglo después de su predominante presencia en la vida pública de la nación surgida el 27 de febrero de 1844.

Pero, no. Desde sus primeras páginas, el lector sabe que está ante un estudio a fondo de la biografía humana y política de Báez que evidencia años de dedicación en la búsqueda y confrontación de informaciones no solo sobre los episodios que forman parte de las ejecutorias y el liderazgo de quien fuese cinco veces presidente de la República, sino también sobre los roles no siempre explicitados de quienes les combatieron tenazmente y a quienes el autor dedica páginas de punzantes cuestionamientos que han de obligar a revalorizar las inquinas propaladas, así como las propias hojas de vida de algunos considerados por largas décadas como figuras cimeras del civilismo nacional.

La política dominicana, desde los inicios de la República, se ha sostenido dolorosamente sobre las columnas de la maledicencia, el ultraje verbal, las mezquindades solapadas o abiertas, las descalificaciones más perniciosas, actitudes que han dejado cicatrices sin cerrar en las historias personales de muchas de las figuras cimeras de nuestra historia. Sobre Báez han llovido todas las acusaciones registradas en el vademécum de la política vernácula. Ese Báez es el que intenta desmontar del carril infame donde le colocaron sus enemigos, José Báez Guerrero, con un ensayo histórico brillante, de una acuciosidad respetable, escrita con la firme disposición de levantar la dignidad ultrajada de su pariente y, a la vez, desmitificar algunos iconos venerables de la historicidad nacional.

Desde que comienza a biografiar a Báez, hasta que concluye su análisis con los detalles del legado del mandatario, el autor selecciona textos y nombres para intentar una fulminación de las apreciaciones negativas sobre aspectos del baecismo y de su máxima figura. A primera impresión, y a segundas también, se puede pensar que ese encono contra los que detractan a Báez desde distintos ángulos, es el objetivo primario de la obra. Y no es así. Báez Guerrero es un periodista culto y un escritor que conoce muy bien los hilos de la argumentación histórica, y con este instrumental viabiliza un texto inteligentemente manejado sobre la base de un propósito que creo clave y que resumo del siguiente modo: Báez no es el que nos ha dibujado la historia desde las falacias de sus enemigos, pero tampoco esos enemigos son los que siempre se ha dicho de ellos; independientemente de virtudes patrióticas que puedan reconocérsele a éstos, hay posturas y conductas asumidas en determinados momentos y ante diferentes circunstancias que bajan del altar de sus grandezas a algunos de esos prohombres de nuestra historia.

No es posible acometer, en breves líneas, la evaluación detallada de la obra de Báez Guerrero. Tan poblada está la misma de referencias bien documentadas, de anotaciones bien precisadas de la historia universal, de análisis fieros -aunque los crea objetivos-, de detalles múltiples que a pesar de ser abrumadores señalizan las delicias del texto, su impronta minuciosa para no dejar sin cubrir ninguna rendija por donde pueda introducirse un yerro -de cualquier tipo- que menoscabe el ensayo.

El presidente Báez no fue un rudimentario hatero oriental como Santana. Era un sureño azuano que creció y se desarrolló bajo los controles de una buena educación que unida al aprendizaje de los asuntos de comercio le posibilitaron una vida holgada, al tiempo que la experiencia en sus estancias europeas le transformaron con muy joven edad en un hombre "muy cultivado, desenvuelto y versado en las más modernas corrientes políticas", conforme sustenta el autor. Tenía condiciones intelectuales y, contrario a otros adalides de aquella época, él mismo escribía sus discursos y documentos personales. Fue diputado y constituyente en Haití, antes de la independencia, donde hizo galas de su capacidad oratoria y, al mismo tiempo, de sus firmes ideas políticas, entre las cuales figuraba la defensa de los derechos de los que habitaban la parte oriental de la isla que aún no se llamaban dominicanos. Estuvo entre los conspiradores para crear la República, etapa que aún debe explicarse con mayor claridad a nuestros compatriotas para que pueda entenderse cómo se incubó el ideal separatista, la verdadera dimensión del duartismo en los inicios de la nueva patria y la manera como se establecieron las rivalidades en esta difícil primera partida para conformar la nación dominicana.

Báez Guerrero es muy contundente y preciso en sus observaciones. Y no teme enfrentar voces consagradas como la de Rodríguez Demorizi, por ejemplo, para dejar sentados sus criterios. No hay comparación entre Santana y Báez, nos quiere dejar bien claro el autor. Y el deslustre que ha sufrido su figura es porque la historia la escribieron sus enemigos. Los vaivenes políticos, el ostracismo recurrente, el "vuelve y vuelve" que lo llevó cinco veces al solio presidencial, sus estrategias que a veces le resultaron adversas, sus enfrentamientos con Santana, su obra concreta como jefe de gobierno, en fin, toda su vida política está escrita aquí con detalles, en un relato que a pesar de su densidad alcanza momentos de fascinante lectura.

Hay abundantes recriminaciones, pero solo tres fundamentales, lo que el autor denomina la "tríada de la mala prensa": el historiador José Gabriel García, el general Gregorio Luperón y el escritor Manuel Rodríguez Objío. A estos tres, les atribuye el ensayista "la mayor influencia nefaria sobre la reputación de Buenaventura Báez". Pero, no escapan a su memorial desmitificador los nombres de Pedro Francisco Bonó, Ulises Francisco Espaillat, Sumner Wells y el arzobispo Meriño. Pero, que ningún lector se prejuicie antes de leer esta magna obra de José Báez Guerrero. El suyo es un ensayo bragado que describe conductas que muchos historiadores han soslayado (¡ay, los altares cuando remueven los santos!) y es la vez, con sobrados méritos, un intento bravío, aunque polémico, de intentar colocar en un pedestal digno a la figura y obra de Buenaventura Báez, "gran exiliado de la glorificación nacional", como le llama el autor. La inmensa descendencia de Báez -distribuida en segmentos variados de la vida nacional- ha de celebrar esta obra que busca reivindicarlo. Pero, también el lector y la propia historiografía nacional que necesita poner atención a un ensayo bien escrito, con un enfoque sagaz y valiente, que ayuda a mantener activa la coctelera de los estudios históricos en República Dominicana.

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BUENAVENTURA BAEZ. José Báez Guerrero. Arte Tuto: noviembre 2014/ 792 pp. Esta obra obtuvo esta semana el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes.

www. jrlantigua.com