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El resplandor poético de Arturo Pellerano Castro

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El resplandor poético de Arturo Pellerano Castro
Arturo Pellerano Castro, el Byron dominicano.

El país cultural debe sentirse orgulloso de poder contar con las obras completas de uno de los poetas más nacionalistas del parnaso criollo: Arturo Pellerano Castro, el Byron dominicano. Aunque el filólogo Max Henríquez Ureña había sugerido la realización de esta empresa, la Fundación Pellerano y Herrera, tal vez acogiendo aquel criterio, acaba de cumplir, en el momento más oportuno, con ese noble propósito. Nadie ignora hoy que la República Dominicana soporta los embates del vecino Haití que se ha aliado a potencias extranjeras para humillarnos. Los ejemplos se ven a diario. Por eso tenemos que apoyar todo que tienda a valorar el sentimiento patrio.

En esta edición de los Textos Reunidos de Arturo Pellerano Castro con el título UN CANTO A LA DOMINICANIDAD (Santo Domingo, 2013), aparece un estudio sin rúbrica que suponemos es de la autoría de los editores. Es posible que sea hasta ahora la reseña más detallada que se haya escrito sobre la vida y la obra de este autor.

El volumen contiene apuntes biográficos, poemarios, teatro, cartas, comentarios, cronología y árbol genealógico. Pero aquí nos referiremos al inventor de las "Criollas". Este tipo de composición es la que lo sitúa en el lugar que ocupa en la literatura nacional.

En el ordinal once de la cronología hay una nota que aclara juicios sobre el origen de la criolla. Está motivada en que se había sostenido en Ventana, Listín Diario, 25 de agosto 2007, que el primer autor de la criolla lo era Mario E. Mazara, quien publicó su poema "Criolla" en la revista "Nuevas Páginas" el 25 de septiembre de 1900, y que Pellerano Castro publicó "A ti", la más famosa de sus criollas, el 12 de julio de ese mismo año, o sea, dos meses y trece días antes de la publicación de Mazara. Con lo cual queda desmentido el dato publicado en Ventana. Sin embargo, ese error había sido aparentemente subsanado en el libro "Postumismo y Vedrimismos…" (E. N. 2011. Págs. 100, 101, y 102), donde su autor afirma que el pionero de la criolla es Bienvenido Salvador Nouel, quien había publicado un poema en 1899 (SIN NOMBRE, Para una Dama), y tres poemas en 1900 (BROCHAZOS, CAMPESTRE, EL CAMPESINO); y que el segundo precursor lo es Mario E. Mazara. Ahora bien, el mayor bache estuvo en no especificar las fechas exactas de los tres poemas. Esa pudo haber sido la clave definitiva para la verdad absoluta.

En consecuencia, estaba en lo cierto Pedro René Contín Aybar cuando señaló que Arturo Pellerano Castro es el creador de las "Criollas". En este caso se refería a sus composiciones literarias en sentido estricto y no a una mujer determinada como la que pidió José Joaquín Pérez. Porque si a eso vamos, Byron le cantó, no solo a las trigueñas, sino a todas, sin distinción de colores. Entonces, ¿Qué es en sí la criolla? Es una pieza lírica, principalmente breve, dedicada a la mujer con palabras propias del paisaje y el folklor dominicano.

En su conjunto, la poética de Byron es diversa. Abarca temas sociales, costumbristas, patrióticos, intimistas… Es, además, cantor de efemérides, juegos florales, salutaciones y homenajes. Sus criollas se destacan por la musicalidad, la gracia y el sabor local. El lenguaje es llano sin caer en el prosaísmo.

Entre sus poemas más relevantes, según el canon tradicional, están: "A ti", "Americana", "A Consuelo Martínez", "Las hojas" y la miniatura "En el cementerio". Veamos, a manera de ilustración, varios fragmentos:

De "A ti" (Criolla): "Yo quisiera, mi vida, ser burro,/ ser burro de carga,/ y llevarte, en mi lomo, a la fuente,/ en busca del agua,/ con que riega tu madre el conuco,/ con que tú, mi trigueña, te bañas.

Yo quisiera, mi vida, ser burro,/ ser burro de carga,/ y llevar, al mercado, tus frutos,/ y traer, para ti, dentro del árgana,/ el vestido que ciñe tu cuerpo,/ el pañuelo que cubra tu espalda,/ el rosario de cuentas de vidrio/ con Cristo de plata,/ que cual rojo collar de cerezas/ rodee tu garganta…/ Yo quisiera, mi vida, ser burro,/ ser burro de carga…"

De "A Consuelo Martínez" (Criolla): "Trigueñita del alma, trigueña mía,/ pan de flor, pan bendito, mi pan del día!/ Estrellita del alma que cuando asomas/ viste de oro y de plata las verdes lomas,/ de cintas de colores los horizontes,/ y de azules neblinas vistes los montes,/ primavera temprana de mis eriales,/ salud y pompa verde de mis maizales!.../ canción de mi guitarra; romance fino/ cuyos cantos celebran puntos divinos,/ regalo de poetas y trovadores/ que aprendieron de galas los ruiseñores.../ trigueñita del alma! trigueña mía/ amanece... despierta!... que tarda el día!."

De "A Isabelita Mayor" (Criolla): "¡Qué buena es la Noche Buena!/ ¡Que buena cuando se pasa/ Cantando coplas de amores/ A la vera de la amada!/ ¡Al arribo de la hoguera/ Que cuece sobre sus brasas,/ El sabroso arroz criollo,/ La dulcísima batata,/ El tierno plátano verde,/ Y, clavado sobre estaca,/ El marranito de leche/ Cebado para las pascuas.

De "En el cementerio": "Junto a una cruz, al expirar el día,/ Una pobre mujer, de angustias llena,/ Sus lágrimas vertía…/ Dolió a mi corazón su amarga pena,/ Y ante el sepulcro de la madre ajena/ Lloré la muerte de la madre mía."

En general, la obra de Pellerano Castro estuvo en el ojo de la crítica más despiadada que se conoce dentro y fuera del mundillo cultural de su época. El modernismo estaba en boga y se desataban polémicas. Federico García Godoy lo tilda de romántico rezagado. El poeta Valentín Giró fue objeto de la saga de Byron. En una de sus ZARPADAS del Listín Diario le llama "talento de corto vuelo" y "poeta de pocas cuerdas".

Recuerdo que en la refriega política de los 70s del pasado siglo se enarbolaban unos versos sin mencionar el nombre del poeta. Rezaban así: "Benditos los que matan,/ si es un monstruo de sangre el que se hunde,/ y un pueblo el que se salva". Corresponden al poema "A los héroes del 26 de julio". Fue declamado por Arturo Pellerano Castro en la Puerta del Conde el 5 de septiembre de 1899. (Rodríguez Demorizi, N. de E.)

Para cerrar, es necesario reconocer el esfuerzo de la Fundación Pellerano Herrera que con su generoso aporte a la cultura dominicana ha hecho resplandecer el legado del más importante artífice de nuestra poesía criollista de todos los tiempos. ¡En hora buena!