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Imaginación y estilo en la creación de sueños para la gente menuda (2 de 2)

Ya sabemos que Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm no escribieron sus famosos relatos "infantiles" para la gente menuda. Del mismo modo, hemos intentado explicar que no es necesario escribir un buen cuento para niños con un lenguaje y un estilo determinados. Voy a escoger cuatro ejemplos de escritores dominicanos de literatura infantil para evaluar las configuraciones estilísticas correspondientes. Me acojo a un relato formidable de Margarita Luciano, titulado "El colibrí":

Por los caminos del monte las flores cansadas comenzaron a deshojarse; el sol se acostaba cada vez más tarde y se levantaba cada día más temprano. Por eso, el colibrí trabaja intensamente. Sus días se hacían laaaargos y sus noches cortas.

La sola frase inicial de este relato retrata a una escritora con condiciones relevantes para la creación de historias infantiles. Pero, si seguimos leyendo este cuento encontraremos que la autora busca enriquecer el vocabulario de los destinatarios de su creación con vocablos o lexemas que no pertenecen directamente al escenario lingüístico de la gente menuda. Y, al mismo tiempo, produce explicaciones dentro del texto que en nada limita el discurrir narrativo, por el contrario lo enriquece. La autora hace uso continuo de la onomatopeya, "palabra cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa", en un relato que tiene claramente un objetivo didáctico. Adicionalmente, utiliza la prosopopeya, otorgando de manera muy bien delineada cualidades humanas a los pajaritos convidados a ser parte de esta narración. Si buscamos algo más en este texto narrativo, podríamos darnos cuenta de cómo la prosodia juega un rol de primer orden, porque una vez el lector infantil escuche o lea este relato habrá de verse obligado, con la compañía de un instructor, en la escuela o en el hogar, a aprender la correcta pronunciación y acentuación de las palabras. Margarita Luciano concluye su hermoso cuento de esta forma:

El colibrí se sintió contento de conocer otras aves parecidas a él, a las que invitó a quedarse a vivir en su árbol. Ellas, complacidas, aceptaron la invitación. Es por eso, que, a partir del día del eclipse, una bandada de colibríes, cada mañana besa las flores, produciendo el milagro de ver nacer en cada temporada una montaña de flores y de escuchar en cada nido, el piar de pequeños colibríes. Por eso, de cuando en cuando, el pícaro sol se esconde para que el amor renazca.

Margarita Luciano escribe un relato donde se congregan varios elementos. Es un texto que domina y sitúa fielmente los vocablos que exigirán del niño un aprendizaje de la lengua; la autora crea un espacio imaginario para el lector infantil; su riqueza poética está destinada a movilizar la dinámica sensorial y a crear un derrotero espiritual en la vida del niño, y finalmente, el vocabulario empleado en el relato enriquecerá y elevará la calidad de sus conocimientos lingüísticos con los que podrá expresarse más correctamente en el futuro inmediato. Este es pues un vivo ejemplo de un cuento infantil donde se conjuga el lenguaje propio para infantes con el léxico y el sentido poético que no les pertenecen per se, pero que puede insertarse para lograr una sustancial elevación de su lenguaje y de su imaginación.

Selecciono otro ejemplo de un escritor infantil y juvenil bien establecido, César Sánchez Beras, cuya sola conversación personal delinea el perfil de un apasionado servidor de historias para la gente menuda. De su relato "La leyenda de las ciguapas y el llanto cemí":

Hace muchos, muchos, muchos, muchos, muchos años, en un lugar del continente americano llamado El Caribe, comenzó una leyenda que llega hasta nuestros días. La historia la contó el abuelo del abuelo del abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo.

Cuenta esta historia que en este lugar no habían habitantes humanos. Solo estaba poblada por animales de aire, como la Cigua Palmera, la Garza Real, la Gallareta, el Barrancolí y el Madam Sagá. También existían animales de la tierra, como el Hurón, el Guanajo, la Iguana, y animales del gua como el Manatí, El Dajao, la Cajaya, la Caguama y la Tonina.

Sánchez Beras escribe directamente para un infante. Busca dar a entender al niño una historia que tiene historia, larga, que viene transmitida oralmente entre varias generaciones. Y, luego, nombra una fauna criolla que introducirá al niño en el conocimiento de este aspecto de la naturaleza de su patria. Todo el resto del cuento está destinado a explicar los resortes de esa leyenda, con un lenguaje que toca directamente la sensibilidad y el conocimiento del infante, y que se completará con un vocabulario básico. El relato es pues, puramente de corte infantil por su lenguaje y contenido, y claramente de orden didáctico por sus objetivos.

He aquí otro ejemplo: "El camino de la libertad" de Lucía Amelia Cabral, en el cual valoro cinco fundamentos. Primero, es un relato largo, no un cuento corto y simple. Segundo, contiene una historia con un claro fin moralizador. Tercero, el lenguaje mezcla la impronta infantil con la composición del vocabulario adulto. Cuarto, las ilustraciones juegan un rol en la edición del relato, de modo que cuando el infante tiene el libro en sus manos puede ayudar su imaginación a producir una lectura comprensiva del texto. Y, quinto, el estilo poético lo convierte en un escalón de belleza que eleva la calidad de la creación. Al exponerse visualmente en compartimentos estancos, conforme el criterio editorial con que se concibe el relato como libro, "El camino de la libertad" contiene características poco comunes en la literatura infantil dominicana.

