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El drama de los haitianos en Brasil

Albergue que los recibía fue cerrado. Limitan otorgamiento de visado especial

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El drama de los haitianos en Brasil
Iglesia Católica los acoge.

SAO PAULO. Vincent tiene poco más de 30 años, aunque sus manos y sus ojos parecen los de un viejo prematuro que, tras recorrer medio continente americano para llegar a Brasil procurando un futuro mejor, no ha encontrado lo que buscaba: "si mis piernas pudieran caminar cien días seguidos, volvería a Haití ahora mismo".

Es sólo un testimonio de los cientos de inmigrantes haitianos que han llegado a Sao Paulo en las últimas semanas tras entrar al gigante sudamericano por su frontera con Perú y Bolivia, donde antes les esperaba un albergue que fue cerrado este mes y en el que recibían cama, alimentación y documentos.

Lo que significaba el fin de la pesadilla, se transforma nuevamente en desespero e incertidumbre para los haitianos que arriban a Sao Paulo.

"Cuando llegamos a Brasil ya no tuvimos ningún problema con la Policía, aquí nos dieron documentos y así dejamos de ser ilegales", cuenta otro de los haitianos, que como la mayoría prefiere quedar en el anonimato y que durante los primeros días en la capital paulista se refugia en una iglesia católica.

La Pastoral del Inmigrante ha acogido a más de quinientos haitianos en los últimos días.

Desde 2012, Brasil expide un "visado especial humanitario" con vigor hasta 2015 para la población haitiana que quiera trasladarse al país sudamericano. La medida preveía un límite de 1.200 por año, pero en abril de 2013 ese tope fue eliminado.

La especial política de Brasil con el país caribeño provocó un goteo de inmigración marcado por la presencia de "coyotes" en el camino, extorsión policial en Perú y que derivó en una tensa situación entre los ejecutivos envueltos en la situación: el Gobierno brasileño, el regional del estado de Acre y la alcaldía de Sao Paulo.

En esta maraña institucional en la que nadie asume culpas, no hay más daño colateral que el haitiano, que tras recorrer miles de kilómetros (sólo aéreos ya son casi 5.500), se siente engañado ante las políticas de acogida.

"Vinimos porque nos sentimos invitados, pensábamos que tendríamos trabajo, es lo único que queremos", insiste Vincent, quien insta a los gobiernos de su país y de Brasil a que informen de la situación a los compatriotas que quieren repetir su viaje: "a mí no me creerían, sólo ellos pueden disuadirles", asegura.

Hasta el pasado 10 de abril, un albergue de la pequeña ciudad amazónica de Brasilieia (en el estado de Acre) recibía a los inmigrantes que desde algo más de tres años tienen a Brasil como el fin de la ruta ya establecida que comienza en Puerto Príncipe, va de Santo Domingo a Panamá o Ecuador en avión y atraviesa por tierra Perú.

Sin embargo, una crecida del río Madeira, según alega el Gobierno de Acre, terminó con la viabilidad del refugio, que llegó a recibir a 2,500 personas cuando su capacidad máxima era de sólo para 200, y que finalmente fue cerrado y sustituido por uno "provisional" en Río Branco, la capital regional.

"Sólo queremos trabajar -repiten una y otra vez varios haitianos- pero llegamos aquí y resulta que tenemos que esperar dos meses para un permiso, cuando ya no tenemos dinero ni para comer".