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Inmigrantes huyen del crimen y creen que se quedarán en Estados Unidos

La cantidad de menores que viajan solos y son detenidos en la frontera se ha triplicado desde 2011

ARRIAGA, México - El mismo día que terminó el año escolar, Gladys Chinoy se aprendió de memoria el número de teléfono de su madre en Nueva York y se subió a un autobús rumbo a la frontera norte de Guatemala.

La niña de 14 años, que sólo llevaba consigo la ropa que vestía, cruzó el río Naranjo hacia México montada en cámaras de neumáticos de camión y se unió a un grupo de cinco mujeres y al menos una decena de niños guiados por uno de los coyotes que habitualmente cobran alrededor de 6.000 dólares por llevarlos hasta la frontera con Estados Unidos.

En Arriaga, pueblo del estado de Chiapas al sur de México, las mujeres y los niños esperaron cerca de las vías del tren hasta que el silbato y las luces de una locomotora irrumpieron en la oscuridad de la estación. De repente, cientos de migrantes entre los que era fácil ver decenas de madres con sus hijos de todas las edades, abandonaron hoteles baratos y casas donde se escondían para abordar rápidamente los vagones de un tren de carga y competían por lograr un lugar seguro para viajar.

Este diluvio de personas, que se acomodaron en cualquier lugar, el techo de un vagón, su interior, un espacio entre hierros al lado de una rueda, va a engrosar la cifra de inmigrantes que tienen desbordado el sistema migratorio estadounidense.

La cantidad de menores que viajan solos y son detenidos en la frontera se ha triplicado desde 2011. También se cree que el número de niños que cruza la frontera con sus padres ha aumentado, pero el gobierno de Barack Obama no ha hecho públicas las cifras anuales. Esta crisis ha desatado un intenso debate político en las últimas semanas en Estados Unidos, en el que la administración culpa a las redes de tráfico de personas por el arribo de cientos de centroamericanos al país mientras la mayoría republicana de la Cámara de Representantes achaca su llegada a la política del presidente Obama que, dicen, lleva a creer a madres y niños que pueden quedarse en el país del norte.

Las entrevistas hechas a decenas de inmigrantes a lo largo de la principal ruta migratoria hacia el norte llevan a pensar que ambas posiciones en el debate están en lo cierto.

La inmensa mayoría dijo que escapaba de la violencia, casi de carácter epidémico y que no cesa de incrementarse, generada por las pandillas en Guatemala, Honduras y El Salvador.

También creen de manera unívoca que han emprendido el viaje porque han oído de que ha habido un cambio en las leyes de Estados Unidos que obliga a las autoridades fronterizas a liberar a los niños y reunirlos con sus padres y así quedarse en el país.

La creencia de que mujeres y niños pueden entregarse a las autoridades migratorias tan pronto ponen un pie en Estados Unidos y quedar a salvo ha cambiado la percepción de miles de padres que ya no temen por el último tramo del viaje de los menores; una travesía de varios días caminando en un hirviente desierto que los puede matar.

"Es una gran oportunidad que nos están dando los Estados Unidos porque ahora con esa nueva ley ya no tenemos que atravesar el desierto donde la gente se muere, podemos ir directamente a las autoridades", dijo Gladys, una adolescente risueña de pelo largo y negro como el azabache que espera poder estudiar medicina una vez que logre reunirse con su madre.

Está mucho más interesada en la idea de volver a ver a su madre que preocupada por los riesgos del viaje. Su madre dijo que es consciente del peligro pero que los cinco años que llevan separadas pesan mucho más.

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