Desde arriba, el camión parecía pequeño.

Su soberana capota de yagua y la vara de caña que le servía de antena llamaban la atención en medio del paisaje adormilado. Sus cuatro ruedas de troncos de limoncillo giraban y giraban a buena velocidad mientras, para iluminar el camino, llevaba el camión sus lucecitas de cocuyo encendidas.

Todavía empañada, la mañana reposaba un rato más. Pero, pese a la tenue oscuridad, se podía leer el número de la placa del camión. Era un ocho cómodamente acostado. Así:

Y aquí la autora utiliza la ilustración como parte del texto, para explicar al lector gráficamente como era el "ocho cómodamente acostado" de la placa del camión.

Este cuento es un compendio de ternura, calidez lingüística, belleza expositiva y dinamismo narrativo, aunado a un lenguaje que yuxtapone el objetivo primario del relato, obviamente dirigido a los infantes, con la propuesta de mostrar al lector de cualquier condición valores que debemos frecuentar y resaltar, ideas que estamos llamados a defender y destinos a los cuales el ser humano debe aspirar. ¿Es un cuento infantil éste de la formidable escritora que es Lucía Amelia Cabral? Claro que sí. Ella es dueña de uno de los estilos mejor acabados de nuestra literatura infantil, a causa de su formación cultural y el manejo preciso de la lengua. Su relato se centra dentro de esta concepción dual, del escrito para infantes con un estilo adulto que no afecta la composición dirigida a la gente menuda, por el contrario la debe inspirar, con ayuda tutorial, a conocer mejor su lengua y a fomentar una imaginación saludable y enriquecedora.

Me detengo ahora en un autor prolífico, que habiéndose iniciado en otros géneros, terminó concentrando sus dotes narrativas en el mundo de los infantes. Me refiero al petromacorisano Miguel Phipps. Antes debo señalar que los libros infantiles de Phipps están siempre bellamente ilustrados, lo que es una materia que nunca debe ser desdeñada por los autores en esta rama literaria. Los hermanos Grimm no quisieron que se ilustraran sus relatos, hasta que se vieron obligados a que su hermano, que era grabadista, se encargara de dibujar los personajes de sus historias. Y así fue como conocimos como era Blancanieves, Pulgarcito, y Hansel y Gretel. Hans Christian Andersen no tuvo ilustradores al principio, pero hasta hoy son muchos los dibujantes que se han disputado las ilustraciones de sus cuentos. Lo que quiero dejar establecido es que la ilustración es parte fundamental e imprescindible de los relatos para infantes, porque contribuyen a acrecentar y enriquecer su imaginación. Seleccionamos "La abeja presumida" de Miguel Phipps. El texto se inicia de esta forma:

El aroma que emanaba de la flor invitaba a chupar el néctar. En sus pétalos rosados, trompa a trompa, se encontraron una abeja y un picaflor.

--No libes mi flor, le dijo la abeja con voz prepotente, que necesito el néctar para hacer la miel.

El picaflor no tomó en cuenta la petición fuera de tono y le expresó:

-No chuparé el jugo de la flor a cambio de que hagamos un pacto.

Que es lo primero que resalta en esta narración de Miguel Phipps: la sencillez del lenguaje que utiliza. El autor escarba en el lenguaje llano, directo, en ese lenguaje coloquial que puede resultar más comprensible al niño, y si continuamos en su lectura comprobaremos aún más esta apreciación. El relato es corto, y muy preciso en sus objetivos. La sencillez lingüística se mantiene todo el tiempo y el propósito es claramente entretener al niño, contarle una historia divertida y permitir que conozca aspectos no resaltados comúnmente en la cotidianidad. Otros relatos de Phipps mantienen este estilo, que ya le es característico, aunque en algunos el lenguaje se refuerza con algunos vocablos cultos.

Partiendo de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm, y seleccionando a cuatro autores dominicanos de literatura infantil, he intentado demostrar cuán variada, ágil y libre es la creación de sueños para la gente menuda a través del estilo y la imaginación creadora de sus autores. No existe un canon para la literatura infantil, a menos que no sea el de las historias contadas con esmero en el manejo de la lengua y el de la forja de una sensibilidad estética. Se puede escribir un relato infantil con la prosodia y la belleza poética de Margarita Luciano; con la explicación detallada y radicalmente didáctica de César Sánchez Beras; con la destreza imaginativa y el lenguaje de ternura y belleza expositiva de Lucía Amelia Cabral; y con la sencillez y el lenguaje coloquial, directo y sin ruedos verbales, de Miguel Phipps. En todos los casos, la mesa de los sueños está bien servida. La gente menuda, con una buena orientación, sabrá apreciar los contenidos, elevar su imaginación, conocer mundos nuevos y disfrutar de los sueños de la realidad y de la fantasía que los habrá de convertir más tarde en hombres y mujeres con una mejor perspectiva de la vida y sus caminos.

www. jrlantigua.com

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